12 de octubre de 2010

Una pasión imposible, una obsesión por saber, dos hombres y una mujer.




El profesor en psiquiatría y eminente psicoterapeuta norteamericano Irvin Yalom escribiría en el año 1992 su novela El día que Nietzsche lloró. Un relato que, si bien es de ficción, está basado parte en la vida real de sus protagonistas, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) y la escritora y psicoanalista rusa Lou Andreas Salomé (1861-1937). Esta extraordinaria mujer nacida en la Rusia zarista de San Petersburgo desarrollaría una gran fascinación y curiosidad por el conocimiento humano y sus misterios. Recibiría una exclusiva y excelsa formación gracias al apoyo de su burguesa y cultivada familia rusa. Con apenas veinte años de edad viaja con su madre por toda Europa donde pudo acceder a los círculos literarios e intelectuales más avanzados de la época. En uno de ellos conoce al escritor y filósofo alemán Paul Ree (1849-1901), llegando a fascinarse tanto por la personalidad intelectual de éste que comenzaron una estrecha amistad. En esa seducción personal caería Ree más como amante víctima que como favorecido o beneficiado amado. Aunque él se enamoraría irremediablemente de Lou Salomé, ésta tan sólo necesitaba un compañero inteligente nada más, una persona con la cual enriquecer así su propio intelecto y curiosidad. Pero luego un amigo de Paul Ree, Nietzsche, le sería presentado a Lou Salomé en una ocasión y entonces sentiría otra mayor atracción y fascinación por este gran escritor y filósofo alemán tan original. Pero sólo también eso...

Los tres juntos recorrieron Europa y ella acabaría convirtiendo a Nietzsche en otro obsesionado amante, del todo totalmente enamorado de ella como lo hiciera antes su amigo. Siguieron juntos viajando hasta que Nietzsche ya no pudo más, y acabaría proponiendo matrimonio a Lou Salomé en una tarde despiadada. Ella lo rechazaría del mismo modo como había rechazado antes a su amigo Paul. Éste último veinte años después terminaría suicidándose en el mismo lugar donde la había conocido. Sin embargo, el gran filósofo Nietzsche, a pesar de no poder soportar el fracaso, decidiría marcharse de su lado partiendo lejos en un solitario viaje por Italia. Aquí terminaría escribiendo, como un resorte de alivio personal, un gran poema filosófico fundamental en el pensamiento europeo: Así habló Zaratustra (1883), la obra más conocida del genial filósofo alemán. En la ficción de la novela de Yalom, Nietzsche sufrirá un acceso de locura que le llevará a una depresión terrible. Lou Salomé tratará de resolverla con la ayuda del médico y psicólogo Josef Breuer (1842-1925), el cual no sólo utilizará procedimientos para el mal físico sino para el mental. 

Lou Andreas Salomé se llegaría a casar sólo una vez en su vida, por compromiso, con un orientalista obsesionado también con ella. El matrimonio, sin embargo, fue célibe durante muchos años, lo cual no sería obstáculo para llegar ella a mantener otras relaciones con otros tantos personajes, conocidos o no, como la que mantuviera con el gran poeta checo Rainer María Rilke. Lou Salomé escribiría muchas novelas y ensayos, pero fue más conocida al final de su vida gracias a su dedicación al psicoanálisis. Mantuvo un gran contacto con Freud en los inicios del tratamiento psicoanalítico. Falleció en Gotinga (Alemania) en el año 1937, cuando por entonces los nazis recorrían las ciudades alemanas obligando a los intelectuales a abjurar de sus obras. Se cuenta que estando ella enferma grave, cuando llegan a su casa los camisas pardas esperaron en su calle hasta que acabase Lou de fallecer, para así poder entrar sin miramientos. Luego quemaron todos sus escritos, documentos y libros. Tanto respeto -o pudor- sentirían por aquella extraordinaria, obsesionante y arrebatadora mujer pensadora.

(Imagen del cartel de la película El día que Nietzsche lloró, 2007; Fotografía de Lou Andreas Salomé, 1900; Fotografía de la joven Lou Salomé, 1877; Fotografía del escritor y filósofo alemán -amigo de Nietzsche- Paul Ree, 1870; Fotografía de estudio en 1882, donde aparecen Lou Salomé, Ree y Nietzsche; Fotografía de Nietzsche, 1870; Fotografía de Lou Andreas Salomé, 1890.)

Vídeos de la película El día que Nietzsche lloró, 2007:

11 de octubre de 2010

Dos mismas o semejantes creaciones... pero una misma inspiración.



