27 de agosto de 2010

Un parecido físico, una mujer extraordinaria y un noble español.



En el verano del año 1934 contrajeron matrimonio en la ciudad de Palma de Mallorca la norteamericana Natacha Rambova y el aristócrata español Álvaro de Urzaiz y Silva. Winifred Shaughnessy, verdadero nombre de Rambova, había sido la segunda esposa del entonces desaparecido y mítico actor Rodolfo Valentino. Nacida en el estado americano de Utah en 1897, Natacha Rambova cambiaría su verdadero nombre al conocer en Nueva York al famoso bailarín y actor ruso Theodore Kosloff, con el cual comenzaría una tormentosa relación -a sus diecisiete años- para finalmente participar en su compañía de Ballet Ruso itinerante. Más tarde fue contratada por la productora de cine MGM en Los Ángeles y conocería a la actriz Alla Nazimova (1879-1945), con quien, al parecer, llegaría a mantener sus primeros flirteos bisexuales. Esa relación impulsaría su carrera de diseñadora artística, lo que supuso para Natacha Rambova un mayor acercamiento al incipiente y fascinante mundo del cine. Conocería en el año 1921 al actor Rodolfo Valentino y acabaría colaborando en el decorado Art-decó de una de sus películas, Camille, una versión moderna de La Dama de las Camelias del escritor Alejandro Dumas hijo. Natacha Rambova fue una apasionada del estilo Art Decó europeo que acabaría por introducir en casi todos sus trabajos de diseñadora, como lo hiciera en aquella película protagonizada por Valentino. Con la actriz Nazimova participaría en la película Salomé (1923) diseñando la escenografía y realizando hasta el guión cinematográfico, para lo cual utilizaría el pseudónimo de Peter M. Winters. Acabaría casándose con Valentino en el año 1922, pero influiría tanto en la carrera del famoso galán que las productoras acabaron obligándole a él a no poder decidir nada sobre su trabajo. Esta eventualidad artística, además de las desavenencias de la pareja, motivarían la separación de ambos a principios del año 1926, meses antes del fallecimiento de Valentino. 

Tiempo después Natacha Rambova se marcharía a Nueva York para dedicarse a la alta moda abriendo en 1927 una tienda en la Quinta Avenida. Por aquellos años empezaría su curiosa afición a lo esotérico, al misticismo y la astrología. En el año 1934 se transladaría a Europa donde conocería al aristócrata y oficial de la Marina española Álvaro de Urzaiz y Silva, de gran parecido al actor Rodolfo Valentino y ocho años menor que ella. Urzaiz se enamora muy pronto de la extraordinaria belleza y personalidad de Natacha. Se acaban casando en la catedral mallorquina y vivieron en la isla balear durante algunos años, donde se dedicarían a decorar y transformar grandes residencias lujosas que ofrecían luego a la alta sociedad de entonces. Al comienzo de la guerra civil española Rambova, que se identificaba con las ideas conservadoras de su esposo, tuvo una especial actuación que demostraba su especial talante personal. El anterior gobernador civil republicano de la isla, Antonio Espina, cuya esposa era amiga de Natacha, había sido cesado y detenido en el verano del año 1936. Como muchos otros detenidos políticos podía acabar siendo ejecutado o fusilado sumariamente, así que la esposa del ex-gobernador, una católica devota, buscaría con sus hijos refugio y protección en el obispo de Palma de Mallorca. Sin embargo éste le negaría el asilo y auxilio que la señora Espina le solicitara desesperada. Natacha Rambova se presenta entonces un día, muy decidida, ante el obispo durante un oficio religioso en la catedral de Palma, y, delante de todos, le acabaría preguntando, muy alterada, a la cara: ¿cuándo piensa usted detener esta matanza?

