11 de septiembre de 2011

Más allá del puro goce estético o cuando la inquietud liberó la emoción: el Arte moderno.



A finales del Impresionismo algunos creadores sintieron la necesidad de expresar las formas de otro modo. Llegaron a despersonalizar esas formas frente al color, llegando a esbozar la primera impresión que vieran en la naturaleza de manera distinta a como lo hacían los impresionistas. Entonces, el Arte de plasmar belleza comenzaría a dar los primeros pasos hacia su culminación definitiva. Había llegado ya el final de la pintura primando las formas bellas sobre cualquier otra cosa. Se presentía por entonces que algo debía hacerse de otro modo. Era más que innovar: era ir mucho más allá que sus maestros; era ser original a pesar del propio Arte, de que incluso éste dejara de ser lo que había sido hasta entonces. Así que, durante el año 1907, unos creadores europeos empezaron a revolucionar la forma de pintar en el mundo. A partir de ese momento todo estaría permitido para expresar, con trazos y tonalidades diferentes, aquellas emociones primigenias que el ser humano hubiera sentido antes siempre desde los albores de su prehistoria. El Cubismo se asomaría entonces tímido, pero convencido de que las dimensiones bellas de las formas estéticas no eran cosas que pudiesen servir ya para manifestar sentimientos artísticos en un lienzo. En la primavera del año 1907 Pablo Picasso (1881-1973) se atreve, por fin, y pinta un cuadro que inicia el movimiento cubista. Con ese movimiento comenzaría la muerte de todo el Arte anterior, fuese clásico o no.

Su obra Las señoritas de Avignon trató de mostrar la sensualidad que todos los pintores anteriores a Picasso habían querido representar en sus obras. Pero ahora por primera vez todo se deformaría, se afearía o se desnaturalizaría absolutamente. Otro compañero de Picasso, Georges Braque (1882-1963), se fija en los paisajes del neoimpresionista Cézanne -el creador que les había ayudado a saltar ese vacío artístico- y utilizaría los mismos paisajes clásicos del mediterráneo francés para plasmar ahora su nueva técnica revolucionaria. L´Estaque es una pequeña población costera del sur de Francia que había sido un escenario idílico para muchos pintores que vieron en sus paisajes azules, cálidos o verdes el modelo clásico perfecto para su inspiración. Pero, para cuando en el año 1907 el pintor mexicano Diego Rivera (1886-1957) es pensionado a viajar a Europa, llega a Francia y luego a España y descubre, fascinado, un mundo artístico que comienza radicalmente a cambiar. Sin embargo, la personalidad artística de este creador le dirige tiempo después en sentido contrario, pero antes comienza Rivera utilizando el Cubismo como arma creativa con la que llegaría a alcanzar a sus colegas europeos. Diez años más tarde, abandonaría Rivera esta tendencia moderna para regresar al estimulante y sugestivo Post-impresionismo de su admirado Cézanne. Tiempo después del Neoimpresionismo surge un artista rompedor que llevaría el color a su máxima forma de expresión moderna, a protagonizar con los colores la misma pasión que los neoimpresionistas habían hecho antes, pero ahora exacerbándolo todo hasta llegar a un paroxismo estético extraordinario. Henri Matisse (1869-1954) sería el último eslabón de esa cadena artística que haría explosionar el Arte para convertirlo en otra cosa muy distinta de lo que había sido antes.

Ya no se podría avanzar más sin caer en la modernidad total. Matisse había llegado a lo más lejos que se podía llegar en el arte de pintar como se conocía hasta entonces. A partir del año 1910 todo cambiaría para siempre en el Arte... y en la vida. De hecho, fue el período más revolucionario -social y políticamente- de toda la historia de la humanidad. Comenzaría precisamente en la patria de Diego Rivera ese mismo año, continuaría luego en la Rusia zarista del año 1917 y culminaría después en los arrabales de algunas ciudades europeas en los años treinta. Y, poco después, la Segunda Guerra Mundial cambiaría el mundo del todo y para siempre. Lo cambiaría todo mucho más de lo que ningún fenómeno histórico anterior hubiera cambiado antes nada. Porque después del año 1945 nada continuaría como antes. Ahora era el desarrollo económico más feroz, también la obsesión por la paz a cualquier precio, o la búsqueda también del mejoramiento de la sociedad fuese como fuese. Para entonces, finales de los años cuarenta, los creadores artísticos se perdieron y desorientaron del todo. No había referentes ya para el Arte, ahora todo se transformaría drástica y radicalmente. No se podía volver atrás ni para inspirarse... O todo era distinto ya o se corría el riesgo de perecer. Los habitantes de Europa y América, los responsables de todo aquel desastre bélico y social, se refugiaron en la evasión y en el estupefaciente embriagador de la psicodelia, padeciendo además un cierto sentimiento de culpa que les llevaría a tratar de conseguir salvar a los más desfavorecidos de la Tierra. Se alcanzaría así la convicción luego, en la sociedad postmoderna, de que la víctima no sería sólo el propio ser humano sino también su maravilloso y único entorno natural.

Con ese desarrollo tecnológico tan feroz y despiadado, con la locura más frenética, alterada y desconcertante de la sociedad postmoderna, los creadores artísticos no encontraron ya nada nuevo para expresar. Todo era ya diferente -no solo la inspiración sino la realidad social- a como había sido antes. El reto artístico no se satisfacía ya con tendencias o formas o maneras nuevas, porque no había nada nuevo que se pudiera hacer ya. Las emociones no tenían forma de encontrar referentes porque ni siquiera se sentirían aquéllas del mismo modo. Las imágenes y sus alardes en los comienzos del siglo XXI no encierran ya ningún secreto para nadie. Y sin misterio no hay nada que hacer para sobrecoger el ánimo creando Arte. Quizá por esto vuelven algunos creadores a querer experimentar aquella rara sensación que sentían los seres humanos antes cuando deseaban expresar algo nuevo. Pero ahora, tal vez, tan sólo sea el medio la única innovación posible, no lo que se diga con él. Es decir, descubrir ahora una nueva forma de comunicar, una nueva manera de vehicular la expresión, de hacer sentir algo nuevo, o de transmitirlo así, con la tecnología que sea, para tratar de volver a alcanzar aquel primitivo, necesario y salvador deseo inevitable..., ese de querer entender el mundo.

(Óleo Naturaleza muerta española, 1915, Diego Rivera, National Gallery of Art Washington; Cuadro Retrato de M.A. Voloshin, 1916, Diego Rivera, Ucrania; Óleo de Diego Rivera, Dos mujeres, 1914, EEUU; Pintura de Diego Rivera, Desnudo, 1919, México; Óleo Las bañistas, 1875, Paul Cézanne, Nueva York; Cuadro del pintor Paul Cézanne, El mar de L´Estaque, 1879, París; Óleo Mar en Collioure, 1906, del pintor Henri Matisse; Cuadro Bahía de Normandía, 1909, Georges Braque; Óleo Casas en L`Estaque, 1907, Georges Braque; Cuadro Las señoritas de Avignon, 1907, Pablo Picasso, Nueva York.)

No hay comentarios: