5 de diciembre de 2012

Y la realidad tendió a transformarse en un sueño: lo fragmentario o la ineficaz experiencia.



¿Cuál es el Arte perfecto? ¿Cuál será la más completa obra de Arte que, como la vida, contemple todos los elementos que precise para serlo? Porque también la vida, la existencia vivida por los humanos, será como el Arte, una forma de invención. Que luego ésta sea provocada por el sujeto o forzada por la sociedad dependerá de la noción del sentido de experiencia que tengamos. Porque todo lo vivido por el ser humano es resultado o de lo que le viene de afuera o de aquello que construye dentro de él. Cuando el Arte reapareció en la historia -Renacimiento- durante las postrimerías del medievo, la vida del hombre y el mundo exterior que le rodeaba estaban inseparablemente unidos y entrelazados. Se representaría entonces todo -sobre todo lo religioso- con una clara identificación antropológica -una forma de antropocentrismo-. Porque el hombre comenzaría en el Renacimiento a ser el centro de todo lo existente, y su vida y sus cosas no dejarían de ser el único motivo fundamental de cualquier representación estética concebida.

Sin embargo algo sucedería luego, mucho tiempo después de aquel sagrado Renacimiento. El Realismo, a pesar de que comenzara en el Barroco, culminaría tiempo después llevado por una sociedad vertiginosa y desolada a mediados del siglo XIX. Y desde entonces no se pudo ir más allá ni en técnica ni en el sentido de lo que se entendiera como la representación del mundo y sus elementos estéticos más determinantes. Sería entonces el Naturalismo -la descripción más completa y veraz de la vida- el enfoque más realista en el Arte, aquel que más reproduciría los modelos exactamente igual a como eran en la naturaleza y con la misma fuerza de su temperamento. Pero entonces surgiría una pregunta desestabilizadora para algunos creadores artísticos: ¿existiría otra realidad más allá de la luz que les llegara de los objetos a sus ojos? Sí, sí existía. Y el impresionista Monet alcanzaría a demostrarlo pronto con su nuevo Arte innovador. Así fue como la realidad terminaría por transformarse en un sueño. Y ese sueño fue el gran salto que la humanidad diese por entonces con la Modernidad estética y su pensamiento.

Pero todo salto conlleva siempre un riesgo a torcer en algo el conjunto perfecto, a fragmentarlo. A partir de finales del siglo XIX los postimpresionistas -Van Gogh, Gauguin, Cezanne- consumaron la escisión del Arte con sus ahora nuevas creaciones modernistas. También la sociedad lo hizo entonces con todo, con la propia vida, con la verdad, con la belleza y, por supuesto, con el Arte. ¿Qué habría sucedido entonces, por ejemplo, con aquella representación pictórica magnífica de Rembrandt donde una escena cotidiana y real -La ronda de noche, 1642- consiguiera mostrar el Arte total, el más perfecto, el más completo nunca alcanzado a ver antes en la historia? Porque mucho tiempo después, a partir del rompedor Cezanne (1839-1906), el mundo del Arte y su representación visual dejarían de ser un conjunto equilibrado y completo para iniciar, inevitablemente, el descalabro más imparable y desolado de una fragmentación artística.

Y la cuestión es, ¿se puede desligar la vida emotiva, sus bellas creaciones y sentimientos, de la propia experiencia real y desolada de los seres? Es decir, ¿se puede separar la vida poética de la mundana que nos contrasta o define al albur de lo azaroso de un mundo incontrolable? Porque si el Arte más completo, el más conmovedor, el más significativo -aquel excelente de Rembrandt-, el más sublime o el más magistral no es una realidad fragmentada, ¿cómo podremos entender una vida plena y completa si ésta, por el contrario, sí lo está...? ¿Cómo podemos apreciar lo auténtico de una vida elogiable si hoy está todo desmembrado, edulcorado, envasado, adocenado, incluso con fecha insidiosa de vulgar caducidad? El filósofo alemán Walter Benjamin (1892-1940) dejaría escrito una vez: ¿Qué valor tiene toda la cultura cuando la experiencia no nos conecta a ella? Y Goethe, el gran poeta romántico alemán, también nos dejaría escrito: Todo lo que el hombre se dispone a hacer, ya sea fruto de la acción o de la palabra, tiene que nacer de la totalidad de sus fuerzas unificadas, todo lo aislado es recusable.    Por esto para la idea clásica de experiencia lo fragmentario era rechazable, condenable, inaceptable. Pero, sin embargo, la era de lo más completo -como todas las épocas- estaría destinada a morir...