Poco tiempo después se iría alejando de Álvaro de Urzaiz, el cual había sido además obligado a participar en algunas misiones militares españolas por Europa. En el año 1939 Natacha, finalmente, huiría a Francia por la frontera pirenaica abandonando a su noble esposo español. Álvaro de Urzaiz y Silva era el segundo hijo de la condesa del Puerto, doña María de Silva y Carvajal-Vargas (1874-1962), la cual descendía del aristócrata y criollo americano don Fermín de Carvajal y Vargas (1722-1796). Este español fue descendiente del que fuera nombrado en el año 1514 primer Correo Mayor de Indias por el rey Fernando V de España, don Lorenzo Galíndez de Carvajal (1472-1527). Dispusieron sus descendientes de la concesión exclusiva del tráfico de cartas y documentos enviados entre España y sus posesiones americanas durante casi 255 años. Esta exclusiva del correo de Indias fue disuelta definitivamente en el año 1768 por el rey español Carlos III, por lo cual el último Correo Mayor de Indias fue don Fermín de Carvajal y Vargas, también conde del Puerto y además Grande de España, el único criollo americano (español nacido en las Indias) que lo fuera. Álvaro de Urzaiz participaría en comisiones navales a Alemania durante los años 1941 y 1942 enviadas por el Estado Mayor de la Armada. Solicitaría a principios de los años cuarenta a Natacha la anulación religiosa de su matrimonio (cuando se casan en 1934 sí había divorcio en España pero luego, en 1940, dejaría de haberlo), algo que ella, sin embargo, no le ofrecería hasta bastante tiempo después. Álvaro de Urzaiz comandaría durante el verano del año 1948 el buque-escuela de la Armada española Juan Sebastián Elcano en su duodécimo crucero alrededor del mundo. Se volvería a casar con una joven aristócrata española en el año 1956, años después de que Natacha accediese por fin a la anulación matrimonial. Fallecería en Madrid cinco años después víctima de un cáncer terrible. Natacha Rambova regresaría a los Estados Unidos y le sobreviviría hasta el año 1966, dedicándose entonces a otras de sus pasiones: la egiptología y el simbolismo. Al final de su azarosa vida, cuando su grave enfermedad anoréxica no la dejase vivir, entonces su corazón, tan latido, vibrante y apasionado por la vida, la acabaría traicionando definitivamente.

(Imagen fotográfica de Natacha Rambova, 1921; Fotografía del matrimonio Valentino-Rambova, 1923; La actriz Alla Nazimova en un fotograma de la película Salomé, donde la interpretaba cuando tenía 44 años ya; Fotografía de Natacha Rambova en 1931, embarcada rumbo a Europa; Fotografía del capitán de fragata Álvaro de Urzaiz, en la comisión Urzaiz de 1942; Fotografía de la flota de lanzatorpederos LT alemanes, traídos a España por Álvaro de Urzaiz en 1942; Fotografía del buque-escuela español Juan Sebastián Elcano, del cual fue comandante Álvaro de Urzaiz en la travesía de 1948; Pintura de su antepasado y Correo Mayor de Indias, Fermín Francisco de Carvajal y Vargas, Museo Histórico Nacional de Chile, Santiago de Chile.)

24 de agosto de 2010

Un menage a trois histórico causó una victoria, un fatal destino y un film.



La belleza de una mujer pocas veces ha podido causar una historia tan increíble, fascinante y trascendente como la belleza de Emma Lyon (1761-1815). Nacida en el condado de Cheshire, Inglaterra, y huérfana de padre, su madre se vería obligada a ponerse muy pronto a servir. Así hasta que ambas se trasladaron a Londres y entonces Emma conseguiría entrar al servicio de un famoso compositor británico, Thomas Linley. Más tarde trabajaría en una posada donde una tarde un teniente de la Marina británica, John Willet Payne (1752-1803), se enamoraría de ella convirtiéndola en su amante. Este oficial inglés se preocuparía mucho en educarla, así hasta quedar ella embarazada de él a los diecisiete años. Una situación económica difícil obligaría a Payne a buscar ayuda en un amigo aristócrata, Sir Harry Featherstonehangh. A cambio éste obtuvo luego a Emma como amante. Con Sir Harry Emma accedería a la alta sociedad londinense, pasando a vivir en el castillo de Up-Park y conociendo a personajes o artistas tan importantes como lo fuera el pintor George Romney (1734-1802), que llegaría a inmortalizarla en sus famosos retratos de escenas mitológicas. Luego llegaría en Up-Park a conocer a Charles Greville, miembro del Parlamento británico que la tomaría como amante oficial instalándola en su residencia de Edgeware Row.

