En los primeros años del siglo II d.C., gobernando por entonces el inmenso imperio romano el augusto Marco Ulpio Trajano (52-117), nacido en la ciudad de Itálica (Hispania) -por tanto el primer emperador no italiano de la historia-, se construyó un gran faro en la costa cercana a la ciudad gallega de La Coruña -denominada por entonces Brigantium- y de muy grandes dimensiones para la época, faro que se acabaría llamando La Torre de Hércules. Funcionó como faro durante casi trescientos cincuenta años ininterrumpidamente, ofreciendo su luz y su guía a multitud de barcos que hacían la ruta del norte desde el estrecho de Gibraltar.
Al declive del imperio romano de occidente (siglo VI) deja de usarse como tal y no se reutilizaría de nuevo sino hasta el siglo XVII, es decir, que hasta más de mil doscientos años después no se volvería a utilizar con su antigua función. En aquellos años se instalaron unas torrecillas en su cúspide y se colgaron unos faroles apropiados para permitir orientar y mejorar la navegación por esas difíciles y duras costas gallegas. Pero no fue sino hasta finales del siglo XVIII, el siglo ilustrado, cuando se realizaron las reformas necesarias para mejorar y acondicionar el faro completamente. Obras que configurarían su aspecto actual (porque nada tiene que ver hoy con su antigua construcción romana, salvo los cimientos). Actualmente sigue utilizándose La Torre de Hércules, desde su antiguo emplazamiento, para auxiliar a los barcos en su paso por las difíciles y fieras costas de Galicia.
(Imágenes de la Torre de Hércules, de la costa coruñesa y de la ciudad de La Coruña, España.)
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