Mostrando entradas con la etiqueta El Puntillismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta El Puntillismo. Mostrar todas las entradas

6 de noviembre de 2009

La inocencia, el espurio interés, la concentración maléfica y el Arte.



La seducción taimada a la inocencia es uno de los posibles motivos subliminales representados en este cuadro del pintor Vermeer (1632-1675). La dama sentada es aquí una víctima inocente que, frente al caballero que trata de seducirla, es embriagada en una de las más ruines formas habidas de seducción espuria. Esta pintura de Vermeer nos representa, sin embargo, un escenario equilibrado, sobrio y con unos personajes seguros y confiados. El caballero simbolizaría aquí, a cambio de la inocencia de ella, la morada del interés más desalmado. Porque además no hay en la representación de ella ni en el entorno ninguna sensualidad evidenciada. Es ahora únicamente la jarra del caballero y la copa de la dama lo que simboliza la desmesura y el arrojo, y centrará la visión y el sentido equilibrado de la composición de la escena. En una silla de espaldas aparece un laúd que nos indica el instrumento que habría sido utilizado por el hombre para atraer, con su grácil melodía, el interés sutil, inconfesable y vil del caballero.

La atmósfera de la habitación es de una misteriosa sencillez. La ventana abierta muestra ahora la imagen decorada de su vidriera, decoración con figuras que, curiosamente, representarán la templanza con algunos de sus atributos simbólicos: la escuadra -el obrar recto- y la brida -la represión de los afectos desmedidos-. Porque esa seguridad que manifiesta la expresión del caballero nos hace pensar que el pintor deseaba resaltar, quizá, el poder tan oculto y oscuro de la escena confusa... Y así es como se traduce ahora en la propia imagen del personaje taimado, un hombre que mantiene la jarra firme en una actitud decisiva y tajante ante la dama, una mujer que, sumisa y entregada, realizará sin dudar el acto al que ha sido invitada por aquél.

La pintora austríaca Friedl Dicker (1898-1944) compuso un remedo artístico del mismo cuadro de Veermer durante el año 1943, mientras se encontraba recluida en un getto judío durante la Segunda Guerra Mundial. Acabaría sus días en el campo de concentración de Auschwitz. Pero en el getto de Terezin (República Checa) aprovecharía la pintora para enseñarle a los niños recluidos el Arte. De no haber fallecido entonces hubiese sido una de las grandes figuras pictóricas del siglo XX. A cambio salvaría en esos terribles momentos de angustia y desesperación, con la grandiosidad y caridad trascendente que el Arte ofrece, a una parte de aquella infancia tan influida y vulnerable del mundo.

(Imagen del cuadro Dama bebiendo con un caballero, del pintor holandés Vermeer, 1659, Museo de Berlín; Cuadro Estudio sobre Vermeer..., de la pintora Friedl Dicker, Museo Juif, Praga, República Checa.)

20 de octubre de 2009

La proporción áurea en el Arte o la medida de la Belleza.



Los griegos comprendieron pronto que la proporción entre las diferentes partes de un mismo conjunto geométrico mantenía una relación fija, una constante paramétrica, y que ellos acabarían expresando con la letra Phi de su alfabeto. Es el conocido como número áureo o de oro. Efectivamente, existe una relación entre un segmento total y dos medidas que lo comprenden. Por ejemplo, el segmento a+b se relaciona con a en la misma medida (constante Phi) en que el segmento a se relaciona con b. En el rectángulo áureo la parte del lado más corto (b) es igual a la parte del lado más largo (a) dividido por Phi; siendo por tanto esta constante Phi la relación entre (a+b) y (a), o sea, Phi = a+b / a. Y eso se da siempre que vayamos a perseguir la belleza proporcional y equilibrada en la Naturaleza y en el Arte. Porque el Arte lo manifiesta siempre entre sus obras clásicas de una u otra forma.

En la Naturaleza se da en todas sus criaturas. En la Arquitectura se observará, por ejemplo, entre sus equilibrios estéticos más ortodoxos. Leonardo Da Vinci (1452-1519) en su cuadro Hombre de Vitrubio expresaba claramente esa realidad geométrica y artística. Un pintor francés puntillista (tendencia del Arte situada justo después del Impresionismo y caracterizada por multitud de puntos cromáticos, donde se busca con ellos resaltar lo principal más que otra cosa, dejando la impresión de lado), Georges Pierre Seurat (1859-1891), en su cuadro La Parada por ejemplo, no nos permite observar ahora ni regularidad ni equilibrio, ni proporción áurea alguna. Pero, sin embargo, sí se aprecia cómo el propio cuadro de Seurat se puede subdividir ahora en rectángulos áureos más pequeños, áreas que, a su vez, vuelven a subdividirse. Por último, destacar una magnífica pintura del extraordinario creador El Greco (1541-1614). En su obra de Arte Laocoonte, el genial autor cretense no sólo nos regalaría su estilo inconfundible -precursor de creadores mucho más tardíos- sino que nos representa además parte de las observaciones que el número áureo determinará en el equilibrio y el diseño de una obra de Arte.

(Óleo Laocoonte, de El Greco, National Gallery de Washington, EEUU; Imagen Proporción Áurea, Relación áurea y Rectángulo Áureo; Ilustración de las proporciones áureas del Hombre de Vitrubio, de Da Vinci; Hombre de Vitrubio, del pintor Leonardo Da Vinci, Museo del Louvre; Obra La Parada, del pintor francés Seurat, Colección Clark, Nueva York; Muestra de los rectángulos áureos, subdivididos proporcionalmente dentro del lienzo de Seurat.)