Charles Greville se comprometería con una rica heredera y no tuvo más remedio que dejar a Emma. Para esto le pediría a su tío William Hamilton, rico viudo y cónsul británico en Nápoles, que acogiera a Emma en su casa napolitana. Sir William Hamilton (1730-1803) invitaría a Emma unos meses a su casa de Nápoles y acabaría también convirtiéndola en su amante. La fascinación que causó Emma en Sir William Hamilton fue tanta que, con 61 años y aficionado a la belleza y las antigüedades, sería el único amante que llegaría a proponerle matrimonio. Ella aceptaría encantada en el año 1791 y pasaría a ser Lady Hamilton. Por aquellos años, finales del siglo XVIII, Francia era una República muy beligerante y haría en Europa temblar a algunas monarquías. Nápoles era un reino independiente aunque perteneciente a la Casa de Borbón española, su rey, Fernando I de Nápoles, era el tercer hijo del rey Carlos III de España. Pero su pequeño reino estaba amenazado por la Francia revolucionaria. Nápoles participó en la Primera Coalición (1793-1797) contra el Directorio francés revolucionario, y como Inglaterra y su flota se encargaban de controlar el mediterráneo, apoyaría entonces a uno de sus aliados europeos frente a Francia. El Almirantazgo británico decide entonces enviar a su mejor marino a Nápoles. Y allí, en el año 1793, el consul inglés y su encantadora y joven esposa tuvieron ocasión de agasajar al vicealmirante de esa flota, Horatio Nelson (1758-1805), el cual quedaría impresionado por la belleza y simpatía de Lady Hamilton.

Cinco años después regresa Nelson a Nápoles para visitar a Emma. Por entonces la fama militar del gran marino británico después de haber ganado la Batalla del Nilo, le haría ser un personaje conocido y fascinante. Tanto que el propio Sir William Hamilton le acogería en su residencia y vería con buenos ojos los cuidados que su esposa mostrara por las heridas de él. Toleraría la relación que su esposa comenzara a tener con el vicealmirante. Hasta el punto de llegar a viajar los tres juntos a Inglaterra no por mar sino por el propio continente europeo. Lady Hamilton quedaría entonces embarazada de Nelson y las habladurías en Londres se hicieron demasiado públicas. El Almirantazgo británico vuelve a enviar de nuevo a Nelson a una misión al mar, de ese modo, pensaron los almirantes, lo apartarían algún tiempo de ella. En el año 1803 fallecería Sir William Hamilton y Nelson regresaría de nuevo al mar, para no volver a Inglaterra sino dentro de un barril de coñac, donde se conservaría su cadáver después de la Batalla de Trafalgar del año 1805. Emma Hamilton malgastaría la poca fortuna que le dejaría Sir William y, a pesar de las instrucciones dadas por Nelson, el gobierno británico no la ayudaría jamás, ni a ella ni a la pequeña Horacia, la hija tenida con el vicealmirante Nelson. Las dejarían a ambas en manos de los crueles acreedores. Incluso llegaría Emma Hamilton a estar en prisión con su hija, y, finalmente, se vería obligada a huir a Francia donde acabaría sus días abandonada, pobre, alcohólica y enferma en la ciudad costera francesa de Calais.

En el año 1941 la productora británica de Alexander Korda realizaría la película That Hamilton Women (Lady Hamilton), donde la famosa actriz Vivien Leigh (1913-1967) interpretaba a Emma Hamilton, y su marido, el gran actor Laurence Olivier (1907-1989), al entonces vicealmirante Nelson. Sólo obtuvo un oscar la película, y lo fue por la excelente música que el compositor húngaro Miklós Rósza (1907-1995) creara para el romántico film. Se llegaría decir por aquellos años que era la película favorita del primer ministro británico Winston Churchill, el cual presumía de haberla visto cientos de veces mientras dirigía el país durante la guerra.

(Fotografía de la actriz británica Vivien Leigh; Cuadros del pintor George Romney de retratos de Lady Hamilton; Cuadro del vicealmirante Horatio Nelson; Cuadro de Lady Nelson, esposa de Horatio; Cuadro de Sir William Hamilton; Grabado humorístico donde aparece William Hamilton, aficionado a las antigüedades, y en los cuadros en la pared su esposa -como Cleopatra- y Nelson -como Marco Antonio-, y los oportunos cuernos...; Montaje donde Vivien Leigh posa como su personaje Lady Hamilton en un cuadro de Romney.)

Vídeo de la película Lady Hamilton (That Hamilton Woman), del año 1941:

22 de agosto de 2010

De las calles de Sevilla a los boulevares del cine americano de entonces.



