Pocas novelas han sido adaptadas al cine tan bien como El tercer hombre. El resultado incluso es aún mejor que el propio relato. El novelista Graham Green (1904-1991) ha sido, no obstante, uno de los mejores escritores británicos del siglo XX. Conocido más por el suspense de sus obras, es, sin embargo, uno de los autores que más magistralmente han hilvanado un trasfondo romántico -casi siempre frustrado- en prácticamente todas sus novelas de suspense. La película El tercer hombre, ambientada en la Viena de posguerra, fue dirigida por el realizador británico Carol Reed (1906-1976) en el año 1949. La solapada historia de amor que narra la película no es del todo evidenciada sino hasta el final más prodigioso y desolado del filme. Entonces el personaje protagonista, absolutamente vencido por su fatal deseo inevitable -interpretado por Joseph Cotten (1905-1994)-, descubrirá resignado ahora el cinematográfico desdén de su amada llevado a cabo en uno de los planos más prolongados y geniales de la historia del cine.
El otro gran actor de la película, Orson Welles (1915-1985), expresará en su pequeño papel de personaje atormentado y perplejo, las palabras que el creador de la película -aunque se dice que fueron del propio Welles- proclama en su homenaje al Renacimiento como una época difícil, conflictiva y corrupta pero, a la vez, genial, creadora, sublime y única en el mundo. En cualquier caso, sea o no sea todo eso que menciona Welles el motor de la excelencia artística, lo cierto es que casi siempre que el Arte produce lo más excelso de sus obras lo es bajo la sombra oscura de la dolorosa realidad vivida por sus creadores, aunque también el corazón del creador no haga por entonces más que latir pensando que la vida, sin embargo, es lo más maravilloso que, a pesar de todo, pueda existir.
(Cuadro Fedra -paradigma del amor no correspondido-, del pintor academicista francés Alexandre Cabanel, (1823-1889); Imagen de un fotograma de la película El tercer hombre, 1949, con Joseph Cotten y la actriz italiana Alida Valli, (1921-2006); Óleo del pintor del renacimiento italiano Altobello Melone,(1490-1543), Pareja de enamorados, 1516; Óleo de Leonardo da Vinci, paradigma del Renacimiento más insigne, Madonna dei Fusi, 1501.)
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