El rey castellano-leonés Alfonso X el Sabio (1221-1284) relataba en su cancionero medieval Las Cantigas de Santa María (1250) -unas recopilaciones de algunos milagros de la Virgen María-, el prodigio de la resurrección de un monje cisterciense gracias a la leche brotada de uno de los senos de la Virgen. Mucho antes de compilar esa leyenda, en el año 14 de nuestra era, el escritor romano Valerio Maximo relataba también la historia de un viejo condenado y encarcelado que, ahora, es amamantado y alimentado así por su joven y generosa hija. En este último relato se basaría el pintor barroco Pedro Pablo Rubens (1577-1640) para pintar esa misma escena y ese mismo tema en dos cuadros suyos diferentes. La obra maestra de Arte, basada en la leyenda de Cimón y Pero, representaba un padre desamparado, hambriento y recluido en la cárcel que una hija, decidida, afectuosa, caritativa y benéfica, alimentará con la leche de su pecho fértil.

Los mismos temas han sido tratados en la historia de la pintura por autores distintos en muchas ocasiones, pero, por los mismos autores, también han proliferado obras maestras en la historia del Arte. Sin embargo, los mismos temas enfocados en una misma escena con los mismos personajes o los mismos elementos, han sido menos frecuentes en el Arte. En esta entrada he querido destacar y reseñar algunas obras de esos mismos creadores que han plasmado no ya la misma temática sino la misma escena concreta... y casi con los mismos personajes. Como también así la misma imagen prácticamente, ésta ahora casi desde el mismo ángulo y mostrando sólo una ligera o mínima diferencia iconográfica.

¿Por qué esta repetición...? Deberá haber sido, tal vez, o la fijación en un mismo encuadre y su perfección constante... cada vez que en el lienzo se mostrara un esbozo añadido, o el encargo sufragado por distintos mecenas para obtener, así, el mismo cuadro de antes. El caso es que los autores pictóricos de Arte nos dejaron, a veces, pseudo-copias de la misma obra de Arte. Tal vez para conseguir de ese modo que, al extraviarse uno de los lienzos, pudiese conservarse en otro lugar otra parecida o semejante -por no decir exactamente igual- creación artística, pero, ahora, dejando claro así que era de la misma escena retratada, de la misma realidad, o de la misma inspiración aflorada en el impulso artístico más necesario de lo creativo.

(Imágenes de los cuadros de Rubens Cimón y Pero (1626), Rijksmuseum de Amsterdam, y Caridad romana (1612), Hermitage, San Petersburgo; Dos imagenes del mismo tema, pintado por Tiziano: Venus y Adonis, de 1554, Museo del Prado, y del año 1560, Metropolitano de Nueva York; Dos lienzos del pintor Tintoretto, Leda y el Cisne, 1555 y 1578, ambas en la Galeria de los Uffizi, Florencia; Cuadro de Dalí,  El puerto de Cadaqués de noche, de 1918, Museum Salvador Dalí, Florida, y también de Dalí, El puerto de Cadaqués, 1919, colección particular; Cuadros de van Gogh Catorce girasoles en un jarrón, de 1888, National Gallery de Londres, y el mismo título de 1889, Tokio; Pinturas de Renoir, Muchachas al piano, ambas de 1892, ambas en el Museo de Orsay, París; Cuadros del pintor Manet del 1878, Rue Masnier, colección privada, y Rue Masnier con banderas, Colección Mellon, USA, ambas la misma calle y desde el mismo enfoque.)

6 de octubre de 2010

Decisiones fatídicas de algunos personajes que cambiaron la Historia.



A lo largo de la Historia han existido individuos que, en algún momento de sus vidas, tomaron alguna decisión cuyas consecuencias fueron fatídicas y trascendentes para toda la Humanidad. Cambiaron el curso de la historia, cambiaron la sociedad, y crearon así nuevas oportunidades a unos destrozando los sueños de otros. Transformaron la manera de convivir entre los pueblos explosionando el equilibrio existente, y volviendo a todos los seres humanos más enfrentados y separados aún de lo que estaban o habían estado nunca. Las elecciones que tomaremos alguna vez en nuestras vidas repercutirán siempre luego. En ellas estará el germen de lo que sucederá después. A veces, la historia se ha justificado por los filósofos o por los historiadores en el sentido de estar ya todo planificado, es decir, de estar determinado para que las cosas terminasen sucediendo como lo hicieron; y lo hicieran, además, de un modo muy particular, de ese mismo modo que nunca sabremos luego si, de haberse producido otra causa distinta, habría sido de otro modo diferente. Si todo esto es así, esos personajes decisivos fueron simples polichinelas o marionetas manejados por la universal y misteriosa senda histórica de la vida. ¿Tuvo que suceder así? La cuestión no es baladí. La realidad es que lo que somos, lo que ahora tenemos y de la manera que ahora vivimos, es consecuencia directa de lo que esos mismos personajes -sólo un ejemplo aquí, en la enorme nómina de ellos- un día, en un momento determinado, en una ocasión única -¿libre?- que tuvieron para decidir, tomaron esa elección, esa acción, esa determinación o ese camino, y no otros... Y las consecuencias de todo ello, hoy por hoy, son lo que ahora somos y lo que ahora vivimos.

