12 de junio de 2010

El ojo humano, el más real de los megapíxeles que existen.




El cerebro humano consigue representar la realidad con una creatividad artística sólo igualable en la actualidad a la cámara fotográfica más sofisticada. El Hiperrealismo como tendencia realista en la pintura comenzaría en los Estados Unidos hace más de cuarenta años. El valor de estas imágenes está ahora en la capacidad del pintor de conseguir plasmar una realidad fidedigna sólo a través de su pintura. Es decir, de transmitir así, sólo con su Arte, la misma emoción que un enfoque fotográfico digitalizado pueda llegar a conseguir con un objeto representable. Las dos primeras obras son del pintor británico Rob Heferran (Manchester, 1968), donde ahora la primera de ellas expresará, tal vez, más esperanza que la segunda, en la que la desesperanza, probablemente, sea la emoción más apreciada ahí. La siguiente obra es del francés Gilles Paul Esnault (1949), Taxis de París, que simboliza con su obra ahí la ciudad ahora como frontera...

Se continúa aquí, en la entrada, con la obra ahora del pintor chileno Guillermo Muñoz Vera (1956), Karem en el Mogambo, donde la soledad y la tristeza son dos de las emociones que poseen ahí la fuerza más dominante del conjunto, unidas también a un cierto erotismo salvaje y desgarrador. Por último, una obra del norteamericano Jon Kassan (1977), En el metro, donde la obra pictórica simboliza ahora, quizás, una cierta disconformidad rebelde con todo lo existente en una ciudad. Cuatro imágenes de mujer que se enfrentarán aquí, en sus iconografías hiperrealistas, dos a dos. Por ejemplo, el conjunto de las dos primeras, imágenes más convencionales y céntricas, contrastarán aquí con el conjunto de las dos últimas, más extravagantes y periféricas. Y, entre ambos conjuntos de imágenes, la ciudad ahora..., como frontera, como enlace y como medio de todo.

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