El novelista español Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) tuvo una vida tan prolífica como su extensa obra literaria. El mundo del cine le atrajo tanto al escritor español, que varias de sus novelas fueron filmadas en el Hollywood de los primeros años del cine mudo. Una de ellas fue la película The Temptress (1926), basada en su novela La tierra de todos escrita en el año 1922. La productora norteamericana Metro Goldwyn Mayer le encargaría el proyecto al cineasta sueco Mauritz Stiller (1883-1928), que un año antes se había traído, con él, a la actriz Greta Garbo (1905-1990) de su Suecia natal. Junto a ella, comenzó el rodaje en el año 1926. Sin embargo, los desencuentros de los productores con el director Stiller hicieron que le retiraran pronto de la dirección del film. Para el papel protagonista masculino contaron con un actor desconocido de origen español de 39 años, un joven español que, desde catorce años antes -en el año 1912-, había comenzado a trabajar en el cine pionero norteamericano de entonces. Antonio Garrido Monteagudo Moreno (Madrid, 1887 - Los Ángeles, 1967) pasaría entonces de las calles de Sevilla a las grandes avenidas de la Nueva York de comienzos del siglo XX.

Conoció en Nueva York a su mecenas norteamericana, la viuda Charlotte Morgan, una heredera que le ofrecería la posibilidad de estudiar y poder trabajar en una compañía comercial, así hasta que una oportunidad en teatro como actor secundario le llevaría luego al cine. Su acento español no fue un impedimento por entonces -primeros años del cine mudo- para poder intervenir en una producción, una obra cinematográfica del influyente director D.W.Griffith, Two daughters of Eve del año 1912. A partir del año 1929, como muchos otros actores de cine mudo, Antonio Moreno se enfrentaría con la cruel realidad del cine sonoro, algo que, para los actores de habla no inglesa, fue una dificultad añadida para conseguir papeles importantes. Es por lo que tuvo que aceptar papeles secundarios, o dedicarse a películas rodadas en español para el mercado hispanohablante, o rodar, como director, algunas películas en México. Intervino incluso en una película española, María de la O, rodada en España en el año 1936. A pesar de todo eso, consiguió mantenerse en la industria cinematográfica norteamericana, aunque sólo en papeles secundarios y con un claro tono hispano.

Antonio Moreno fue el primero en ofrecer la imagen de Latin Lover en el Hollywood que encumbraría a otros actores latinos en ese estereotipo. Sin embargo, supo mantener un equilibrio entre seducción y sensibilidad. Probablemente, de haber tenido una pronunciación y un inglés perfectos, hubiese disfrutado de otra carrera que la que tuvo después de los años veinte. Gracias a su especial estilo, Antonio Moreno protagonizaría la película muda norteamericana It, producida en el año 1927. Esta cinta fue una adaptación de la obra literaria del mismo nombre de una novelista americana, Elinor Glyn (1864-1943). Esta escritora supo verlo idóneo para la película, ya que simbolizaba él esos nuevos aires de ruptura que vivía la joven sociedad norteamericana de los años veinte. La actriz Clara Bow (1905-1965) fue elegida también por Elinor Glyn para encarnar a la protagonista femenina, ese tipo de chica que, desde entonces, se denominó It. Con este término se empezaría a representar la imagen de una mujer que ofrecía ese extraño magnetismo que atraía a los dos sexos, esa actitud, cuasi masculina y muy moderna, que caracterizaba aquellos años en el peinado femenino o el vestir. Al final de su vida el actor Antonio Moreno, aquel que había cautivado con su apostura elegante, atractiva y masculina las cintas del cine mudo americano, acabaría haciendo solo papeles marginales de corta duración en algunas grandes producciones del Hollywood de los años cincuenta. Como la que hiciera, del maduro hacendado mexicano don Emilio Figueroa, en la gran película del director John Ford, Centauros del desierto, una magnífica cinta protagonizada en el año 1956 por el mítico John Wayne. Diez años después fallecía el olvidado actor español en aquel Beverly Hills de los sueños rotos, ese mismo lugar que, una vez, le viera brillar en su cielo tan engañoso, un firmamento por entonces estrellado, mítico, esplendoroso... y absolutamente efímero.

