3 de octubre de 2009

La provocación, el erotismo, la imagen y el Arte.



La oposición, la belleza, la osadía, la insinuación, la decisión, el descaro, la provocación, el orgullo, la entrega, la lujuria, la confianza, la ternura, la fortaleza, la lascivia, la sorpresa, la fiereza, la pasión, la sensualidad, la naturalidad y el deseo.  Estas son solo unas muestras de los conceptos simbólicos, en ese mismo orden (de arriba abajo y de izquierda a derecha), de lo que cada una de esas imágenes artísticas nos puedan hacer inspirar emocionalmente con los gestos eróticos que sus imágenes representan.

Esto es lo que desde la antigüedad hasta la actualidad selecciono aquí con esas imágenes de Arte. En algunas de ellas se observa o la conexión de la imagen con el observador o la indiferencia con él. En ambos casos, la fuerza de lo que simboliza siempre es la misma, da igual que la imagen del personaje representado nos mire o no lo haga. En algunas otras imágenes nos miran de un modo distinto: unas veces nos comunicarán afirmación o anhelo y otras frialdad o desapego. En otras incluso la autosuficiencia que demuestra la mirada de la modelo nos atraerá ávidamente, pero será una atracción algo incompleta o algo equívoca.  En todas ellas el autor busca provocar. Desde el estilo más elaborado hasta la tendencia más abrupta. La comunicación más primitiva, la más impactante o la más provocadora. Así son las representaciones eróticas que nos pueden ofrecer todas estas imágenes, tanto en el propio Arte como en las de la burda imagen publicitaria.

(Imagen de relieve egipcio; Escultura de Venus griega; Cleopatra, del pintor Luca Giordano (1634-1705); Gran Odalisca, del pintor francés Ingres (1780-1867); Olympia, de Manet (1832-1883); Desnudo, de Anselmo Miguel Nieto (1881-1964); Desayuno en la hierba, de Manet; Safo, de Charles August Mengin (1853-1933); El Sueño, de Gustave Courbet (1819-1877); Aquiles y Briseida, de Agostino Carracci (1557-1602); Desnudo sentado, de Vera Rockline (1896-1934); Desnudo, de Henri Manguin (1874-1949); Columna rota, de Frida Kahlo (1907-1954); Fotografía de la actriz norteamericana Madonna; Venus adentro, de Gunilla Elam, pintora sueca actual; Ilustración del artista Aubrey Beardsley (1872-1898); Fotografías de las actrices norteamericanas Kim Bassinger y Marilyn Monroe; Desnudo, de Max Hermann Pechstein (1881-1955); Desnudo, del pintor actual americano Hellmut Soltau.)

1 de octubre de 2009

La Roma antigua, Eros, la Arqueología y el Arte.



Cuando a finales del siglo XVI el arquitecto Domenico Fontana (1543-1607) descubriese accidentalmente los frescos de Pompeya y Herculano, dice la leyenda que volvió a cubrirlos por temor a que no le creyesen, o por todo lo contrario... La moral de aquellos años no hubiese soportado aquella expresión iconográfica tan erótica. Pero no fue sino hasta principios del siglo XVIII cuando oficialmente se descubriesen las ruinas de lo que fueron dos de las aglomeraciones romanas más conservadas de la historia. Y lo fueron gracias, no obstante, a la catástrofe que las sepultara durante muchos siglos consecuencia de la lava de la erupción del volcán Vesubio del año 79. Fue el militar e ingeniero aragonés Roque de Alcubierre (1702-1780), al servicio por entonces del rey Carlos de Nápoles (Carlos III de España después), el primer hombre que descubriese y se preocupase de salvar y dar a conocer los restos sepultados por la ceniza volcánica del Vesubio.

Luego, durante el año 1819, un conservador napolitano conseguiría reunir algunos restos hallados en esas excavaciones romanas, unos trabajos que se llevaban ya a cabo en Pompeya desde el siglo anterior. Entonces guardaría esos tesoros eróticos arqueológicos en un lugar especialmente creado para ello. Lo llamaría el Gabinete de los objetos obscenos. Sin embargo, en el año 1823 ese recinto especial pasaría a llamarse Gabinete de los objetos reservados. En el año 1860 Alejandro Dumas (1802-1870), el escritor más famoso de Francia, fue nombrado entonces por el libertador italiano Garibaldi (1807-1882) jefe de las excavaciones y museos de Nápoles. Dumas le cambiaría el nombre al gabinete por el de Colección Pornográfica, una palabra que, de todos modos, ya había sido inventada 2.300 años antes por un curioso pintor griego de Éfeso, Parrasio.

(Fresco de Pompeya en el Museo Arqueológico de Nápoles; Fresco procedente de la casa del Centenario, Pompeya, Museo Arqueológico Nacional de Nápoles; Fresco de las Termas de Pompeya; Imagen de una sala o comedor íntimo (triclinium), donde se aprecian los lechos en donde los pompeyanos comían y bebían recostados, Pompeya.)

30 de septiembre de 2009

El daguerrotipo y la fotografía: más de 150 años de historia.



Louis Daguerre (1787-1851) fue un artista francés que no alcanzaría ninguna relevancia en el Arte. Pero, a cambio fue un incansable curioso de la imagen y de su representación en diversos medios. Crearía el Diorama o efecto por el cual una imagen podía visualizarse en profundidad en tres dimensiones. Con ayuda del litógrafo y químico francés Niépce (1765-1833) lograría incluso fijar imágenes en unas placas metálicas sensibles a elementos químicos. Con posterioridad Daguerre lograría, esta vez accidentalmente, que una de esas placas guardada en su armario consiguiese una calidad no obtenida antes. Así descubrió y desarrolló el Daguerrotipo. A partir del año 1838 evolucionaría su industrialización, pero es en la década de 1840 cuando se comienza a utilizar para la obtención de imágenes fotográficas.

Conseguiría con su técnica que el proceso de objetivación (exposición de la luz al objeto) se redujese a 30 minutos, cuando los procedimientos anteriores, más rudimentarios, necesitaban hasta 2 horas para ello. Se fueron disminuyendo los tiempos aún más y el invento se popularizó bastante. