12 de enero de 2022

Una alegoría de la vida en el retrato de interior del realismo sensible más inspirado.


 

Corot fue un pintor de exteriores. Sus paisajes sensibles competían con el realismo desesperado de mediados del siglo XIX. Pocas obras de él disponían de un perfil humano sin más. Pero, al final de su vida, tal vez por la pesadez de ir a las afueras de la ciudad para plasmar belleza natural, recurriría el pintor a la socorrida escena de interior. Pero, lo que el romántico y realista creador francés consiguió con esta obra fue representar la alegoría más introspectiva de la vida humana. La expresión de una mujer leyendo había sido compuesta en las pinturas barrocas, románticas o impresionistas, pero ahora Corot consigue representar, sin el gesto de leer, otra cosa mucho más sublime: una simple alegoría de la vida humana. Porque la vida es justo todo lo que existe cuando se interrumpe una lectura. ¿Cómo se puede expresar tanto con tan poco? Corot lo consiguió. Lo hizo sin expresar nada más que el instante indefinido de una interrupción. Cuando leemos la vida se interrumpe, del mismo modo que, a la inversa, la lectura se interrumpe cuando aquélla regresa. El Arte había compuesto a sus personajes sagrados o profanos leyendo. Era la forma en que expresaban el sentido de introspección que la lectura ofrece. Pero nunca se había creado una escena tan definida de una abstracción con un instante artístico tan indefinido... no leyendo. No tenía sentido hacerlo. ¿Por qué si no se representaba un personaje leyendo? El mundo del ser humano no es lo que los pintores reflejan ahora en su obra, es a la abstracción del personaje leyendo. La vida humana en el Arte no interesó, realmente, hasta que, a finales del siglo XIX, comenzara un sentido existencialista a prevalecer. Este sentido ya se habría intuido por los novelistas del siglo anterior, cuando el ser humano empezaba a ser el objeto de interés de una narración y no las idealizaciones o generalizaciones tan distantes.

Al leer abandonamos la vida que vivimos y distraemos cualquier atención del mundo para introducirnos en otra esfera distinta. Es así como la vida se interrumpe ahora y deja de ser una manifestación consciente. Así que cuando, por algún motivo, interrumpimos la lectura volvemos a la vida. En su obra Corot expone un personaje que ahora está sosteniendo su libro interrumpido con un gesto meditabundo o melancólico. Toda una alegoría de la vida humana. Los filósofos idealistas radicales defendían que la vida no era más que lo que nuestro yo creía percibir; los realistas que era justo lo contrario, lo que existía a pesar de nuestro yo. Como pintor realista, Corot sabía que la vida se acerca bastante a esta última definición. Como pintor también romántico sabía que la vida podía disponer además de otros sentimientos. Es por esto que su obra Lectura interrumpida contiene las dos caras de su realidad artística. Nunca se definiría el pintor en una tendencia, así que sus obras rezuman tanto sensibilidad como realismo. Esta obra es la manifestación más aséptica de un retrato sin artificios. No hay nada más que una mujer y un libro entreabierto entre sus dedos. Las formas se mantienen huérfanas de color atribulado o de perspectiva profunda o de fondo iluminado. No hay nada que distraiga en su representación más que la abstracción propia del personaje. Su expresión estética encierra emociones o no encierra ninguna. Es por ello que lo que vemos es una percepción fragmentada del personaje, ya no hay una línea argumental de otra vida, una que no existe realmente, en la que estaba imbuida ella poco antes, ya no hay una historia que percibir ahora por ella. Tan sólo hay imaginación, distanciamiento y vacío. Lo que es la vida en sí cuando no hay nada que la distraiga. 

Por eso lo que consigue expresar con genialidad el pintor en su obra es la vida humana misma, lo que queda, aunque sea por un instante, después de haberla abandonado con otra vida distinta. No olvidemos que el pintor trata de expresar una alegoría de la vida con una imagen artística. Podríamos expresar cualquier representación estética de la vida en otra obra, en el Arte hay muchas, para decir ahora por ejemplo: esta es una alegoría de la vida humana. Pero no se trata aquí de definir la vida en general, ya que ésta es múltiple, compleja, confusa, incierta. Se trata mejor de comprender en un instante sensible lo que la vida humana es sin distracción, sin aditamentos, sin decoración alguna. Con la cualidad íntima de un gesto individual que representa la forma más objetiva de lo que es la vida humana. O de lo que no es.  Sólo los que se han sumergido alguna vez en la narración absorbente, maravillosa y exultante de un relato único, pueden entender el hecho de lo que, en esos momentos de placer absorbente, la vida deja de existir para introducirse en otra forma distinta de percibirla. Algo que no es la propia vida y que sólo empezará a ser cuando interrumpamos la lectura para regresar a la percepción de lo que es la vida. En esta interrupción, representada en la obra de Corot de manera genial por su simplicidad, se expresará, por oposición, por enfrentamiento con lo de antes, la alegoría de lo que es la vida. La que se había dejado antes, la que vuelve ahora, la que nos regresa ya al comienzo de todo, cuando, ansiosos, deseábamos empezar a sentir una sensación diferente, una que nos aleccionara o nos abandonara a la forma de percibir o sentir la vida real, no la romántica o la imaginada, sino la real o desapasionada que a veces vivimos.

(Óleo Lectura interrumpida, 1870, del pintor francés Jean Baptiste Camille Corot, Instituto de Arte de Chicago.)




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