(Cuadro de Vicente Blasco Ibáñez, del pintor valenciano Alejandro Cabeza; Imagen fotográfica de estudio del actor español Antonio Moreno, 1919; Imagen fotográfica de Greta Garbo; Cartel de la película The Temptress, 1926, basada en la novela La tierra de todos, de Blasco Ibáñez; Imagen del rodaje de la película The Temptress, con Mauritz Stiller a la izquierda y la pareja Garbo y Moreno; Imagen de la actriz Clara Bow; Cartel de la película It, de 1927; Fotograma del film Centauros del Desierto, 1956, donde aparece de espaldas Antonio Moreno en el papel del maduro mexicano don Emilio Figueroa; Fotografía de Mauritz Stiller y Greta Garbo a la llegada a Nueva York en 1925; Abajo: Vídeo de la película española María de la O, 1936; en este caso con un Antonio Moreno ya de cincuenta años casi, y rodada en España por el director Francisco Elías e interpretada por la gran bailaora Carmen Amaya, 1913-1963.)

20 de agosto de 2010

El deseo, la injusticia del destino, el desamor humano y sus leyendas.



El dramaturgo y novelista norteamericano Thornton Wilder (1897-1975) fue un profesor de la Universidad de Harvard apasionado por la literatura, la mística y la historia. En el año 1927 publicaría su novela El puente del rey San Luis, un relato donde ahora un trasfondo determinista o azaroso de la vida enmarca el núcleo principal de la narración: la desesperación de los humanos por encontrar el asidero del amor y tratar con él de sortear la ingrata y cruel vida desatenta. En la trama novelesca cinco personajes situados en el Perú virreinal del año 1770 deciden marchar de viaje el mismo día, y, en ese mismo día, a la misma vez, cruzar todos ellos el inevitable puente que salvaba la profunda garganta del Camino del Inca, un paso aterrador situado entre las ciudades virreinales de Lima y Cuzco. Pero, sin embargo, el puente colgante de tablillas cede justo en el mismo instante en el que los cinco personajes se encuentren cruzándolo. Todos perecerán. Luego un clérigo limeño, inquieto y algo ilustrado, investigará la vida de los finados con la intención de averiguar algo de ellos o de su vida que justifique tamaño destino indecoroso.

Descubrir, por ejemplo, alguna cosa que le permita dilucidar la posible maldición de sus vidas, entreviendo en ellas la terrible mano de Dios. Es decir, si la providencia tuvo o no tuvo que ver entonces en el trágico suceso que acabó con sus vidas. Pero resultaba que ninguno de los personajes habían sido seres malvados sino todo lo contrario, fueron personajes generosos, compasivos, cariñosos y bondadosos todos ellos. Al final la Inquisición y la Ilustración coincidirán en el hecho inequívoco de que tan sólo fue un accidente fortuito. El primero porque entiende que la divinidad no puede involucrarse en el argumento hereje de que se permita morir a inocentes; el segundo porque la ciencia no avalará nunca determinismos de ninguna clase, coincidentes o no. El fraile investigador acabaría reconociendo que el hecho fatídico tal vez pudo ser un designio y tal vez no... Pero, al parecer, lo que el autor desearía transmitir en su novela es que los seres humanos estamos despeñados por el desamor. Uno de los personajes malogrados, la marquesa de Montemayor, cuya hija está en España muy lejana y desinteresada de ella, no hacía sino escribirle muchas cartas sin recibir respuesta, en un gesto de claro deseo que evidenciaba la necesidad de que su hija la amase. El escritor norteamericano Wilder expresaría al final de la novela, a través de uno de sus personajes secundarios, el sentido más inequívoco y trascendente de la narración melodramática: Hay una tierra de los vivos y una tierra de los muertos y el puente entre ambos, el único vínculo que los une, la única cosa que subsiste, lo único que cuenta, lo único que sobrevive, lo único que tiene sentido, es el amor.

En el año 1929 la productora norteamericana MGM realizaría la película El puente de San Luis Rey, un film dirigido por el británico Charles Brabin y basado en la novela de Thornton Wilder. Fue protagonizado por la actriz canadiense de origen francés Lily Damita (1904-1994), que interpretaba a La Perricholi, una amante que tuviera el virrey del Perú de entonces, don Manuel Amat y Juniet (1704-1782). En el año 1935 Lily Damita contrajo matrimonio con el afamado actor de cine Errol Flynn (1909-1959), siendo esta unión de la pareja un total fracaso conyugal que solo duraría hasta el año 1942, justo un año después de haber tenido con él un hijo. Sean Flynn (1941-1971), el hijo de ambos, participaría también como actor en algunas películas sin mucho éxito, y dedicaría el resto de su vida al reporterismo fotográfico por todo el mundo. En un viaje muy arriesgado al Vietnam bélico del año 1970 desapareció sin dejar rastro alguno, no llegándose nunca jamás a saber, realmente, en dónde se encontraría ni él ni siquiera sus restos. Se dio oficialmente por muerto en el año 1984. Su madre, Lily Damita, dedicaría no obstante toda su fortuna y el resto de su vida a tratar de encontrarlo, sin haber llegado nunca a obtener hasta su muerte -producida en 1994- ningún éxito en su búsqueda.

