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1 de enero de 2013

El privilegio arbitrario de los creadores o la genialidad anticipada de Luca Signorelli.



En la región italiana de Umbría se encuentra la antigua población de Orvieto. Situada entre Florencia y Roma, fue una ciudad muy ligada a la historia del Vaticano, pues sería el papa Urbano IV quien mandase iniciar construir en Orvieto su fabulosa catedral en el año 1263. Casi dos siglos se emplearon en completar la obra de Arte que es la catedral de Orvieto. Siglos después se compuso en una de sus capillas, de anchas bóvedas y altas paredes, uno de los más impresionantes frescos producidos por el Renacimiento. En ella pintaron dos genios precursores de lo que sería la principal revolución artística llevada a cabo en el Arte europeo. Fra Angélico iniciaría primero, en el año 1447, la decoración de las bóvedas de la capilla de San Brizio, la cual se completaría, años después, por el desconocido pintor cuatrocentista Luca Signorelli (1445-1523). Este creador italiano se anticiparía con su estilo novedoso más de treinta años al gran Miguel Ángel. Sus frescos en Orvieto muestran la grandeza, la ambientación, el movimiento, la anatomía y la soltura estética que el genio de Miguel Ángel desarrollaría tiempo después -en el año 1535-  en el ábside de la famosa Capilla Sixtina.

La libertad de tratamiento de las imágenes de Signorelli en Orvieto, su personal visión sensual, su especial narrativa teológica, fueron alardes estéticos no aceptados después de Signorelli (los desnudos de Miguel Ángel en su fresco del Juicio Final se ocultaron luego de su muerte, pero los desnudos de Signorelli no), ni tampoco vistos antes.  Fue un procedimiento artístico no repetido pero, sobre todo, iniciado ya por él. Se anticipó a Miguel Ángel, fue el genio primordial de aquel Renacimiento. Inspirado en el poeta Dante, plasmaría Luca Signorelli su visión del Apocalipsis y el Juicio Final. Dos paredes enfrentadas en la catedral expresaban ya unas misteriosas y atrevidas escenas para entonces: de un lado la Predicación del Anticristo, de otro la Resurrección de la carne. La enorme obra mural la desarrolló Signorelli entre los años 1499 y 1502. ¡Qué gran fuerza dramática impregnaría en ella! Dejó reflejado su dominio de la perspectiva, del escorzo, del color tan humano de los cuerpos, cuerpos humanos y demoníacos... Retrató a los espíritus diabólicos con la misma representación corpórea que a los humanos. ¿Por qué lo hizo así? Qué audacia tuvo Signorelli al mostrar la maldad y sus representantes con la misma figuración anatómica que los sufridos hombres terrenales. Así fue el Renacimiento en todo su esplendor, así el triunfo del hombre,  así poder reflejar tanto sus cualidades como sus miserias.

En la escena del Anticristo muestra el pintor la figura representada de un ser semejante a Jesús, pero que no es Jesús realmente, sino aquél. Detrás justo del impostor se encuentra ahora Satanás, mimetizado en su misma figura: sus brazos y piernas -los del ser de apariencia de Jesús- son los mismos del Anticristo. Satanás le menciona algo al oído al personaje con apariencia de Jesús, le está diciendo lo que debe decir a los que le escuchan. En la misma escena, hacia la izquierda, se encuentran dos figuras vestidas de negro y que representan a los creadores de la gran obra artística: Fra Angélico a la derecha y Luca Signorelli a la izquierda. Está observando uno la escena horripilante y el otro a algún espectador fuera del cuadro: a nosotros, que le observamos ahora. Aparenta decirnos el pintor: ¿qué te parece la obra, no es genial?  Luca Signorelli expresaría con su Arte, como antes lo hiciera Dante con el suyo, la vida de algunos de los que la libertad de un autor quisiera inmortalizar en su obra, es decir, sin misericordia ni permiso alguno...  Al parecer, una de las amantes infieles del pintor está ahí representada, es la mujer llevada por uno de esos diablos alados y condenada -¿cómo no?- por el creador a los infiernos. En otra escena, la misma donde se sitúan los pintores, aparece la figura de otra mujer -una prostituta- que acerca su mano ahora para cobrar las monedas de algún servicio sexual. También, según algunos críticos, puede representar este personaje femenino a Laura Brunelleschi, una joven amante no muy solícita con el creador renacentista.