Cuando los jóvenes soldados europeos marcharon decididos a los campos desolados de la terrible Guerra Mundial del año 1914, recordarían heroicos y nostálgicos las épicas gestas guerreras de sus ancestros románticos. Sólo que, esta vez, no resultaría así. Para ese terrible momento bélico había sobrevenido en Europa la más sangrienta, triste, devastadora y fragmentaria forma de morir en un campo de batalla. El mayor de los miedos de esos guerreros modernos no fue el miedo a la muerte o a las heridas; no, el mayor miedo de esos hombres fue por entonces ser malogrados por la mutilación, el despedazamiento o el desgarramiento más vil de una explosión devastadora. Por la fragmentación, en definitiva. ¿Hemos conseguido comprender por fin que sólo la cercanía a la experiencia más auténtica, completa y conmovedora es la única capaz de mejorar el futuro, nuestros sentimientos y nuestra posible creación ante la vida? El filósofo Walter Benjamin lo expuso de este modo en uno de sus ensayos (Experiencia y pobreza, 1933): El fragmentado, el mutilado, no puede seguir funcionando como si fuera el mismísimo Goethe camino de Nápoles (un viaje romántico, artístico y exitoso de Goethe a Italia en el año 1786), sino saberse o definirse como pobre o bárbaro y proceder por el camino del desgarramiento y la fragmentación.

(Óleo La ronda de noche, 1642, Rembrandt, Amsterdan, Holanda; Cuadro Rocas cretáceas de Rügen, 1818, de Caspar David Friedrich, Alemania; Óleo Álamos a orillas del río Epte, 1892, Claude Monet; Lienzo de Paul Cezanne, Las grandes bañistas, 1905, Fundación Barnes, Merion, Pensylvania, EEUU; Obra de Marcel Duchamp, Desnudo bajando la escalera, 1912, Museo de Arte de Filadelfia, EEUU; Fotografía de Marilyn Monroe en la biblioteca, experiencia falsa de pose diseñada; Obra Fragmentación, actual, de la pintora argentina María Ganuza.)

5 comentarios:

sacd@ dijo...

El arte es un modelo no es la verdad. Algo que se ignora pero por ello no se debe obviar, forma parte de nuestras vidas; ya sea un fragmento del cristal de la ventana por la que miramos he intentando percibir la realidad.
Un saludo.

Sigo tus migas de arte aún sabiendo que donde me lleven no pueda regresar.

Alejandro Labat (Arteparnasomanía) dijo...

Posiblemente sea más verdad que la verdad. Siempre se puede regresar, no creas. Gracias por tus inspirados comentarios.

Un saludo.

**kadannek** dijo...

No concuerdo mucho con el primer comentario; Supongamos que la verdad es relativa y por ende no absoluta, hay verdades individuales pues cada hombre y "su" arte es un mundo especial y distinto, entonces "su" arte es "una verdad" en la medida q él así lo piense o crea,una realidad para sí mismo. Pienso que el arte es definible,pero difícilmente llegaremos a un concenso sólido sobre qué es arte o quién es artista. ¿Algo es arte por el mero hecho de que alguien así lo diga, sin importar la calidad del resultado o los procesos de desarrollo sean cuales hayan sido? Complejo de responder.
Mi visión personal sobre el tema es que el arte cumple muchos fines; Es una terapia, es un camino instrospectivo, posee un lenguaje sagrado, oculto e inconciente, es un diálogo interno exteriorizado, sirve para comunicar, para desahogar, para hacer conciencia: No sólo es para expresar.

Encontré fascinante esta entrada, hay varias interrogantes. El arte toca muchos temas y trasfondos del hombre, la vida, la naturaleza y el universo. Por eso digo que al ser tan vasto cuesta encasillarlo; Para alguien puede ser una filosofía o el medio para comprobar o explicar sus ideologías y creencias, para otro, la única manera de encontrarse consigo mismo e intentar comprender al mundo y un interminabla "etc".

Alejandro Labat (Arteparnasomanía) dijo...

Absolutamente de acuerdo. Gracias por seguirme. Saludos.

sacd@ dijo...

Supongo que el acuerdo está con vosotros y el equivocado es el primer comentario. Solamente puse una ocurrencia podría haber sido otra cosa y a ver acertado.
Cuando uno se encuentra al borde del agua y ve caer las hojas de los árboles formando una alfombra de nostalgía. Deseando que las cosas; si perduran, por lo menos no sean transformadas a medias. Cuando uno forma parte de una sociedad que sus cerebros como espejos narcisistas se evaluan, enseñandose los retales de la savia de la vida. Qué importancia tiene el arte si los artistas no son los mimbres que elaboran las cestas donde se recolectan los frutos de los árboles y el arte es simple hojarasca atrapada entre los sueños de verdades relativas y absolutas.
Sólo son palabras sin más importancía que se les quiera dar. Supongo que los verdaderos colores son el blanco y el negro y tal vez los demás colores son sus hijos putativos.
Un saludo. Te admiro tu ascensión y yo como un alpinista novato deseoso de la siguiente escalada donde pueda contemplar un nuevo alumbramiento.