6 de octubre de 2013

¿Cómo debería ser el Arte ideal?, si es que existe un Arte que pudiera llamarse así.



El Arte ideal, de existir, debería reflejar todo de un modo muy distante al propio sujeto observador.  Debería además representar un entorno o paisaje más amplio que el propio espacio que ocupa el personaje de la obra. Porque debe ser anónimo todo lo plasmado en la obra, no tiene que ser nada de lo representado reconocido o familiar al que lo mire. También trascendente lo que exprese su iconografía, es decir, debe mostrar ahora un trasfondo universal de mensaje, conocimiento o enseñanza que vaya más allá de las limitaciones de los observadores de la obra. Por supuesto debe ser inspirador, plásticamente equilibrado y colorista. ¿Por qué todo eso? Porque el Arte ideal debe distanciarse siempre del observador, éste no puede identificarse con lo retratado, no debe conocerlo íntimamente o no debe serle familiar lo que vea en el lienzo. Por otro lado, una figura solitaria representada -humana o no- tras un fondo monocolor u homogéneo no hará más que concentrar la creación concentrando el mismo Arte. Para ser ideal (digo ideal no una obra maestra) hace falta que exista un contraste para articular una posible dialéctica entre dos o más cosas representadas. Debe ser mejor anónimo lo expresado en una obra ya que ¿cómo hacer de una obra con rostro conocido una universal muestra de Arte? ¿Cómo conseguir una emoción universal  con una reproducción de algo conocido o familiar al que lo vea? También deberá trascender con algo que nos transporte lejos de nuestra realidad existencial. Algo que cifre o descifre algún sentido oculto que haga de lo creado en la obra una especial sensación de estar rozando un mensaje desvelado o por desvelar.

Todo eso nos debería inspirar el visionar una obra de Arte ideal. Porque todas esas cosas nos deberían envolver así en un halo de ensueño, poder o encantamiento dirigido hacia una sensación que nos ayude, de alguna forma, a comprender el mundo. Por último, debería el Arte ideal ser sutil, equilibrado y tenuemente colorista. Todas estas tendrían que ser las razones estéticas que deberían fijarse en una obra de Arte ideal. Sin estridencias, sin fisuras, sin cosas que dispersen o agiten la sensación inspiradora tan personal de querer mirarlo. Pero todo eso no significa que todo Arte -el que sea- no sea válido para poder serlo, por supuesto, todo Arte lo es. En el Arte todo lo que lo sea puede llegar a valer para expresar una sensación estética. Tan sólo indico, de modo subjetivo, cómo podría entenderse una forma de Arte ideal, aunque reconozco que habría tantos modos de arte idealizados como seres lo lleguemos a percibir. Porque, ¿qué queremos sentir, verdaderamente, al presenciar una obra de Arte? El retrato creado por Velázquez del Papa Inocencio X, por ejemplo, nos dejará impresionado por su perfección estética, por su técnica correcta y especial acabado expresivo del personaje, pero, ¿nos llegará ese Arte en el sentido que nuestra mente emotiva y expresiva necesite para colmar el ansia de querer emocionarse con lo que vea?

Los neoplatónicos del Renacimiento comprendieron que el deseo de conocer era una forma de amar, y que el amor no buscará nunca una satisfacción material sino que aspirará únicamente a la Belleza, algo que, por otra parte, sólo la mente puede representar guiada por un ideal. Esos seres renacentistas definían la Belleza con elementos cuantitativos -tangibles- como cualitativos -espirituales-, y ambos elementos eran considerados inseparables para poder expresar cualquier tipo de representación estética. Habría así pues armonía, proporción y concordia de las partes representadas, pero, también habría brillo y esplendor estéticos, es decir, emoción y sentimientos universales y trascendentes. Muchas tendencias artísticas en la historia han alcanzado esa forma de idealidad iconográfica: el Renacimiento, el Barroco, el Romanticismo, el Surrealismo... Siempre la creación artística ha comprendido que puede ir más allá de lo que pueda crear material o perfectamente con lo físico. La historia del Arte está llena de excelentes obras maestras, de creaciones excelsas que han sido encargadas a excelentes artistas que han conseguido grandes creaciones de Arte, pero no necesariamente ideales... Y debe ser a veces así, ya que lo ideal es escaso por su propia naturaleza. Llegar a entender esto nos ayudará mejor a visualizar las emociones estéticas frente a lo meramente formal, a seguir creyendo que el Arte puede ser de las pocas cosas que nos permitan, verdaderamente, entender las intrincadas o misteriosas sinuosidades de nuestro contradictorio mundo.

(Óleo de Caspar David Friedrich, Dos hombres contemplando la luna, 1830, Museo Metropolitan, Nueva York; Obra del pintor Giorgione, Los tres filósofos, 1509, Museo del Arte de Viena; Óleo Retrato del papa Inocencio X, 1650, Diego Velázquez, Roma.)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Una pregunta de complicada réplica.
¿Cuál es el prototipo de perfección?.
Quizás los estudiosos del arte marquen ciertas pautas a la hora de juzgar.
Yo como tú bien sabes, me rijo por mis percepciones.

Saludos cordiales.

Alejandro Labat (Arteparnasomanía) dijo...

Deberíamos definir perfección antes. Para mí perfección e idealidad no son exactamente iguales. La perfección es objetiva, la idealidad subjetiva. Cuando una obra es genial verdaderamente incluye las dos. Luego, podrán existir individualmente cada una. Como la vida...

Abrazos.