Tanta era la obsesión del pintor por mantener eterno el recuerdo -odioso o cariñoso- de algunos de sus conocidos que, en el año 1502, al finalizar los frescos de la catedral de Orvieto, realizaría Signorelli su tabla Lamentación de Cristo muerto. Ese mismo año un hijo suyo, muy querido por él, de joven y bello cuerpo, sería asesinado en el pueblo natal del pintor, Cortona. Cuando estaban velando al cadáver mandaría el pintor desnudarlo y, sin emocionarse, lo retrataría como al modelo perfecto para su Cristo lamentado. Así son las peculiaridades del Arte y de sus creadores, así también la mayor libertad y audacia que se precise para poder crear sin menoscabo. Porque no pueden caber limitaciones en el Arte, no pueden quebrarse los estímulos ni las motivaciones estéticas, ni las semblanzas especiales por muy extrañas que sean. Este es el sentido universal del Arte: todo lo que, con Belleza, se quiera expresar en un lienzo artístico. Con la maestría, genialidad y grandiosidad que sólo la Belleza condicione en el Arte. Porque sólo ésta -la Belleza-, sólo su musa sobrecogedora y su singular forma de ser representada, podrán ejercer, si acaso, de único tribunal de Arte que pueda, de existir alguno, ser soportado sin remilgos por cualquier espíritu atribulado, desesperanzado o necesitado, de alguna belleza...

(Detalle del Fresco Condenados al Infierno, Juicio Final, del pintor Luca Signorelli, 1502, Catedral de Orvieto, Orvieto, Italia; Detalle del mismo fresco, Llamada de los elegidos al Paraíso; Otro detalle del Fresco de Orvieto; Fresco Resurrección de la carne, Luca Signorelli, Catedral de Orvieto; Fresco Predicación y hechos del Anticristo, Catedral de Orvieto, Luca Signorelli; Fotografía de la Catedral de Orvieto, Italia; Detalle del fresco anterior, figuras con el autorretrato del pintor Signorelli -mirando al espectador- y de Fra Angélico, detrás; Tabla Lamentación de Cristo muerto, 1502, del pintor Luca Signorelli, el modelo de Cristo es el cadáver de su propio hijo asesinado, Cortona, Italia; Detalle del fresco Anticristo, con la figura de éste, y Satanás detrás, aparece también una mujer a la izquierda, modelo de la figura de una amante del pintor; Fresco Condenados al Infierno, Juicio Final, Catedral de Orvieto, Luca Signorelli; Detalle ampliado de este fresco; Detalle del fresco Resurrección de la carne, Juicio Final, Luca Signorelli, 1502, Orvieto, Italia.)

4 de septiembre de 2012

El tiempo indefinido y la atemporalidad del Arte, o la verdadera inspiración de la intemporalidad.



Podemos entender el Arte de formas diferentes, gustarnos más unas obras que otras, entender mejor unas creaciones artísticas y comprender menos otras. Pero lo que consigue el verdadero Arte es mantener siempre la soltura, la gracia, la belleza, la emoción o la sorpresa a pesar del momento temporal en el que fuese llevado a cabo. Porque, ¿qué es la antigüedad y qué la modernidad? ¿Dónde radica el elemento vanguardista de la creatividad humana? Es sabido que la evolución artística -como la científica- dispone de una lógica secuencia cronológica. Es decir, que antes se idea una cosa y luego ésta evoluciona poco a poco, avanzando siempre y consiguiendo escalar el tiempo con los elementos que antes habrían servido para sentar sus bases inspiradoras. Por lo tanto, esa evolución llevaría a alcanzar el mejor de los resultados cada vez, o, en cualquier caso, a mantener su armonía conseguida de antes. En la investigación científico-tecnológica es así, como la propia esencia que su naturaleza describe: mejorar lo anterior y perfeccionar su sentido. Pero, ¿y en el Arte, en la creación artística, sea la que sea, se sostendrá esa misma situación?

Desde siempre se ha debatido sobre lo antiguo y lo moderno. Generalmente con el sentido de que lo excelso, lo perfecto, lo mejor o lo más genial solo es posible llevarlo a cabo desde planteamientos exclusivamente clásicos. Frente a lo clásico se sitúa la modernidad, lo que, queriendo avanzar, alcanzaría una mejor, diferente y superada creatividad. Un crítico de Arte español, Eugenio Dors, dejaría escrito una vez que: Todo lo que no es tradición es plagio. Pero, entonces, ¿cómo se consigue avanzar en el Arte? Ese es el error. En el Arte, a diferencia de la tecnología o la ciencia, no es avanzar la cuestión, es otra cosa. Y es otra cosa porque los principios del Arte no son los mismos que los de la ciencia. Los principios del Arte son la emoción, el sentimiento, las formas, el equilibrio, el color, el trazado, la pasión... Valores diferentes, difíciles de utilizar innovando, pero con los que también, luego, se conseguirán inspirar nuevas emociones, sentimientos o belleza.

Y eso es lo que vemos aquí, en la obra pictórica creada en el año 1849 por el pintor austríaco Johann Baptist Reiter (1813-1890) y titulada Mujer dormida. Podría esta obra hasta datarse en la actualidad..., ¡y aún admiraríamos asombrados su pintura! Aquí el valor de la intemporalidad es uno de los valores que tiene esta creación pictórica. La tonalidad es magistral y conseguida en todos los elementos de la escena subyugante, tanto que parecen uno solo. El equilibrio de la composición es original: la gruesa sábana complementa sin solución de continuidad el maravilloso cuerpo tendido. Y aunque la naturalidad está forzada, consigue sorprendernos el somnoliento gesto de un rostro un poco deslucido. Porque lo más destacado de la obra es su indefinición temporal. Nada nos indica ahora el momento temporal o periodo estético en el cual fue realizada. Como contraste de esto vemos el detalle magnífico de un desnudo clásico del pintor Lucas Cranach del año 1518. Ahora es muy evidente su momento artístico: pleno Renacimiento. Con los detalles propios además de este estilo clásico de principios del siglo XVI: con sus consignas mitológicas, sus formas anatómicas y los detalles propios de su tendencia.

También veremos otros desnudos acostados de dos creadores europeos, ambos situados cronológicamente después del pintor Reiter y su obra intemporal. La del pintor francés Courbet y su lienzo Mujer dormida del año 1858, por tanto realizado diez años más tarde que la creación de Reiter. Para ese momento del impresionismo-realista vemos ahora una modelo totalmente adscrita a su estilo y época: mediados del siglo XIX. Todo en esta obra realista es equilibrado, todo es perfecto, excelente, sugestivo. Porque es una obra de su tiempo, del momento estético-temporal en el cual el artista la compuso. Casi cien años más tarde otro creador, el italiano Chirico, pintaría otra modelo recostada y dormida: Diana mitológica. El genio de este autor surrealista -metafísico más bien- lograría, sin embargo, conseguir ese propósito descrito antes: sorprendernos con una obra sin sentido temporal. ¿En qué momento parece estar compuesta la obra de Chirico, si no lo supiéramos? Nada hay icónicamente que nos ayude a deducirlo. ¿Dónde situar ahora esta intemporal creación surrealista?

