14 de enero de 2017

El Arte manierista interpreta lúcido la representación imposible e inútil de un efecto estético.



Pero ese efecto estético es más que una expresión de belleza, es una declaración de intenciones expresada en un mensaje tácito -por tanto dejado fuera de signos comprensibles y transmisibles- para mostrar la contradicción de las cosas que los humanos sean capaces de hacer con su vida a veces, aun a pesar de las pocas razones que suponga afrontar un destino así de incomprensible. ¿Qué otra tendencia artística hubo mejor que el Manierismo para representar una contradicción como esa? La Belleza fue a principios del siglo XVI un concepto estructurado, desarrollado, argumentado y sustentado con un sentido ideológico y plástico para justificar, con ella, toda forma de expresión artística. En el año 1539 finalizaría el pintor italiano Francesco Primaticcio su obra El Rapto de Helena en Francia. Había sido uno de los muchos pintores italianos llevados a Francia para ejecutar el sentido extremo de belleza con esta nueva y arrebatadora tendencia renacentista, el Manierismo. El famoso relato homérico descrito en La Ilíada cuenta cómo la ciudad de Troya fue asediada durante muchos años -casi diez- por haberse atrevido los troyanos a raptar a la bella esposa de un monarca griego. Ese fue el relato, pero, ¿fue un relato mítico o histórico? No se tienen certezas históricas de ese hecho relatado por Homero. Sus personajes fueron durante siglos héroes míticos incluso, pero, sin embargo, ¿nos costará creer que los hombres cometan esas cosas tan absurdas para conseguir sus deseos irrefrenables?

En este extraordinario lienzo manierista vemos a Helena en el centro de la composición llevada en volandas por varios troyanos en una escena desmedida. Desmedida porque, ¿quiénes son todos esos seres que aparecen tan aglutinados y caóticos como para poder entender bien la obra y relacionarla con el famoso rapto? Desmedida también porque más que un rapto parece una batalla donde unos -griegos- y otros -troyanos- están luchando enfrentados. Imposible entender que un rapto troyano fuese posible llevar a efecto enfrentados como están éstos ahora -tan pocos- en suelo griego y rodeados aquí por tantos griegos. Pero el Arte, y menos el manierista, no se dejaría guiar por razones lógicas o realistas para expresar la visión de un relato, mítico o no. Y siguiendo con el planteamiento inicial, ¿hay en este lienzo manierista algún mensaje ahora, aunque éste sea tácito? ¿Y qué mensaje es ese? Pues el descrito al principio: la contradicción humana en tratar de resolver un problema creando otro. Los troyanos habían ido a Grecia para firmar una paz entre sus reinos y consiguieron justo lo contrario, algo mucho peor incluso que la inestabilidad que tendrían antes de firmarla. Pero, en el Arte, ¿cómo expresar todo eso con los rasgos nuevos de una manera de pintar diferente -la manierista- llena de alarde y espíritu eterno de belleza, cosas que, serenamente, traspasan ahora el propio cuadro e incluso la propia y ridícula leyenda griega?

En la escena pictórica manierista hay una aglomeración de seres que están divididos y mezclados sin orden en una imposible secuencia traducible. Del pintor solo podemos elucubrar qué quiso representar con cada personaje anónimo que retrata en su obra. Porque sólo tenemos claro quién es Helena, del resto nada. ¿Quién es y qué hace esa otra bella mujer desnuda y solitaria en una posición tan inquietante? Ella, los niños y la joven agachada detrás de su figura desnuda son los únicos personajes que desentonan con el dinámico rapto. ¿Qué representan? Parte de aquella contradicción. Ellos son ahora la paz, la belleza, el equilibrio, la sorpresa y la tristeza... No mantienen en la obra gestos realistas ni sentido alguno natural correspondiente a la supuesta fuerza dramática y violenta de la escena. Los demás pelean, huyen, se enfrentan, se miran o se aferran sin remisión. Porque es ahora un rapto en el que la violencia convive con la belleza, la vida con la afrenta y la razón con la inconsciencia. Y todo eso maravillosamente compuesto además en un imposible lienzo de leyenda. Vemos un palacio griego con los fanales ardiendo en un extremo del lienzo, y el muelle griego con  un barco troyano esperando poder huir con Helena en el otro. Y en el pequeño trayecto entre uno y otro extremo los seres en conflicto, la raptada Helena y la belleza azorada y misteriosa de la joven desnuda y extraña.

