Poseer el momento único que proporciona el Arte cuando el creador contempla su obra perfecta, esa deberá ser ya la mejor y más conseguida obra del mundo. ¿Cómo saber entonces que es ésa?, ¿cómo no pensar que pueda superarse en otra? Y, si ya es esa obra, ¿por qué perseguir compulsivamente la creación para alcanzar la más sublime? ¿Es que acaso no lo llegará a ser nunca? Y, si lo fuera, ¿dónde está? A los creadores inmortales les debe suceder como a los seres mortales y normales, que los haya que sientan una honesta y sincera pulsión por obtener su creación estéticamente plausible. Pero los debe haber también que sólo sean genios naturales, es decir, que obedezcan así a una oscura, indiferente, irrefrenable o irremediable forma de crear. Cuando a Rubens, el gran pintor flamenco, se le presentara la ocasión de componer la obra Juicio mitológico de Paris utilizaría de modelo a su esposa Helena Fourment, muchos años más joven que él, en un alarde ahora de belleza dominado tanto por su vida como por su arte. Creador abundante y genial, mantenía un taller además donde sus alumnos contribuían a la prolífica obra del maestro. En esta creación mitológica su esposa Helena representa a la diosa Venus, personaje que ahora apenas se cubre aquí su cuerpo con un delicado manto rojo. ¿Cuánto sentimiento de exquisitez absoluta y magnífica, de obra conseguida y jamás superada, llegaría a sentir con esta creación el genial pintor flamenco?
Tanto crearía Goya que muchas de sus obras han sido de dudosa autoría, pero algunas finalmente han sido devueltas a su firma. Una de ellas lo fue La Lechera de Burdeos, creación que se había pensado que fuera debida a Rosario Weiss Zorrilla (1814-1843), alumna y posible hija natural de Goya. Leocadia Zorrilla -esposa de Isidoro Weiss- había sido amante del pintor y madre de Rosario. Tal semejanza de estilo tuvo Rosario Weiss con su padre que obras de Goya siguen aún siendo de dudosa titularidad entre ambos. En el caso del pintor aragonés su obra es fundamentalmente sentida, nada mercantil ni industrial ni calculada. ¿Conseguiría calmar Goya aquella sensación tan compulsa de creación excelsa y única con alguna de sus realizaciones artísticas más perfectas? El filósofo danés Sören Kierkegaard publicaría en el año 1845 su obra Estadios en el camino de la vida. Establecía este filósofo que el primero de ellos es el estadio estético para luego alcanzar el ético y, posteriormente, el espiritual. Se comenzaba en un camino -el estético- para acabar en el último -el espiritual- consiguiendo por fin el sentido definitivo y final de la vida, no habiendo ya vuelta atrás y estando para entonces totalmente salvados.
Sin embargo, no es tan fácil proseguir de ese modo en la propia vida personal. Porque el primero -el estadio estético- es la búsqueda inmediata del placer, la huida del dolor, y así se apega entonces el sujeto al momento presente. Si hay luego otra cosa aún más grandiosamente bella en el camino, no dudará el sujeto en cambiar su senda. Es por tanto un ser que en ese estadio alcanzará a satisfacer su anhelo -así lo creerá-, pero que, sin embargo, algo más tarde, de ese mismo anhelo pronto se cansará. Es en este momento cuando la desesperación más silenciosa sobreviene en el individuo. El placer se obtiene y se satisface pero, entonces, algo más tarde, acabará desvanecido para siempre. ¿Pudieron los creadores continuar por los estadios subsiguientes sin desfallecer? ¿Podremos los seres humanos -todos, también los creadores excelsos o no- saborear sin rubor ni desasosiego lo alcanzado alguna vez como lo más glorioso en nuestra vida para, a cambio, no volver a desear otra cosa más que la que ahora contemplamos satisfechos? La vida no detiene su argumento o rueda vital por nada nunca, aunque tampoco obliga a cambiar de guion a cada instante... Sin embargo, si algo fue ya del todo extraordinario, ¿por qué volver a clamar al aire los fervientes sonidos anhelosos de una desesperada nueva forma ahora de obtenerlo? Porque, ¿qué cosa extraña y maliciosa nos llevará de nuevo así, una y otra vez, a tratar de conseguirlo?
