31 de agosto de 2009

Una bella ciudad española, un gran pintor y una historia.



El antiguo enclave geográfico de la ciudad española de Segovia se remonta a muchos siglos atrás, antes incluso de la llegada y asentamiento de los romanos en la península ibérica. Sin embargo, fue Roma quien erigió el magnífico Acueducto a finales del siglo I, d.C., una extraordinaria obra de ingeniería civil romana, la más grande catalogada en España. Ignacio Zuloaga y Zabaleta (Éibar, Guipúzcoa, 1870 - Madrid, 1945) fue un pintor español, universal y vitalista, formado artísticamente con los impresionistas franceses de su tiempo. Pero, pronto encontraría el pintor su propio camino artístico, influenciado además por el momento que España vivía a finales del siglo XIX y su decadentismo finisecular. El estilo de Zuloaga fue a veces bastante dramático y muy realista, tanto que se le criticó por dar una visión demasiado oscura de su país.

Contribuyó el pintor modernista mucho a introducir el arte español contemporáneo en los Estados Unidos, y, por lo tanto, a ofrecer así un mejor conocimiento de lo hispano en ese país norteamericano. Sin embargo, sus obras de desnudos escandalizaron a la sociedad norteamericana puritana de entonces. Recorrió toda España y gran parte del mundo. Andalucía le fascinaría, donde acabaría viviendo durante los años 1892 y 1893 en la ciudad de Sevilla. En el año 1898 decidió instalarse por fin en Segovia, aprovechando que su tío Daniel, también artista y pintor, tendría allí su residencia y un taller artístico para crear y diseñar cerámica. En la antigua casa-palacio de los Ayala-Berganza, en el barrio segoviano de San Millán, se cometería un macabro crimen en la primavera del año 1892. Un francés que residía allí fue asesinado, junto con su sirvienta, por tres malhechores segovianos (Aquilino Vázquez, Enrique Callejo y Emeterio Salinas), aunque al parecer sólo pretendían robarle. Fueron ajusticiados por garrote vil en una de las últimas sentencias a muerte llevadas a cabo en la ciudad de Segovia.

El pintor Zuloaga decidiría alquilar esa casa-palacio en el año 1902 junto a su amigo Ramón Uranga, también pintor. Aquí instalarían ambos sus atriles y crearían sus obras con el estilo de aquel modernismo inicial hispano de comienzos del siglo XX. Según cuenta una leyenda, Uranga decidió bajar una tarde al sótano de la casa por primera vez; entonces le pareció ver entre las sombras un aquelarre de viejas con velas en las manos adorando a Satanás. La visión duró poco, y Zuloaga recogería más tarde esa escena en su misterioso cuadro Las Brujas de San Millán. Los dos pintores españoles tiempo después abandonaron la casa, llamada también La casa del Crimen o de las Brujas. Muchos años más tarde la casa-palacio pasaría a ser una carbonería antes de convertirse, en el año 1999, en un hotel que lleva el nombre de los Ayala-Berganza, aquellos primitivos pobladores que la casa tuviera muchos siglos atrás.

(Imágenes de la ciudad de Segovia, 2009; Cuadros del pintor Ignacio Zuloaga: Angustias con mantilla blanca y abanico, de la colección Gerstenmaier; Obra La Gitana y el Loro, colección particular; Cuadro Retrato del escritor Azorín -Subastado en Sotheby's; Óleo La Oterito en su camerino, Museo Zuloaga; Óleo Las Brujas de San Millán, Museo de Buenos Aires; Imagen del pintor Ignacio Zuloaga; Fotografía actual del palacio Ayala-Berganza, Segovia, España.)

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