A principios del siglo XIX, en plena cúspide del Romanticismo, sobrevino un ligero sentimiento de decadencia y hastío en la sociedad europea, de una cierta sensación de lo inútil, extraño y vano de la existencia. La literatura tuvo en la novela de Goethe Las desventuras del joven Werther la expresión más significativa de lo que se dio en denominar por entonces el mal del siglo. Se entendía con esto el fenómeno por el cual las generaciones más jóvenes se abocaban en una crisis de creencias y valores. A comienzos del siglo XIX fue causado por un siglo anterior muy racionalista, un siglo que había dejado luego entre los jóvenes un cierto vacío existencial o espiritual. A ello contribuyó además un enciclopedismo insensible y a ultranza que habría logrado hacer saltar hecha pedazos las mínimas bases metafísicas de la sociedad dejando huérfanas las demandas de sentido. A comienzos del siglo XX sucedió algo parecido en el periodo de entreguerras (1919-1939). Después de la última guerra mundial, en los años cincuenta del siglo XX, un existencialismo útil volvería a justificar el anhelo sempiterno de los seres humanos por tratar de encontrar un sentido auténtico a sus vidas.
Cuando Goethe, viejo y desilusionado de la vida, se enfrentase a su pasado en los inicios del siglo XIX, sintió por entonces un profundo desagrado por aquella novela tan desoladora de su juventud. Lamentaba la indeseada fama que le otorgase, pues a la vez se dio a conocer su frustrada historia de amor juvenil. Muy resumidamente, el argumento del joven Werther describía un amor imposible, un sentimiento donde el protagonista acabará seducido por el amor que siente ahora por una mujer comprometida. Ella no consiente en verlo, pero, al insistir él, consigue el joven Werther al menos declararle su amor. El presentimiento de él entonces es, sin embargo, fatídico. Presiente que alguien debe morir... Como no desea hacer daño a otro ser entiende que es él quien deberá sufrirlo. Escribe una última carta a su amada donde le solicita una pistola para el largo viaje que emprenderá solo. Cuando el joven Werther recibe el arma entiende así -equivocadamente- que es ese realmente el deseo sincero de su amada... Decidirá, por fin, quitarse entonces la vida.
La narración sentimental de una vida es, por ejemplo, el compendio de la obra pictórica del autor británico Jack Vettriano (Escocia, 1951). En su temática pictórica abunda la estética de los años de entreguerras -los años treinta del siglo XX-, una época propicia para el desencanto, la inacabada historia, el afán malogrado, la belleza seductora, el final trágico o el ensoñamiento definitivo. En esta secuencia pictórica provocada y circunscrita adrede he tratado de describir el itinerario sentimental e inevitable de una vida (de arriba abajo y de izquierda a derecha), con la seducción, la complacencia, el arrebatamiento, la relajación, el estruendo, la distancia, el reencuentro, la tentación de nuevo, la desidia, el desenlace dramático, la ruptura definitiva y el desarraigo. Finalmente, la visión sosegadora y reflexiva de todo ese itinerario sentimental y vital. Así, con la maestría del Arte contemporáneo de Vettriano. Así, con la desenvoltura de un artista que ha sabido representar la emoción sentimental de una vida con la estética de una época.
En el sagrado libro bíblico del Eclesiastés (3, 1-8), los sabios hebreos antiguos escribieron ya algo que, con sus simples palabras legendarias, alumbrarían así un sentido lúcido a la incertidumbre que nos sobreviene a veces en los momentos sentimentales humanos de profunda incomprensión, desarraigo o sorpresa: Todas las cosas tienen su tiempo; todo lo que pasa bajo el sol tiene su hora. Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; hay un tiempo para plantar y otro para arrancar lo plantado. Hay un tiempo de sacrificio y un tiempo de curación, hay un tiempo de destruir y un tiempo de edificar. Un tiempo para llorar y un tiempo para reír; hay un tiempo de entregarse al luto y un tiempo de darse a la danza. Hay un tiempo de desparramar las piedras y un tiempo de recogerlas; hay un tiempo de abrazar y un tiempo de dejar los abrazos. Un tiempo de buscar y un tiempo de perder; un tiempo de guardar y un tiempo de tirar. Un tiempo de rasgar y un tiempo de coser; hay un tiempo para callar y hay un tiempo para hablar. Un tiempo para amar y otro para aborrecer; hay un tiempo para la guerra y hay un tiempo para la paz.
(Cuadros del artista escocés Jack Vettriano, movimiento contemporáneo, varias obras, 1992-2000.)
Vídeo homenaje al pintor Vettriano:
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