En el año 1924 fue legado al museo londinense de la National Gallery el cuadro La Virgen con el Niño, una obra pintada en el año 1500 por el artista cuatrocentista italiano Francesco di Marco Raibolini -también conocido por Francesco Francia- (1450-1510). En este museo de Londres estuvo expuesto el lienzo del pintor boloñés hasta que salió a subasta treinta años después otra obra igual, con el mismo título y firmada por el mismo autor. El museo, rápidamente, comparó en el año 1954 las dos obras llegando a la conclusión de que el óleo expuesto desde el año 1924 en el National Gallery de Londres no era el auténtico. La obra recién descubierta y subastada luego era ahora la original, la auténtica obra. La otra, la que el museo londinense había mostrado durante treinta años, había sido una perfecta copia extraordinariamente realizada, pero no era la auténtica y habría sido creada con mucha probabilidad hacia finales del siglo XIX. Cuando en el año 1851 el pintor norteamericano Emanuel Gottlieb Leutze (1816-1868) quiso inmortalizar la histórica gesta que George Washington llevara a cabo cruzando el río Delaware en diciembre del año 1776, realizaría entonces una grandiosa, perfecta y magnífica obra de Arte para elogiarlo. Pero, sin embargo, no sería nada fiel a la realidad auténtica de cómo sucedió aquel hecho histórico. Ni la embarcación era tan pequeña como se observa en el lienzo -la verdadera llevaba muchos más hombres-, ni la bandera americana era en ese momento la que aparece dibujada en el cuadro. El autor pintaría entonces el definitivo emblema norteamericano -éste no se utilizaría hasta septiembre del año 1777-, una bandera que no existía aún en el invierno del año 1776. No fue la auténtica bandera entonces, cuando se llevó a cabo tal heroica gesta por la independencia de los Estados Unidos.
El afamado psiquiatra y pediatra inglés Donald Woods Winnicott (1896-1971) elaboraría unas teorías orginales sobre la génesis de la personalidad en la infancia. Introduciría el concepto de Yo mismo. Puede que un individuo alcance el Yo mismo verdadero, o, por el contrario, el Yo mismo falso. Cuando el bebé, continúa Winnicott, expresa su propio gesto espontáneo es indicativo de un potencial Yo mismo verdadero. Sin embargo, el Falso Yo es una estructura de defensa del bebé para asumir prematuramente -al no ofrecérselas la madre- las funciones de cuidado y protección que requiere; de modo que el pequeño se adapta ahora al medio a la vez que protege su Verdadero Yo de supuestas amenazas. Si la madre no es capaz tampoco de sentir y responder suficientemente bien las necesidades del niño sustituirá el gesto espontáneo de éste por una conformidad forzada con su propio gesto materno. Esta repetida conformidad llegará a ser la base del más temprano modo del Falso Yo.
Estas pueden ser las situaciones que sobrevienen en algunas personas que no consiguen desarrollar una autoestima en su personalidad. De ese modo transformaremos nuestra propia y original imagen para, dejando de ser auténticos, obtener ahora una falsa satisfecha personalidad. Ser ahora otro individuo, no el que somos realmente. No es esto una anécdota simplemente, ya que oculta una realidad frustrada en el inconsciente de cada ser humano. Esto es observable también a lo largo de la historia del Arte. Por ejemplo, la famosa pintora mexicana Frida Kahlo fue un modelo de personalidad auténtica, jamás dejaría ella que el mundo ni nada condicionase su individualidad artística como personal. Por otro lado hay objetos consagrados que su autenticidad ha sido cuestionada. Un ejemplo singular sería la Sábana Santa, la Síndone de Turín. Su autenticidad, es decir, haber sido el lienzo verdadero que envolvió el cadáver de Jesucristo, es del todo cuestionable. En los casos de fe, en manifestaciones no ya tanto artísticas sino de creencias religiosas, podemos o no alinearnos con una u otra afirmación. La autenticidad en esta ocasión es muy relativa. Sin embargo, en la obra artística del pintor Annibale Carracci denominada La Pietá, donde una representación divina también se sugiere, la autenticidad representada es aquí, sin embargo, del todo incuestionable. Porque aquí vemos ahora una auténtica y extraordinaria obra maestra del Arte. La autenticidad ahora adquiere aquí, en esta obra, otra dimensión. Es ahora la acepción más artística -no sólo de creación original- la que viene a decirnos, con absoluta fidelidad, que lo que vemos representado ahora aquí, con independencia de nuestra fe, es una maravillosa obra de Arte, una, realmente, auténtica obra de Arte.
(Óleo auténtico -es decir, original- La Virgen y el Niño, 1500, del pintor italiano Francesco Francia, Museo Carnegie, Pittsburgh, EE.UU; Copia de la obra anterior, La Virgen y el Niño, de autor desconocido, siglo XIX, National Gallery, Londres; Cuadro Washington cruzando el Delaware, 1851, del pintor norteamericano Emanuel Leutze, 1816-1868, Metropolitan, Nueva York; Fotografía de la pintora mexicana Frida Kahlo, 1907-1954, años treinta; Cuadro Autorretrato, 1940, de la pintora Frida Kahlo; Óleo La Pietá, 1600, del pintor italiano Annibale Carracci, Nápoles; Imagen de la Sábana Santa de Turín; Cuadro La Falsedad, 1490, del pintor cuatrocentista veneciano Giovanni Bellini, 1433-1516; Óleo La Madre y el Hijo, 1622, del pintor del barroco holandés Pieter de Grebber, 1600-1652.)
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