Pero, lo que del todo nos sorprende por su atrevida forma de pintar, clásica, ferviente y exquisita, es la obra actual titulada Mañana del pintor norteamericano Jeremy Lipking. Aquí obtiene el pintor, desde planteamientos clásicos y eternos, una creación original muy actual y diferente. Pero, sin embargo, también nos engañará su momento temporal gracias a sus formas, consiguiendo aquella atemporalidad del Arte. En otras artes espaciales, como la Arquitectura, donde la construcción de las formas participa de la vida de los seres, es más difícil conseguir la intemporalidad, la indefinición temporal del sentido de sus formas. Pero, a veces es también posible. Como sucede en el extraordinario palacio italiano renacentista Palazzo del Te, ideado por el artista Giulio Romano en el año de 1525. Aquí podemos ver cómo una creación supera el momento en el que fue creada para ser considerada ahora eterna... ¿No podría pasar este Palazzo por ser una obra neoclásica actual a pesar de haber sido construido, sin embargo, a principios del siglo XVI?

(Óleo Mujer dormida, 1849, Johann Baptist Reiter, Museo galería Belvedere, Viena, Austria; Cuadro Ninfa de la fuente, 1518, Lucas Cranach el viejo, Leipzig, Alemania; Óleo Mujer dormida, 1858, Gustave Courbet, Tokio, Japón; Pintura Diana dormida en el bosque, 1933, Giorgio de Chirico, Roma; Obra Morning Light, -Mañana- 2011, del pintor Jeremy Lipking, EEUU; Fotografía de la fachada de la Casa Palacio de Colón, siglo XVI, Las Palmas de Gran Canaria, España; Fotografía de la iglesia de Ronchamp, 1955, Francia, del arquitecto Le Corbusier; Fotografía panorámica del complejo construido en Inglaterra en el siglo XVIII para la ciudad balneario de Bath, por John Wood, 1774, Royal Crescent, Bath, Inglaterra; Fotografía de parte de las fachadas de Royal Crescent, Bath, 1774, Inglaterra; Fotografía actual de viviendas adosadas, 2008, España; Fotografía del Palazzo del Te, Giulio Romano, 1525, Mantua, Italia; Fotografía del Palacio de Miramar, construido en 1893, San Sebastián, País Vasco; Fotografía del Palacio moderno Presidencial de Nicaragua, 2003.)

28 de octubre de 2009

Una torre, una pasión, un arquitecto y un crimen.



Nunca aquella torre almohade, que los cristianos del rey castellano Fernando III admirasen en el año 1248, pudo imaginar entonces que fuese la inspiración de un arquitecto norteamericano siglos después. Stanford White (1853-1906) se formaría y desarrollaría en uno de los momentos más brillantes de la cultura norteamericana. Por entonces, el naciente imperio americano demandaba grandes edificaciones y construcciones a la altura de su grandeza nacional. Millonarios y arribistas plasmaban así, en desproporcionadas y originales construcciones, aquello que tanto querrían demostrar: poder y dinero. Para un centro comercial, cultural y de ocio de Nueva York se necesitaba por entonces -finales del siglo XIX- añadir un magnífico y desbordante edificio. Stanford White fue el arquitecto elegido para diseñar la modificación del Madison Square Garden. Pero imaginaría además que no quedaría nada mal una torre como la sevillana Giralda...

Porque, finalmente, el Arte, a veces, no es más que una forma de copia bienintencionada... La construyó en  el año 1890 y era la más alta torre por entonces de la ciudad de Nueva York, una edificación que se vería desde cualquier punto de la gran urbe norteamericana. Pero Stanford White, que fue un gran artista y gran arquitecto, no tuvo una vida personal igual de grandiosa que su obra... Galán impenitente, se acabaría enamorando en el año 1901 de una vulgar corista y actriz, Evelyn Nesbit (1884-1967), una hermosa, excitante pero muy perversa joven. Mantuvieron un romance extramarital. Sin embargo, nunca Stanford acabaría dejando a su mujer. Evelyn Nesbit, manejada por una severa madre viuda y desheredada, perseguiría de todas formas un matrimonio que la elevase social y económicamente. De ese modo, conoció al millonario y heredero Harry Kendall Thaw (1871-1947), un hombre desquiciado y mal criado, además de poco atractivo, pero de mucho interés conyugal... Se casaron en el año 1905, y pronto comenzaron las obsesivas y permanentes muestras de celos de Thaw. Éste no podía soportar saber la vida que habría tenido su mujer con Stanford...

