13 de diciembre de 2010

El anónimo semblante: la despersonalización de los rostros, su ocultación o su huida.



Quizá los pintores que más han reflejado en sus obras la ocultación del rostro hayan sido los surrealistas Dalí (1904-1989) y Magritte (1898-1967). ¿Qué llevará a los autores en sus obras a no representar el único aspecto humano que, verdaderamente, nos individualiza? Hasta el hombre primitivo comenzaría a plasmarlo así, sin facciones, en su rudimentaria forma de pintarlo. A dibujar la cabeza humana despersonalizada y sin rasgos faciales, tan sólo representada como un mero símbolo anatómico figurativo. Pero, cuando en el Arte se comenzara a retratar nítidamente -desde el Renacimiento- el rostro humano, algunos pintores decidieron que, eso mismo, lo que más nos personaliza en nuestra propia imagen, no se viese ahora. Y esto puede suceder -el no representar en un lienzo el rostro humano definido- o de manera directa y concreta -en un plano cercano, de pocos personajes y que no tienen ellos mismos dónde ocultarse casi- o dentro de una narración más colectiva -en una secuencia más amplia, que describe además una acción-, donde los personajes retratados -motivados así por sus autores- tengan razones ahora para ocultarse. Desde creaciones naturalistas como las del pintor del Barroco Caravaggio -uno de los primeros pintores que utilizaría el procedimiento de ocultación facial- se observaría en la historia del Arte esa utilidad plástica de querer evitar los rostros humanos en las obras pictóricas. A veces son rostros demediados, es decir, de personajes contingentes o accesorios, seres que no cuentan mucho en el motivo fundamental de la obra, que sólo son ahora meras comparsas, elementos innecesarios, como en el caso de la obra de Caravaggio Crucifixion de San Pedro. Otras veces es el personaje central o principal, que de un modo sesgado semi-oculta o protege ahora su identificación real -recurso inteligente cuando, supongo, se ignora el verdadero rostro del mismo-, como sucede en otra obra también de Caravaggio, Conversión de San Pablo, ya que, en este caso, Pablo de Tarso era aún muy joven...

Después fueron el Postimpresionismo y el Neoimpresionismo las tendencias que utilizaron más el curioso hecho de ignorar ciertas caras en algunos de sus lienzos. Vincent Van Gogh en Desnudo de espaldas decide esconder el rostro de la modelo, como si ésta se avergonzara de su acción... y el pintor casi. El postimpresionista Toulouse-Lautrec pinta en su obra de Arte En la cama a uno de los amantes con el rostro descubierto y al otro con él oculto. En este caso la perspectiva obliga a que sea de algún modo así, ya que se muestran ahora a los dos amantes enfrentados y de lado, y sólo entonces uno de ellos puede verse facialmente mejor. El caso debía ser, entonces, ¿cuál elegir de ambos para poder verse...? Del pintor naturalista -tendencia realista del siglo XIX- norteamericano Winslow Homer (1836-1910) elijo su obra Noche de verano. Aquí todos sus personajes representados, excepto uno, ocultarán el rostro tras una atmósfera oscuramente nebulosa, contrastada además ahora entre una multitud invisible al fondo de la obra y una pareja que baila desentonada en primer plano, en una noche aquí recelosa gracias a una iluminación enigmáticamente lunar. El pintor neoimpresionista  Georges Seurat (1859-1891), un maestro en utilizar personas como paisajes, nos muestra en su obra que los seres humanos no tienen ahora aquí una personalidad definida por no tener un rostro traducible verdaderamente, que sólo participan ahora de la impresión conjunta de la escena, pintada además con los colores y recursos propios de su tendencia artística puntillista. Los rostros aquí o no se ven o se desdibujan o se fragmentan...

El pintor Goya, en su maravillosa obra histórica Fusilamientos del 3 de mayo, dispondrá la escena sin perfilar claramente rostro humano alguno. Se ha intentado identificar a ciertos personajes retratados, pero esto es muy poco preciso. Fue la imprecisión de los rostros un generoso recurso del pintor español a la intimidad de los representados, ya que fueron seres reales y conocidos los fusilados aquel fatídico día. Pero, debía denunciar Goya el infame y cruel hecho vil... y lo consiguió magistralmente: algunos ayudarán incluso al pintor cubriéndose aterrados el rostro con sus manos. Pero, sin embargo, son los pintores surrealistas mencionados al principio quienes habrán hecho de esta técnica de ocultación facial una forma propia y eficaz de su moderna tendencia artística vanguardista. El surrealista Dalí consigue utilizar la ocultación del rostro a veces no como una causa simbólica, sino como un inevitable hecho plástico...: para mostrar toda la belleza de la espalda de su modelo -su esposa Gala- debe ella ahora necesariamente no enseñar aquí su cara. Pero solo en dos de sus obras, Crucifixion y Poesía de América, el genio surrealista de Dalí demuestra, en un caso, que la posible vergüenza del crucificado no es ahora otra que la de su rostro -muere por la miseria humana- y no la de su propio cuerpo desnudo... En el otro, Dalí nos muestra que su especial significado onírico lo evidencia ahora con la decidida sustitución y, por lo tanto, ocultación del único símbolo principal que nos hace representativamente humanos.

Del pintor surrealista René Magritte, verdaderamente el mayor genio de la ocultación simbólica del rostro humano, vemos ahora aquí dos escenas retratadas. En una expresa la imposibilidad de la identidad, es decir, la total e inútil manera de tratar de reconocerse el propio retratado, vanamente. En su otra obra, Los amantes, el autor surrealista alcanzará a despersonalizar los rostros en los únicos seres que nos puede sorprender ahora más que lo oculten; los que no deberían ocultar sus sentimientos, los que, se supone, se reconocen y se identifican mutuamente: los enamorados. Pero, sin embargo, es todo lo contrario... Y el creador belga nos lo demuestra ahora de la forma más gráfica y clara posible: con los dos rostros envelados. Veladura que, únicamente, dejará visible la apariencia de los vestidos de ambos amantes representados, lo único que ahora nos ayudará a identificar aquí el sexo o el género de cada personaje retratado. Por último, un cuadro del pintor costumbrista español Ignacio Díaz Olano (1860-1937), Cabeza de mujer de espaldas, una obra decimonónica y realista que, sin sentido alguno, nos muestra ahora nada más que la parte posterior de la cabeza de una mujer solitaria. Aquí sólo podremos imaginar ya de ella su belleza, su clara, recordada, segura, eterna, irrevocable, sublime... y perdida belleza.

(Cuadro de Dalí, Gala desnuda de espaldas; Óleo de Magritte, Prohibida la reproducción, 1937; Cuadro de Toulouse-Lautrec, En la cama; Cuadro del pintor americano Winslow Homer, Noche de verano; Cuadro postimpresionista del genial Van Gogh, Desnudo de espaldas; Óleo de Georges Seurat, Bañistas en Asnieres; Dos cuadros de Dalí: Crucifixion y Poesía de America; Dos cuadros de Caravaggio: La crucifixion de San Pedro y La conversión de San Pablo; Cuadro de Magritte, Los amantes; Cuadro de Goya, Fusilamientos del 3 de mayo; Cuadro del pintor Díaz Olano, Cabeza de mujer de espaldas, 1895.)

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