Pero ese es el mensaje del Manierismo aquí: la belleza desnuda, representando la verdad y el bien, es alarmada por el hecho ignominioso de un innoble rapto. Porque la leyenda de Homero no relataba una huida deseada por Helena y su pasión, y cuya única salida fuera ahora marchar junto a su amante hacia Troya. No, la leyenda describe una violenta e involuntaria huida de Helena. Es un rapto con todas sus consecuencias trágicas. Fue un deseo de ofender y ultrajar gravemente al pueblo griego y, en consecuencia, se desataría luego una guerra. La contradicción llevada totalmente al paroxismo. ¿Cómo no pensaron los troyanos que aquella afrenta causaría un daño aún mucho peor? Por eso el pintor, que conocía la leyenda y conocía la forma de expresarla con belleza, debía introducir un elemento de contradicción, un gesto de sorpresa o de efímera sensación de ruptura con respecto al sentido final de una leyenda tan épica. Y mostraría en su obra manierista una figura elegante, hierática, desnuda, misteriosa y eterna -su pose alude a una estatua de belleza- que contrasta con tanta absurda violencia o fealdad manifiesta. Porque en el Manierismo no se podía entender que algo tan desmedido fuera capaz de ser creado sin belleza. Sin la forma de equilibrar ahora esa imagen extraña, bella y perfecta con la estúpida manera de actuar la humanidad ante su propia inconsciencia. Y el creador manierista lo representaría con un cierto alarde incluso de esperanza milagrosa, de un deseo ahora de que las conciencias despertasen así ante la visión desmesurada de una escena tan dramática, tan absurda y tan estética.

(Óleo del pintor manierista Francesco Primaticcio, El Rapto de Helena, 1539, Museo Bowes, Inglaterra; Detalles del mismo cuadro, El Rapto de Helena, 1539, Francesco Primaticcio.)

2 comentarios:

Joaquinitopez dijo...

Como siempre una entrada magnífica.
Soy un apasionado del manierismo por todas esas cualidads que mencionas y algunas más que no vienen a cuento.
Sin embargo, confío en que no te moleste que exprese mi opinión sobre algunos puntos que abordas.
En primer lugar la figura desnuda que está a la izquierda es simplemente Afrodita asistiendo, en una pose conveniente al artista, al cumplimiento de una promesa hecha al príncipe raptor, Paris, en el célebre Juicio de Paris.
Por tanto la guerra de Troya es fruto del inexorable pathos griego. Desde la propia concepción de Helena y Paris se fueron concentrando suscesos, como que abandonaran a Paris y un pastor lo recogiera en lugar de dejarlo morir, que encadenados desembocan inevitablemente en la guerra de Troya, que, no lo olvidemos, viene a ser una guerra civil en el Olimpo con los dioses enfrentados e interviniendo en las batallas con claro partidismo.
Me encantaría seguir con el tema pero no creo que sea propio que lo haga.
Una enérgica, y respetuosa si me lo permites, protesta: llamar ridícula a un mito griego me parece mucho más que cuestionable (nuestra historia de La Cava y D. Rodrigo es muy semejante, y si buscamos un poco más encontraríamos más ejemplos. Estas leyendas no tienen nada de ridículas pues son mitos justificativos de un status entonces actual que permite una gen libertad de movimientos políticos. En cualquier caso legitiman el régimen en que se desarrollan.
Sobte la historicidad de la Guerra de Troya, si bien no se ha llegado a ninguna prueba irrebatible pero si situamos las ruinas de Troya, esas sí tangibles, en el mapa vemos como ocupaban una situación privilegiada en relación al control del estrecho de los Dardanelos, paso necesario para ampliar el comercio. Geopolíticamente es casi inevitable el conflicto en esa zona. Si tenemos en cuenta las intervenciones de Poseidón, dios de los terremotos entre otras catástrofes, destruyendo los muros en lo que es sin duda un terremoto, coincode en un amplio margen temporal con las catastrofes sismicas que acabaron con la cultura minoica. En suma que la balamza se va inclinando a favor de su existencia justificandola con el mito de Helena que viene a ser los beneficios económicos "retomados" por los griegos.
Un abrazo

Alejandro Labat (Arteparnasomanía) dijo...

Encantado siempre de tus comentarios. Para aprender, toda visión es valiosa y añade algo siempre a lo que se acerca luego al conocimiento último. Pero cuando abordo una obra de Arte, expreso lo que esa obra de Arte me hace sentir, tan sincera como honestamente lo siento. Y en este caso, como en todos, el tema profundo que me inspiraba era la incongruencia violenta de un rapto tan inútil. Y la obra manierista así me lo inspiró. Cuando digo "ridícula leyenda" no me refiero a que la mitología -menos la homérica- lo sea en sí, me refiero al acto humano que refleja: la estúpida acción de raptar una reina sin pensar lo que ello supondría, y que después supuso, la total aniquilación de un pueblo, el troyano. Pero, sobre todo, lo que deseaba era subrayar el odioso y cruel prurito humano de querer vivir -beneficiarse- un pueblo fastidiando siempre a otro. En cuanto al hecho histórico, no hay certezas, lo que no significa que no sucediera, pero no las hay. Sí descubro, gracias a tu apunte -algo para mí elogioso-, que la bella ninfa desnuda es Afrodita, lo cual justifica mi tesis de que ella representaba la paz, la armonía o la serenidad, frente a la barbarie o a la pasión más descontenida. La mitología nos enseña siempre, como el Arte, a saber distinguir las cosas. Aunque esa cosas que describa sean tan ridículas como querer llevarse a una reina sin pensar la terrible reacción que ello suponga.

Un saludo.