22 de noviembre de 2009

Un arrepentimiento, un destino, una ópera y el Arte.



Un famoso guión cinematográfico (Blade Runner, 1982) utilizaría un concepto mítico y metafísico, La puerta de Tannhäuser, para referirse con él a la entrada a un destino inevitable y fatal. Pero, mucho antes, un compositor alemán había sido el responsable de hacer mención a esa leyenda en la figura del poeta medieval alemán Tannhäuser (1205-1270). Richard Wagner (1813-1883) compuso su ópera romántica Tannhäuser en el año 1845. En ella el poeta-personaje llevaba una vida disoluta y vagabunda. Encuentra una vez en su caminar errante un lugar maravilloso, Venusberg (montaña de Venus), el reino mítico, idílico y sensual de la famosa diosa griega de la belleza Afrodita. Ahí disfrutará él sin parar y con extremo goce los placeres más ocultos y sensuales de la vida. Pero luego, sin embargo, cansado de los disfrutes vanos que la diosa de la belleza y el amor le aportase, decide dejar y abandonar ese idílico lugar legendario, ahora ya del todo arrepentido por completo.

En su nuevo deseo de cambiar y mejorar peregrina incluso a Roma. Entonces el inflexible papa Urbano IV lo recibe de un modo exigente y riguroso, mostrándose displicente con él diciéndole incluso que es tan imposible redimirlo como que el bastón papal llegase algún día a florecer. Tannhäuser se marcha decepcionado, meditabundo y desolado por ese cruel rechazo. Pero de pronto, buscando inútilmente ahora un sentido a su vida en alguna que otra cosa que le pudiese redimir, volvería Tannhäuser de nuevo a Venusberg, aquel paraíso engañoso donde acabaría entregado otra vez a su delirio. Al cabo de unos días el papa observa ahora, sorprendido, como su bastón florece de modo incomprensible. Urbano IV envia inmediatamente un mensajero para que Tannhäuser regrese a Roma y reciba así, ahora seguro por completo, ya su ansiado y requerido perdón. Pero ya es demasiado tarde, Tannhäuser no está, había desaparecido para siempre de un modo definitivo e inevitable. Entonces será el pontífice el que acabará, a cambio, siendo condenado ahora para siempre. Esta leyenda inspiraría a muchos poetas y músicos románticos alemanes del siglo XIX. Hasta que, con los años, llegara a inspirar a un famoso guionista de ciencia-ficción cinematográfico, creando entonces una fantástica puerta sin regreso, una puerta ahora inevitablemente fatal y definitiva.

(Imagen del cuadro del pintor John Collier, 1850-1931, Tannhäuser en el Venusberg; Imagen del cuadro pintado por Renoir, Richard Wagner; Imagen de un grabado del Papa Urbano IV, 1195-1264)

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