13 de septiembre de 2012

El Simbolismo: nada de muestras evidentes, ni declamaciones, ni realismo, ni falsa sensibilidad.



Posiblemente, el Simbolismo sea la única tendencia artística -ubicada a finales del siglo XIX- que podría compendiar, verdaderamente, la síntesis universal y definitiva de lo que debería ser considerado Arte. Porque a lo largo de la historia se han sucedido diversas escuelas o tendencias artísticas para expresar en imágenes bellas sentimientos inspiradores... Pero, ¿y hoy, con qué nos quedaremos para definir la mejor, la más sublime, la más bella, interesante y comunicativa forma de transmitir Arte? Porque hoy no hay una o dos o tres inclinaciones artísticas, como en otras épocas hubiesen incluso podido coexistir; no, hoy en día todas las tendencias modernas (abstracción, impresionismo, expresionismo, realismo, etc...) existirán juntas en una amalgama desenfocada sin personalidad propia ni impactante. Pero, sin embargo, algunos artistas actuales -como el pintor ruso Igor Samsonov- han comprendido a estas alturas que lo más importante es expresar Arte con una combinación efectista de belleza clásica y algo más... ¿Pero qué más? Pues una comunicación expresiva con el espectador que sea atrayente y a la vez misteriosa, sin evidenciar del todo el mensaje sino tratando de transmitirlo con metáforas, símbolos, sinestesias artísticas o  estéticas semblanzas. 

Pero, es que eso mismo lo comprendieron ya los primitivos creadores del Cuatroccento italiano, como lo hiciera el artista Paolo Uccello en el año 1470, o como en el Renacimiento posterior, o como en todas las maravillosas tendencias subsiguientes. Por ejemplo, como hicieran los sugestivos prerrafaelitas o los simbolistas del  siglo XIX. ¿Cuál fue la característica esencial de los creadores simbolistas, unos artistas que existieron tanto en literatura como en pintura?: el misterio; ese sentido semidesvelado por el mito y la palabra, por el símbolo y la representación real de lo expresado. Es decir, una realidad diferente de las cosas, confundida ahora con el gesto enigmático o con la semblanza onírica. En el año 1886 el poeta griego Jean Moréas trataría de definir el Simbolismo: En el simbolismo los aspectos de la naturaleza, de las acciones humanas y de todos los fenómenos concretos no se manifiestan en sí mismos, sino que son apariencias sensibles destinadas a representar sus afinidades esotéricas con las Ideas primordiales. Realmente esta forma de expresar simbólica es tan antigua como el mundo creativo del hombre. Por ello el Simbolismo nunca pudo cuajar como una escuela artística concreta, como una tendencia artística definida en un período organizado culturalmente, como lo fuera por ejemplo el Surrealismo posterior.

Su reivindicación idealista es lógica porque lo que expresa el Simbolismo es una forma de idealización de lo bello, de lo armónico, de lo justo o de lo eterno. Su marcado esoterismo es necesario para manejar el misterio y lo sagrado, lo mítico y lo trascendente. Y todos esos elementos los encontramos siempre en el mundo de la creación humana, como también ahora cuando, por ejemplo, lo vemos en el cine fantástico creado hoy en día, como fue el caso de Avatar, una forma de surrealismo útil añadido a la última tecnología cinematográfica para exacerbar la mejor calidad junto a la más maravillosa metáfora ficcional. En la temprana obra de Arte del pintor italiano Paolo Uccello titulada San Jorge y el Dragón tenemos una creación genial y una pintura extraordinaria. Es de noche en la escena retratada, y lo es porque vemos una media luna en un cielo muy poco oscurecido. Sin embargo, el pintor crea la penumbra tan visible como le permita lo que desea mostrar en su obra. En la parte inferior de una virtual diagonal artística del cuadro aparece dibujada una doncella ahora sin temor. Es de esa forma atrevida como la veremos retratada en la obra de Uccello, sin temor alguno, porque ella sujeta ahora un terrible dragón como si de algo suyo se tratara, como si de una dulce mascota el fiero engendro fuese para ella.

¿Por qué lo hace ella así? El dragón había sido representado como un monstruo feroz y terrible desde siempre, pero, ahora está aquí, sin embargo, sangrando apenas levemente por su boca. Menos daño no se puede causar al dragón con la firme lanza del héroe, ¿o es que el pintor no quiso defenestrar tanto al monstruo en su obra? Aparece en la pintura de Uccello la figura del héroe como un San Jorge adolescente, tal vez porque solo con audacia juvenil sea posible enfrentarse a luchar con tan horrible fiera. ¿Una audacia tan indómita motivada solo por amor? ¿Es que únicamente en la juventud o en los primeros años de la vida del héroe -o de cualquiera- es cuando sea posible disponer de tanto valor o arrojo? Un remolino celestial de origen divino surge justo detrás del héroe, algo poderoso que empujará aquí su lanza simbólicamente, ayudando así a herir al dragón de un modo eficaz. Pero, hay más cosas ahí representadas, algunas de ellas sin poder llegar a conocer siquiera su sentido. ¿Por qué dibujaría el pintor trozos de hierba delimitados pareciendo geométricas figuras verdecidas o perfectos signos enigmáticos? ¿Qué son?, ¿qué indican? En esto no es posible ahora más que elucubrar con el juego crítico más alusivo, es decir, con el intento -inútil- del desvelamiento de cosas que no serán más que una simple imaginación especulativa y misteriosa.

Luego, cuando el Renacimiento permitiera reunir el ideal clásico con la sutil metáfora brillante, algunos pintores, como el desconocido Dosso Dossi, llegarían a componer magníficos encuadres simbólicos, como en su obra Júpiter, Mercurio y la Virtud del año 1518. Aquí acudiremos también a la mitología. El dios de los dioses, el creador más poderoso, Júpiter -Zeus en Grecia-, está ahora pintando un lienzo como un artista universal creando así figuras y cosas reales en él. En este caso está pintando mariposas, símbolo del movimiento imperceptible. A cada una que crea el dios, van saliendo del divino lienzo volando... ¡Con vida! Aparece en el cuadro renacentista muy abstraído y ensimismado el dios Júpiter: necesitará estar así ahora, muy concentrado para realizar tal esfuerzo creativo divino. Sin embargo, ahora la Virtud -representada aquí por una amable mujer- de pronto necesitará consultarle algo al dios urgentemente. Entonces es instada ella por el dios Mercurio a callarse, le muestra incluso aquí su dedo indicativo el dios mensajero. ¡Ni siquiera a la misma Virtud se la deja que importune ahora! Porque ahora es sólo aquí la creación -misteriosa, enigmática, silente- lo único verdaderamente importante, lo más importante que exista en el universo, mucho más que cualquier otra cosa en el mundo.

(Témpera sobre lienzo San Jorge y el Dragón, 1470, Paolo Uccello, National Gallery, Londres; Obra Júpiter, Mercurio y la Virtud, 1518, Dosso Dossi, Castillo de Wawel, Cracovia, Polonia; Óleo Apolo y Dafne, 1524, Dosso Dossi, Galería Borghese, Roma; Pintura San Martín, 1882, del pintor simbolista Gustave Moreau; Cuadro Angélica, 1873, de Arnold Böcklin; Óleo David y Urías, actualidad, del pintor ruso Igor Samsonov, Rusia; Obra La Música, Lección II, actualidad, Igor Samsonov, Rusia; Óleo Temptation, actualidad, del pintor ruso -nacido en 1963- Igor Samsonov, Rusia; Óleo magnífico Despertar de la primavera, 1880, del pintor simbolista Arnold Böcklin.)

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