(Cuadro con la imagen del político romano Bruto (85 a.c- 42 a.c.), asesino de Julio César, cuyo crimen cambió radicalmente la Historia; Imagen de Judas Iscariote, apóstol traidor de Jesucristo, cuya acción motivó la condena y muerte de éste, y así la Resurreción en que se basa la fe del credo más importante del mundo; Imagen de un icono del emperador bizantino Justiniano I (483-565), líder del Sacro Imperio Romano de Oriente, por el cual el cristianismo fue oficializado como la única religión del imperio, prohibiendo todas las demás; Imagen del primer Califa del Islam Abu Bakr (573-634), que transformó una religión en un Estado teocrático, expansionista y conquistador; Cuadro del presbítero alemán Lutero (1483-1546), que enfrentó sangrientamente a los europeos con su Reforma religiosa, y cuyas consecuencias han durado cinco siglos; Retrato del almirante francés Charles de Villeneuve (1763-1806), el cual tomó la fatídica decisión de atacar imprudentemente a los ingleses en la trascendental Batalla de Trafalgar (1805), algo que radicalmente cambió la Historia del poder marítimo de España, la cual estaba en ese momento -fatídicamente- aliada con los franceses; Retrato de Napoleón Bonaparte (1769-1821), el cual ha sido el personaje fatídico que más ha cambiado la Historia contemporánea con sus decisiones; Retrato del rey español Fernando VII (1784-1833), representante máximo de ejecutor de decisiones más deplorables para un pueblo; Cuadro con la imagen del general mexicano Antonio López de Santa Anna (1794-1876), paradigma del gobernante desastroso que toma decisiones arbitrarias y fatídicas que repercutieron en toda su Nación y en la Historia; Retrato del presidente norteamericano William McKinley (1843-1901), mandatario americano que tomó la decisión de declarar la guerra injustamente a España, ocasionando consecuencias irreparables en este país y en toda la Historia; Cuadro con la imagen del general alemán Alfred Graf von Shlieffen (1833-1913), el cual ideó el Plan que lleva su apellido para atacar tanto a Francia como a Rusia en una acción combinada, murió antes de que el estado mayor alemán lo llevase a cabo en la Primera Guerra Mundial (1914-18), ocasionando el primer gran desastre bélico humanitario en la Historia; Imagen -del autor Andy Warhol- del político ruso Vladimir Lenin (1870-1924), personaje que con su firme decisión de crear el estado proletario contribuyó a enfrentar los pueblos y a justificar los peores crímenes que se hayan cometido por una ideología social; Imagen -del pintor alemán Helmut Herzfelde-, Adolph, el Superman, que representa al peor de los personajes históricos, cuyas inhumanas decisiones han transformado completamente la Humanidad.)

3 de octubre de 2010

Una gran comediante, una bella actriz y una malograda vida.



En la fatídica tarde del 16 de enero de 1942, cuarenta días después de que los Estados Unidos entraran en la Segunda Guerra Mundial, la por entonces ya afamada actriz norteamericana Carole Lombard (1908-1942) fallecía en un accidente de aviación de regreso a su ciudad de Los Ángeles (California). Había volado para participar en su estado natal, Indiana, en un espectáculo que recaudase fondos para la causa bélica. Desde muy niña había intentado ser actriz de Hollywood y, con sólo diecisiete años, pudo comenzar a trabajar muy pronto bajo contrato con la productora Fox. Pero en el año 1926 tuvo un terrible accidente de automóvil que le desfiguraría fatalmente la mejilla izquierda. La joven actriz se llevaría casi dos años para recuperarse, teniendo que padecer varias operaciones de cirugía plástica hasta que su cicatriz apenas se percibiese. Aunque, gracias al eficaz maquillaje pudo disimularlo ante las cámaras de cine. Sin embargo, luego la productora cancelaría su contrato irremediablemente.