Evelyn comenzaría a padecer entonces la violencia más despiadada de su marido. Pero cuando ella, en un momento de enajenación, desesperación y rabia, le dijo a su marido que volvió a ver a Stanford, Harry Thaw enloqueció desquiciado y celoso. Fue una mentira, una trágica mentira, ya que nunca se volvieron a ver los amantes después de la boda. El hecho es que, una noche de verano del año 1906, en el mismo edificio que Stanford White diseñara para su torre sevillana copiada, Harry Thaw le dispararía mortalmente. Fue juzgado y dado luego por enajenado mental, por lo cual sólo estuvo en un manicomio por muy poco tiempo. Acabaría separándose de Evelyn. Pero ésta no obtuvo luego nada de él, ni siquiera el millón de dólares que su suegra le prometiera por mentir. Le ofrecieron ese dinero por testificar en el juicio que sí tuvo una relación extramarital con Stanford. Al final de su vida, ella dejaría escrito en sus memorias: Stanford White fue el mejor hombre que nunca conocí...

(Imagen del cuadro del pintor James Carroll Beckwith (1852-1917), Retrato de Evelyn Nesbit, Colección Cooley Galery, USA; Imagen de Evelyn Nesbit; Fotografías del Madison Square Garden a principios del siglo XX, con la torre-giralda imitada, Nueva York, USA, edificación que fue destruida en los años veinte; Imágenes de Stanford White, Evelyn Nesbit y de Harry Thaw; Fotografía de la original Giralda, Sevilla, España.)

12 de octubre de 2009

Un emir, un califa, un collar, una literatura y un templo universal.



El poder del impetuoso e incipiente imperio islámico pasaría, en el año 750, de la dinastía Omeya inicial a la de los Abasíes posteriores. Por tanto el poder islámico cambió de Damasco en Siria a Bagdad en Mesopotamia. Fue una lucha sangrienta a muerte y los Abasíes persiguieron luego a todo sospechoso de pertenecer a la anterior familia gobernante. Sólo uno de ellos lograría escapar y llegar al norte de África, muy cerca del estrecho de Gibraltar desde donde pasaría a España que, por entonces, llevaba poco menos de cuarenta años bajo poder musulmán. Abderramán I (731-788) fue ese Omeya que consiguió establecerse y dominar todo Al Ándalus o la Hispania musulmana del siglo VIII, y lo hizo creando un emirato independiente de Bagdad. Uno de los primeros califas de la dinastía abasí de Bagdad lo fue Harún al-Rashid (766-809), que gobernaría desde el año 786 hasta el final de sus días. Llegaría a ser el más famoso califa abasí de Bagdad, donde el califato árabe consiguió un desarrollo cultural y económico muy importante.

Tan relevante fue su figura que pasó a ser inmortalizada gracias a un famoso relato conocido como Las Mil y Una Noches. Su esposa fue Zobeida y con ella el califa inspiraría varias de las historias que se recopilan en esos cuentos o leyendas árabes llenas de fantasía y esplendor imaginativo. Inicialmente esos relatos se originaron antes en Persia y después se tradujeron al árabe en el siglo IX, desarrollándose y adaptándose a lo largo de toda la historia. Este califa abasí regalaría en una ocasión un extraordinario collar de perlas, denominado el Dragón, a su esposa Zobeida. Tuvo el califa dos hijos que a su muerte lucharon por el poder, lo que ocasionó una guerra civil y un saqueo del Palacio califal de Bagdad. Este saqueo enajenaría aquel famoso collar de perlas. Tiempo después en Al Ándalus, durante el año 822, fue proclamado emir de Córdoba Abderramán II (792-852), bisnieto de aquel primer emir independiente. Los emires disponían de un gran harén donde vivían las concubinas, esposas que podrían llegar a ser las madres de los futuros herederos del monarca musulmán.

Una de esas concubinas de Abderramán II fue una favorita que dispuso el emir antes incluso de comenzar a reinar. Ella se llamaba al-Sifa y, según algunos historiadores, fue una mujer de especial belleza e inteligencia. Abderramán II le regala una vez aquel collar abasí de Zobeida, joya por la que el emir cordobés llegaría a pagar una excesiva cantidad de dinero de entonces (diez mil dinares). Este collar fue a la caída del califato cordobés, durante el año 1031, trasladado a la corte del reino musulmán de Valencia. Luego Rodrigo Díaz de Vivar (1043-1099), conocido como el Cid, acabaría conquistando en el año 1093 ese reino valenciano musulmán. Es por lo que su esposa, Doña Jimena (1054-1115), pudo lucir el famoso collar siglos antes de que el condestable Álvaro de Luna (1390-1453), alto funcionario al servicio del rey castellano Juan II (1405-1454), terminara por poseerlo orgulloso de su origen durante el siglo XV. Finalmente su majestad Isabel I de Castilla (1451-1504), reina Católica de España, recibiría aquel famoso collar de Zobeida, la bella y hermosa esposa del gran califa abasí Harún al-Rashid.

Abderramán II contribuyó a ampliar la mezquita cordobesa, el templo musulmán erigido por su bisabuelo Abderramán I en el mismo lugar donde se encontraba una basílica visigoda cristiana. Los arquitectos musulmanes utilizaron antiguas columnas romanas de las que había cientos en la ciudad cordobesa, la antigua capital de la bética romana. Algunas de esas columnas -la mayoría- eran muy cortas para sostener los altos arcos mudéjares de la mezquita. Las columnas romanas eran sólidas pero cortas para la altura tan luminosa que debían proporcionar a una sala de grandes dimensiones. El técnico constructor árabe resolvió el problema suplementando a las columnas unas pilastras que servían de apoyo a los arcos que, a su vez, debían sostener todo el inmenso tejado de la mezquita. Esas pilastras estaban enlazadas a media altura por otros arcos de herradura.  El caso es que esa fue una idea novedosa: colocar los arcos inferiores ahora libres sobre el espacio, sin mampostería de relleno ni nada que lo ocultara. Los arcos superiores son más pesados que los inferiores, y éstos, a su vez en dicha forma de herradura, estaban diseñados sobre una distancia menos amplia que los superiores, que eran de medio punto, pareciendo así que todo el conjunto quisiera ensancharse, místicamente, hacia el cielo infinito.

Córdoba sería reconquistada por el rey castellano Fernando III en el año 1236 y el templo musulmán adaptado a templo catedralicio cristiano poco después. Hoy la amañada manera de conciliar artísticamente el monumento ha hecho que perdure a lo largo de los siglos, conservado por la nueva religión que, ahora, hace tañer las campanas de las torres en vez de alzar su voz a Dios el impenitente almuédano.

(Cuadro El baño Turco del pintor Ingres (1780-1867), Museo del Louvre; Óleo Harún recibe a Carlomagno, del pintor Julius Köcbet (1827-1918), museo Maximilian de Munich;  Fotografías de la catedral de Córdoba, antigua mezquita árabe cordobesa; Sello conmemorativo al Emir Abderramán II.)

19 de agosto de 2009

Ayer y hoy: La Habana y Sevilla.



La catedral de La Habana, de estilo barroco colonial, fue construida en el año 1788, ampliándose y mejorándose a lo largo de todo el siglo XIX. La catedral de Sevilla, de estilo gótico tardío, fue comenzada en el siglo XIII en el mismo lugar donde radicaba una mezquita árabe, recinto donde, anteriormente, estaba edificada una antigua iglesia visigoda. Su construcción se prolongaría hasta los comienzos del siglo XVI. Fue terminada y sufragada en gran parte gracias a los parroquianos y prohombres de la ciudad hispalense. Hoy es el edificio religioso de estilo gótico más grande del mundo.

(Imágenes antiguas: Tarjetas postales de la Unión Postal Universal del año 1908; Imágenes actuales: Dos fotografías: una analógica, La Habana, Cuba, 1997; otra digital, Sevilla, España, 2009.)