(Imagen del cartel cinematográfico de El puente de San Luis Rey, de 1929; Fotografía del escritor y dramaturgo americano Thornton Wilder; Fotografía del matrimonio Flynn-Damita en 1935; Fotografía de estudio del actor Errol Flynn; Fotografía de Errol Flynn y su hijo Sean en 1956; Fotografía de Sean Flynn en Vietnam en 1971.)

17 de agosto de 2010

Una muda, genial, inevitable e imposible historia de amor, filosofía y muerte.



El escritor británico Thomas Burke (1886-1945) publicaría en el año 1916 su novela Noches de Limehouse, un compendio de cuentos narrados acerca de un suburbio degradado del Londres de principios del siglo XX. La narración melodramática describe un lugar marginal donde la inmigración asiática competía con los depauperados habitantes nativos. Todo esto sirvió por entonces de escenario a una inusual y atrevida historia de amor. El director pionero más famoso del cine americano, David Wark Griffith (1875-1948), adquiriría los derechos de la novela y realizaría una inédita película en el año 1919, muy lejos de sus grandiosas producciones (El nacimiento de una Nación, Intolerancia) que tanto le consagrarían en la historia del cine. En esta película, a cambio, la mayor parte de las escenas fueron rodadas en interior y en apenas dieciocho días. Muy dramática y dura, la película contaría con la participación de una joven actriz, Lillian Gish (1893-1993), que llevaría a cabo una de las escenas de terror y miedo más impactantes y verosímiles jamás rodadas en el cine. Al mismo tiempo, la interpretación de su violenta muerte es de una asombrosa genialidad. Lillian Gish tuvo en Griffith a un mecenas que la llevaría al estrellato en los inicios del cine mudo americano de entonces.

La película muda escenifica una relación interracial entre un inmigrante chino y una joven londinense. Él, un extravagante idealista de convicciones budistas, perseguía al marcharse de su país predicar el budismo como la mejor forma de vivir en este mundo. Sin embargo, va a parar a un barrio muy pobre londinense, donde ahora ella -su amor imposible-, una joven maltratada y vejada, malvivirá con su padre ex-boxeador y alcohólico, un ser terriblemente violento e incestuoso. El budista chino acabará siendo absorbido fatalmente por lo mismo que, curiosamente, él desearía cambiar. Ahora vive como sus vecinos, con los mismos deseos y vicios que él deseaba tratar. Aun así, se encuentra una vez con la joven maltratada, y entonces queda enamorado irremediablemente de ella. Pero, ahora, no puede salvarla, ni siquiera con su nuevo amor terrenal recién descubierto. El padre de ella, ahora su rival, no hace sino seguir su propio, terrible e inevitable destino criminal: acabará matando a su hija antes de que el joven oriental consiga redimirla. La película es considerada como una de las mejores rodadas jamás. Una de las escenas, donde la joven se esconde en un armario y el padre la busca con violenta ira, es una muestra de la magistral obra de arte que es gracias a la verosímil interpretación de los actores.



(Imagen de la actriz norteamericana Lillian Gish; Cartel de la película Broken Blossoms -Lirios Rotos o La culpa ajena-, 1919; Fotogramas de la película Lirios Rotos, 1919; Fotografías de Lillian Gish; Fotografía del director David Wark Griffith.)

11 de agosto de 2010

Una invención de mujer, con un comienzo oculto y una leyenda de veras.



