11 de julio de 2016

La pérdida de identidad o del destino propio frente a la alienante estrategia de los otros.



El mito griego de Ariadna es conocido por el famoso ovillo que permitió a Teseo salir y regresar del Laberinto. Es por esto por lo que fue más conocida la hija legendaria del rey Minos de Creta. Entonces era el triunfo de la razón, del pensamiento sutil y práctico para lograr Teseo salir del laberinto después de matar al Minotauro. ¿Por qué Ariadna consiguió alcanzar a tener esa genial idea creativa? ¿Qué la llevaría a esa invención para ayudar a salir al ateniense Teseo de su laberinto y no haber podido ella, sin embargo, tener antes otra para haber salido del suyo? Ariadna acabaría enamorada de un extranjero que había ido a su reino -la isla de Creta- para asesinar a su hermanastro, el Minotauro, por ser este terrible monstruo la perdición de los atenienses. Teseo luego, persuadido -¿enamorado?-, accede a llevarla a su querido reino ateniense con él. ¿Fue ese el trato de ambos? Es decir, ¿había sido aquella la estrategia -ayudar a Teseo ideada por Ariadna- para poder salir ella de su propio laberinto? En el siglo del Neoclasicismo surgió una pintora que utilizaría esta tendencia clásica extraordinariamente. Angelica Kaufmann (1741-1807) era la hija de un mediocre pintor austríaco que le enseñaría, sin embargo, la grandeza más elogiosa del Arte clásico. A pesar de no llegar a ser muy original ni muy expresiva, Kaufmann consiguió con su pintura Ariadna en Naxos una inspirada y sensible obra de Arte. En su obra las líneas horizontales de una composición sublime combinan eficazmente con la luz y la oscuridad melancólica del lienzo trágico (Ariadna fue abandonada por Teseo en la isla solitaria de Naxos). Después, los colores expresarán todo lo expresable en la obra neoclásica: la soledad del personaje, la confusión ante el verdadero motivo de su gesto, o la misteriosa sensación de un delirio dramático.

La leyenda mitológica nos aclara algo el sentido de la obra de Kaufmann. Teseo, a su regreso a Atenas, arriba antes en la isla de Naxos para descansar con su amante. Al amanecer zarpa con su barco para continuar su viaje, dejando a Ariadna sola en la isla desierta. ¿Por qué lo hizo? La leyenda no lo aclara y la pintora solo deja simbolizado el barco de Teseo, apenas representado al fondo del cuadro. Por tanto, hay dos cosas que podemos sostener ante el gesto de la desolación de Ariadna: una que ella está molesta porque ha sido abandonada en la isla sin posibilidad de continuar o regresar a ninguna parte; y otra que está dolida por el desamor, la deslealtad y la huida de su amado. En el Arte clásico de Kaufmann estas cuestiones son utilizadas en la obra para dejar abierta cualquier posibilidad... El Romanticismo lo habría llevado todo mejor hacia una opción muy emocional y desgarradora. Así se expresa siempre en cualquier imagen romántica que veamos de esta leyenda. Es decir, en el Romanticismo, Ariadna estaría ahora desolada por su abandono sentimental sin paliativo posible que la ayude. Nada hará a ella reaccionar ante la terrible tragedia de su corazón roto. Abatida se queda en la isla solitaria, incluso dormida antes de que el dios Baco -su salvador mitológico- la despierte para siempre. Otra versión de la leyenda nos cuenta que, al día siguiente de su abandono, aparece otro barco en la isla con el séquito del dios Dionisios o Baco. Este dios mítico se fascina al ver la belleza inmaculada de Ariadna. Pero, Baco no es un dios fornido ni muy atractivo, ni siquiera un orador ni un luchador ni un seductor tampoco, es el dios de la sorpresa misteriosa, del abismo más profundo o del sentido más subyugador de una vida placentera y pasiones efímeras. Y, entonces, Baco salvará a Ariadna... ¿La salvará, verdaderamente? Porque el final de ella es tan confuso como sus motivos para huir con Teseo de su reino cretense. ¿Qué le sucedió a Ariadna, finalmente? Porque pudo morir en Naxos de hambre o de una flecha de la diosa Artemisa antes de que Dionisos llegara a rescatarla. O pudo suicidarse también, ahorcándose desesperada.

Dionisos es además el dios griego de la resurrección y por eso también pudo ella abandonarse con él y subir a los cielos para siempre -la constelación de Ariadna-, o acompañar a este curioso dios a luchar contra Perseo y dejarla luego éste petrificada con su Medusa... ¿Cuántos destinos, todos desolados, pudo haber tenido Ariadna? Sin embargo, la tradición cultural de siglos nada quería saber de tristes destinos desolados para sus bellos mitos adorados. Su encuentro con Dionisos llevaría a Ariadna a retomar su vida: se marcha con él y viven felices juntos para siempre. Pero el Arte, antes de eso, nos había dejado las escenas emotivas de su desolación, de su confusión o de su terrible maldición. El pintor del Barroco Carlo Saraceni compuso, en el año 1606, su obra Paisaje con Ariadna abandonada por Teseo. A diferencia de Kaufmann y su Neoclasicismo glorioso, Saraceni muestra el abandono más desamparado de Ariadna ante la visión del barco, apenas ahora destacado, donde Teseo navega decidido hacia su patria. Aquí hay un abandono claro y rotundo, sin nada más que Ariadna nos pueda transmitir que desolación manifiesta. En Kaufmann había algo más, había un rechazo lastimero evidente hacia el gesto traicionero de su amante. Ariadna en la obra de Kaufmann no mira siquiera a Teseo, no quiere saber nada más de él ni de aquel destino lastimoso. ¿Un destino fallidamente calculado entonces en Creta? En la pintura de Kaufmann se muestran sus pequeños tesoros, desperdigados sin sentido en la isla de Naxos. Cuando el dios Dionisos llega a esta isla descubre a una Ariadna espléndida, bellamente efusiva, pero, sin embargo, con un triste semblante doloroso. Porque entonces ella además pensaba otra cosa de este advenimiento de Dionisos. Imaginaba que no era un dios salvífico sino el mensajero de la muerte..., de una muerte que ella esperaba totalmente desanimada. Pero Baco le dice, confundido por esa desesperanza tan seductora de ella, que la quiere y desea salvarla así de sus desdichas. Es entonces cuando Ariadna piensa que puede cambiar su vida, finalmente, que no tiene ya que morir para lograrlo. En una famosa ópera basada en el relato de Ariadna el dios Baco pronunciaría, enamorado, estas bellas y poéticas palabras en la isla de Naxos: Antes morirán las estrellas del cielo que tú entre mis brazos.

(Óleo Ariadna en Naxos, 1774, de la pintora Angelica Kaufmann, Museo de Bellas Artes de Houston, EE.UU.; Cuadro Paisaje con Ariadna abandonada por Teseo, 1606, del pintor Carlo Saraceni, Museo de Capodimonte, Italia; Óleo Baco descubre a Ariadna en Naxos, 1650 c.a., Mathieu Le Nain, Museo de Bellas Artes de Orleans, Francia.)

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