18 de enero de 2011

Imitaciones y copias en el Arte y sus autores: a veces creaciones excelsas, otras taimadas y otras espurias.



Según contaban las antiguas crónicas españolas de Indias, al sur del istmo de Panama se situaba la vasta y salvaje selva del Darién donde se extendía un maravilloso lugar llamado Dabaibe...  Habitado por el feroz pueblo de los cunas, esta región inexpugnable tenía la fama de poseer una gran riqueza escondida entre sus árboles. Decían que existía un inmenso templo donde los caciques del lugar habrían ocultado una gran cantidad de joyas y objetos preciosos. Al parecer, describían un edificio enorme con las paredes recubiertas de piedras preciosas que, sin embargo, se encontraba en medio de toda aquella jungla imposible. El descubridor Vasco Núñez de Balboa (1475-1519) fue el primero en intentar encontrarlo, inútilmente. El gobernador de Veragua, Pedrarias Dávila, enviaría una gran expedición compuesta por unos trescientos hombres. Esa expedición fue rechazada tanto por la selva como por los feroces cunas. Otras tantas tentativas se llevaron a cabo, pero nunca se hallaría aquel fabuloso templo de Dabaibe.  Es seguro que el Templo de Dabaibe jamás existió. Pero, sin embargo, Núñez de Balboa -según se contaba- sí que recibió de un cacique llamado Tumaco gran cantidad de joyas y de perlas acuíferas, éstas de un extraordinario tamaño.

Años después, en el recién descubierto océano Pacífico, fueron halladas las islas de las Perlas, llamadas así por la multitud -y tamaño considerable- que de esos moluscos se encontraron allí. En una de las remesas de esas perlas de gran tamaño que se enviaron a España, una de ellas -o varias, no se sabe bien- terminaron en las manos de Felipe II.  El caso es que a la corona española le llegó una perla que se acabaría denominando La Peregrina. Y no en balde se llamaría así, ya que su peregrinar -o el de varias de ellas- terminaría entre los collares o sombreros de algunas de las cabezas más regias de Europa. Una de esas cabezas coronadas fue la reina de Inglaterra María Tudor, monarca que acabaría casándose con el príncipe Felipe de España en el año 1554. Este futuro rey terminaría regalándole a su esposa inglesa una de esas perlas americanas. Pero también, según otras crónicas, se la ofrecería -¿ésta u otra perla?- a su siguiente esposa, la francesa Isabel de Valois, cuando ya fuera rey de España en el año 1560.

En el caso de la reina inglesa tenemos un retrato suyo del pintor Antonio Moro (Anthonis Mor) (1515-1578), donde se observa La Peregrina.  En el caso de Isabel de Valois, no existe ningún retrato contemporáneo de ella en el que aparezca esa perla. Sí existe un retrato del pintor Pantoja de la Cruz (1553-1608), pero fue una copia hecha luego en el año 1605 -años después de fallecer la reina Isabel- de un retrato anterior de ella donde no lucía la joya. Vuelve a aparecer otra vez la Perla Peregrina en otro cuadro real del año 1635, cuando Velázquez pinta a la esposa del rey Felipe III, Margarita de Austria, con otra Perla Peregrina. ¿Era la misma perla? Otra historia cuenta que el rey Felipe IV de España le regaló a su hija María Teresa de Austria esa perla peregrina por su boda con el rey francés Luis XIV en el año 1660. Hubo, por tanto, otra perla Peregrina en Francia hasta su desaparición en plena Revolución francesa. También existió otra perla Peregrina -¿la misma perla?- que continuaría en la Corona española hasta que el rey napoleónico José I Bonaparte, al huir de España en el año 1813, se la llevara consigo. Acabaría la perla en manos de la familia bonaparte hasta que el emperador Napoleón III, sobrino del famoso emperador, la tuviera que vender para financiar sus propósitos políticos en Francia.

Tiempo después la compran unos aristócratas ingleses, que la vuelven a vender a principios del siglo XX. Muchos años después, en 1969, en una famosa subasta celebrada en la ciudad de Nueva York, el actor Richard Burton la adquirió entonces para su célebre esposa, la actriz Elizabeth Taylor. Pero, de existir tan magnífica perla, ¿cuál fue la primera y única perla Peregrina, aquella verdaderamente original...?   Hay joyas u objetos artísticos muy antiguos que difícilmente pueden certificarse, aunque sean joyas auténticas, porque lo pueden ser, pero, ¿fueron aquélla...? Algunos grandes pintores entendieron que copiar obras de otros maestros era uno de los mayores homenajes que se les pudiera hacer. De ese modo, Rubens copiaría literalmente varias obras del genial Tiziano cien años después. Pero, otros pintores, no tan famosos, quizá por vanidad, quizá por interés, tal vez por ambas cosas, crearon obras de Arte donde imitaron a sus admirados creadores. No les copiaron sus obras, sólo imitaron su estilo; pero, sin embargo, sí copiaron otra cosa: el nombre, la firma famosa. Eso les malograría. Aunque, posiblemente, no acabaría por importarles nada ya que consiguieron la fama eterna, esa misma que los pinceles y sus propios lienzos artísticos nunca les llegaron a ofrecer.

(Cuadro de Rubens, La Bacanal de los Andrios, 1635, Museo de Estocolmo; Cuadro de Tiziano, La Bacanal de los Andrios, 1520, Museo del Prado; Óleo de Han Van Meegeren, Los discípulos de Emaús, 1937, Holanda, imitador y fraudulento creador de obras similares a Vermeer; Óleo del gran pintor holandés Vermeer, Cristo en casa de Marta y María, 1655, Galeria de Escocia, Edimburgo; Cuadro de Van Meegeren, 1889-1947, Cristo y la adúltera, 1935, Holanda; Fotografía en Alemania de soldados americanos recuperando obras -equivocadamente- del genial Vermeer, éstas fueron adquiridas por el jerarca nazi Göering creyendo que eran de Vermeer, pocos años después fueron desmentidas por los expertos, y así descubierto el falsificador Han Van Meegeren, detenido y juzgado; Cuadro del pintor Gauguin, Les Parau, Parau, 1891, Hermitage, San Petersburgo; Óleo del falsificador húngaro Elmyr De Hory, 1906-1976, Mujeres en Tahiti, imitando el estilo -y la firma- de Gauguin; Óleo del gran pintor Modigliani, Retrato de mujer con sombrero, 1917; Cuadro del falsificador Elmyr De Hory, imitando a Modigliani; Óleo del pintor Antonio Moro, Reina María Tudor, 1554, luciendo la Perla ¿Peregrina?; Cuadro de Velázquez, Retrato ecuestre de Margarita de Austria, 1634, donde se observa la Perla Peregrina; Cuadro del pintor Pantoja de la Cruz, Isabel de Valois, 1605, en donde se ve la Perla en su tocado, aunque en ese año la reina estaba muerta, fue un retrato de un retrato, al cual le añadió el pintor la Perla en su vestuario, al parecer; Fotografía de la actriz Elizabeth Taylor luciendo un collar con, al parecer, la Perla Peregrina; Fotografia de Elmyr De Hory, 1971; Fotografía de Han Van Meegeren en su juicio, 1946.)

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