El escritor británico Thomas Burke (1886-1945) publicaría en el año 1916 su novela Noches de Limehouse, un compendio de cuentos narrados acerca de un suburbio degradado del Londres de principios del siglo XX. La narración melodramática describe un lugar marginal donde la inmigración asiática competía con los depauperados habitantes nativos. Todo esto sirvió por entonces de escenario a una inusual y atrevida historia de amor. El director pionero más famoso del cine americano, David Wark Griffith (1875-1948), adquiriría los derechos de la novela y realizaría una inédita película en el año 1919, muy lejos de sus grandiosas producciones (El nacimiento de una Nación, Intolerancia) que tanto le consagrarían en la historia del cine. En esta película, a cambio, la mayor parte de las escenas fueron rodadas en interior y en apenas dieciocho días. Muy dramática y dura, la película contaría con la participación de una joven actriz, Lillian Gish (1893-1993), que llevaría a cabo una de las escenas de terror y miedo más impactantes y verosímiles jamás rodadas en el cine. Al mismo tiempo, la interpretación de su violenta muerte es de una asombrosa genialidad. Lillian Gish tuvo en Griffith a un mecenas que la llevaría al estrellato en los inicios del cine mudo americano de entonces.
La película muda escenifica una relación interracial entre un inmigrante chino y una joven londinense. Él, un extravagante idealista de convicciones budistas, perseguía al marcharse de su país predicar el budismo como la mejor forma de vivir en este mundo. Sin embargo, va a parar a un barrio muy pobre londinense, donde ahora ella -su amor imposible-, una joven maltratada y vejada, malvivirá con su padre ex-boxeador y alcohólico, un ser terriblemente violento e incestuoso. El budista chino acabará siendo absorbido fatalmente por lo mismo que, curiosamente, él desearía cambiar. Ahora vive como sus vecinos, con los mismos deseos y vicios que él deseaba tratar. Aun así, se encuentra una vez con la joven maltratada, y entonces queda enamorado irremediablemente de ella. Pero, ahora, no puede salvarla, ni siquiera con su nuevo amor terrenal recién descubierto. El padre de ella, ahora su rival, no hace sino seguir su propio, terrible e inevitable destino criminal: acabará matando a su hija antes de que el joven oriental consiga redimirla. La película es considerada como una de las mejores rodadas jamás. Una de las escenas, donde la joven se esconde en un armario y el padre la busca con violenta ira, es una muestra de la magistral obra de arte que es gracias a la verosímil interpretación de los actores.
(Imagen de la actriz norteamericana Lillian Gish; Cartel de la película Broken Blossoms -Lirios Rotos o La culpa ajena-, 1919; Fotogramas de la película Lirios Rotos, 1919; Fotografías de Lillian Gish; Fotografía del director David Wark Griffith.)
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