Sin embargo, no es tan fácil proseguir de ese modo en la propia vida personal. Porque el primero -el estadio estético- es la búsqueda inmediata del placer, la huida del dolor, y así se apega entonces el sujeto al momento presente. Si hay luego otra cosa aún más grandiosamente bella en el camino, no dudará el sujeto en cambiar su senda. Es por tanto un ser que en ese estadio alcanzará a satisfacer su anhelo -así lo creerá-, pero que, sin embargo, algo más tarde, de ese mismo anhelo pronto se cansará. Es en este momento cuando la desesperación más silenciosa sobreviene en el individuo. El placer se obtiene y se satisface pero, entonces, algo más tarde, acabará desvanecido para siempre. ¿Pudieron los creadores continuar por los estadios subsiguientes sin desfallecer? ¿Podremos los seres humanos -todos, también los creadores excelsos o no- saborear sin rubor ni desasosiego lo alcanzado alguna vez como lo más glorioso en nuestra vida para, a cambio, no volver a desear otra cosa más que la que ahora contemplamos satisfechos? La vida no detiene su argumento o rueda vital por nada nunca, aunque tampoco obliga a cambiar de guion a cada instante... Sin embargo, si algo fue ya del todo extraordinario, ¿por qué volver a clamar al aire los fervientes sonidos anhelosos de una desesperada nueva forma ahora de obtenerlo? Porque, ¿qué cosa extraña y maliciosa nos llevará de nuevo así, una y otra vez, a tratar de conseguirlo?
(Óleo de Rubens, El Juicio de Paris, 1639, Museo del Prado, Madrid; Cuadro de Goya, Magdalena Penitente, 1797; Óleo magnífico del genial pintor del Renacimiento Rafael Sanzio, Retrato de Bindo Altoviti, 1514, Galería Nacional de Arte, Washington, EEUU; Obra de Goya, La Lechera de Burdeos, 1827, Museo del Prado; Obra Una Manola, doña Leocadia Zorrilla, 1823, pintura mural de la Quinta del Sordo, pasado a lienzo, Museo del Prado; Obra Cincinato abandona el arado para dictar leyes a Roma, 1806, del pintor neoclásico español Juan Antonio Ribera, Museo del Prado, Madrid; Óleo del pintor academicista francés Alexandre Cabanel, Cincinato recibe a senadores de Roma, 1851, este personaje de la historia de Roma -519,a.C.-439,a.C.- fue un patricio romano virtuosísimo y desinteresado, que entregó ya su sabiduría para salvar a Roma en sus conflictos políticos y bélicos, en su honor una ciudad norteamericana llevará su nombre, Cincinnati, Ohio, EEUU.)
11 comentarios:
Y el arte en numerosas ocasiones nos lleva a la felicidad. Yo he tenido el placer de alcanzarla durante el año en innumerables ocasiones de la mano de tu blog, aprendiendo y al mismo tiempo disfrutando.
Gracias por tu felicitación y mis mejores deseos para el próximo año.
Un abrazo.
Felicidades es un deseo abstracto, y todos los días es una ilusión. Pero el Arte en todas sus formas, también en ésta, nos ayuda siempre. Gracias a ti por hacerlo ver de vez en cuando.
Que 2013 sea algo más que un nuevo año.
Un abrazo.
Estupenda la síntesis literaria y gráfica que nos das de esta mujer, genio olvidado y humillado.
Un abrazo y que pases unos días agradables en estas fechas navideñas.
Creo que en el ARTE como en toda actividad del ser humano, hay algo que le mueve en la búsqueda de la perfección, de algo más que no se sabe que es pero que alimenta el motor que ha hecho que lleguemos hasta aquí aunque sepamos que esto es finito. Creo que esa es la grandeza del ser humano, seguir trabajando en una obra que, se sabe, no se podrá terminar.
Un abrazo.
Esa búsqueda es básica para la creación, para la vida y para el Hombre. Felicidades y un virtual y próspero 2013!
Un abrazo.
Siempre me he sentido incomodo en demostrar las emociones ante los humanos adultos.
Un abrazo no sé darlo aunque lo desearía. A lo largo de los años he mejorado.
Un abrazo.
El Arte obra maravillas... Un abrazo.
Impecable post, Alejandro; donde esté un buen Rubens... Te deseo lo mejor en estas fiestas y un año nuevo lleno de arte y creatividad. Abrazos.
Muchas gracias, Paco, lo impecable es Rubens... Felicidades y un 2013 inevitablemente mejor!
Un abrazo.
La obra perfecta, al igual que la felicidad, es una utopía, una entelequia.
La felicidad terrenal estriba precisamente en recorrer el camino que nos lleva hacia ella. Cuanto más lejos lleguemos, más plenos nos sentiremos.
Un abrazo de tu compañero bloguero, y sin embargo amigo,
Pepe Becerra
El Arte es una forma de felicidad. La diferencia entre ambas es que ésta no es un fin de aquélla, sino una consecuencia. Lo que, sin duda, es además una tranquilidad.
Un abrazo amigo.
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