Entonces tuvo Carole Lombard que dedicarse a mejorar la interpretación y, gracias a su gran capacidad, personalidad, belleza, versatilidad y encanto, pudo conseguir que otras productoras confiaran de nuevo en ella. Para la comedia fue capaz de compaginar la belleza con una chispa arrebatadora. Así consiguió ser la pareja perfecta de otros actores que se especializaron en ese género cinematográfico. En el año 1939 pudo convencer al galán Clark Gable para que se casara con ella, obligando a que él se divorciara de su mujer. Consiguió participar como protagonista en la gran comedia del director Ernst Lubitsch (1892-1947) Ser o no ser, una excelente actuación cómica de Carole Lombard en ese cruel y fatídico año de 1942. Y todo hubiera marchado así, maravillosamente en su vida, hasta que, sin embargo, llegara aquel accidente de avión incomprensible. Porque entonces una gran mujer y artista, multifacética, inquieta y capaz de ser femenina a la vez que hablar como un camionero, no pudo llegar a alcanzar la cúspide de su vida y de su carrera. Todo se malograría entonces definitivamente. Se quedaría ella a pocos metros de la cima, pero, a cambio, pasaría a la historia del cine como una de las mejores actrices cómicas de los años treinta, una de aquellas que cruzara por entonces aquel firmamento tan iluso y cargado de sueños.

(Imagen fotográfica de Carole Lombard, 1926; Imagen del rostro de Lombard, donde se aprecia ya la cicatriz de su accidente de automóvil, 1927; Imágenes de Carole Lombard; Fotografía del rodaje de la película Matrimonio Original, de 1941, con el actor Robert Montgomery; Fotografía de la revista Life, donde se ve un gesto humorístico de Carole Lombard; Fotografía de la pareja Lombard-Gable, 1940; Fotografía de la fiesta promocional de los bonos de guerra en Indiana, Lombard saludando al gobernador del estado, 1942, días antes de su fallecimiento, con 33 años; Fotografías de Carole Lombard, con gafas y apoyada en un avión; Fotografía curiosa de 1934 donde Carole Lombard entrega los premios de un campeonato particular de Polo tanto al actor cómico Will Rogers (1879-1935) como al gran Leslie Howard (1893-1943), curiosamente, los tres fallecerían en accidentes de aviación; Fotografía de estudio de Carole Lombard, 1928.)

Vídeo homenaje a Carole Lombard:

30 de septiembre de 2010

El desdén en el Arte y el genio nacido de la destrucción.



Pocas novelas han sido adaptadas al cine tan bien como El tercer hombre. El resultado incluso es aún mejor que el propio relato. El novelista Graham Green (1904-1991) ha sido, no obstante, uno de los mejores escritores británicos del siglo XX. Conocido más por el suspense de sus obras, es, sin embargo, uno de los autores que más magistralmente han hilvanado un trasfondo romántico -casi siempre frustrado- en prácticamente todas sus novelas de suspense. La película El tercer hombre, ambientada en la Viena de posguerra, fue dirigida por el realizador británico Carol Reed (1906-1976) en el año 1949. La solapada historia de amor que narra la película no es del todo evidenciada sino hasta el final más prodigioso y desolado del filme. Entonces el personaje protagonista, absolutamente vencido por su fatal deseo inevitable -interpretado por Joseph Cotten (1905-1994)-, descubrirá resignado ahora el cinematográfico desdén de su amada llevado a cabo en uno de los planos más prolongados y geniales de la historia del cine.

El otro gran actor de la película, Orson Welles (1915-1985), expresará en su pequeño papel de personaje atormentado y perplejo, las palabras que el creador de la película -aunque se dice que fueron del propio Welles- proclama en su homenaje al Renacimiento como una época difícil, conflictiva y corrupta pero, a la vez, genial, creadora, sublime y única en el mundo. En cualquier caso, sea o no sea todo eso que menciona Welles el motor de la excelencia artística, lo cierto es que casi siempre que el Arte produce lo más excelso de sus obras lo es bajo la sombra oscura de la dolorosa realidad vivida por sus creadores, aunque también el corazón del creador no haga por entonces más que latir pensando que la vida, sin embargo, es lo más maravilloso que, a pesar de todo, pueda existir.

(Cuadro Fedra -paradigma del amor no correspondido-, del pintor academicista francés Alexandre Cabanel, (1823-1889); Imagen de un fotograma de la película El tercer hombre, 1949, con Joseph Cotten y la actriz italiana Alida Valli, (1921-2006); Óleo del pintor del renacimiento italiano Altobello Melone,(1490-1543), Pareja de enamorados, 1516; Óleo de Leonardo da Vinci, paradigma del Renacimiento más insigne, Madonna dei Fusi, 1501.)