En la Europa convulsa de los primeros años treinta del siglo XX, una hermosa e inteligente joven, Hedwig Kiesler (Austria, 1914 - Florida, 2000), se iniciaría en el mundo teatral del Berlín más liberal que haya existido. Por aquel entonces un director de cine checo, Gustav Machatý (1901-1963), se atrevería a realizar la primera película de alto contenido erótico de toda la historia del cine, Éxstasy, un film producido en el año 1933. La película, estrenada ese mismo año en Austria, no se estrenaría en Alemania sino hasta el año 1935 y en los Estados Unidos llegaría a ser censurada por la conocida como Legión de la Decencia. La actriz protagonista fue esa joven austríaca, Hedwig Kiesler, una mujer que antes de dedicarse al mundo del espectáculo había estudiado ingeniería en Viena, destacando además de por su belleza por una extraordinaria capacidad intelectual.

El éxito de Éxstasy fue arrollador, tanto por la propia temática de la cinta, muy del estilo de Madame Bovary -la esposa que abandona a su marido y se siente atraída por un amante más joven-, como por el desnudo integral que protagonizaría Hedwig Kiesler. Al ver la película, un millonario austríaco de oscuros negocios decide entonces casarse con ella, solicitando al padre de Hedwig su mano. El marido trataría luego de eliminar todas las copias cinematográficas eróticas de su esposa. Llegaría a maltratar de tal modo a Hedwig que ésta se vio obligada a abandonarle y acabar por huir a Francia en el año 1937; de París, por fin, conseguiría ella un pasaje para poder viajar hasta los Estados Unidos. En Los Ángeles, el famoso productor Louis B. Mayer -de la MGM- la protegerá de su pasado cambiándole hasta el nombre, y maquillando luego toda su anterior vida, tanto la personal como la cinematográfica. A partir del año 1938 comienza ella una nueva carrera en el cine -y una nueva vida personal-, pero, ahora con el conocido nombre con el que ha pasado a la historia de las grandes estrellas: Hedy Lamarr. Protagonizaría muchas cintas, desde Argel (1938), pasando por Encrucijada (1942), hasta llegar a la más conocida o que la haría más famosa en el cine: Sansón y Dalila, una producción del año 1949.

Pero, por lo que ha sido menos conocida fue por su faceta industrial e inventora, una faceta profesional que tendría desde que volvió a casarse con el compositor y bohemio George Antheil. Con él patentaría un diseño para las comunicaciones cifradas, un hecho científico que ha servido mucho tiempo después en la historia del desarrollo de las telecomunicaciones, hasta llegar hoy, incluso, a la tecnología Wifi, el Bluetooth o la telefonía de segunda generación de móviles (GSM). Una historia fascinante la de esta mujer extraordinaria, la cual tuvo una vida semejante a la que protagonizara en aquella película Éxstasy. Una vida, donde además de usar muy bien el cuchillo en la escena cinematográfica de Dalila, al cortar la cabellera a Sansón, contribuiría luego al avance científico con algunas tecnologías que, por ejemplo, algunos en este momento podemos utilizar...

(Fotografía de Hedy Lamarr, del fotógrafo Alfred Eisenstaedt, 1938; Imagen fotográfica de estudio de Hedy Lamarr, 1940; Fotograma de la película Sansón y Dalila, 1949; Cartel de Sansón y Dalila, 1949; Fotograma de la película Éxstasy, de 1933, Hedy Kiesler (Lamarr).)

Vídeo de las obras cinematográficas más representativas de Hedy Lamarr:

7 de agosto de 2010

La imagen reflejada, la autoría identificable, la creatividad auténtica, o la vanidad del autor.



Una de las mayores aspiraciones de un creador es, posiblemente, identificarse con su propia creación artística. Ya Alfred Hitchcock (1899-1980) haría sus cameos, o apariciones, en sus propias famosas películas de un modo muy habitual. La pintura ha tenido también verdaderos genios en este arte... Pero, la fotografía ha sabido también reflejar la escena y a su propio autor al mismo tiempo. Aquí he tratado de mostrar sólo algunos ejemplos de composición personal entre obra y creador. Dos cosas íntimamente unidas, y que, a veces, se tiende a olvidar por la creación en sí misma..., pero que, casi siempre, es un fiel reflejo de la personalidad de quien la crea, la imagina o la expone.

(Imagen del cuadro El estudio del pintor, 1855, de Gustave Courbet; Las meninas, 1656, de Velazquez; Óleo El taller del artista, 1666, del pintor Vermeer; Cuadro Dalí y Gala frente al espejo, 1973, de Dalí;  Cuadro Alegoría de la pintura, del pintor haitiano Robert Luxama (Haiti, 1983); Fotograma de Alfred HitchcockMarnie, la ladrona, 1964)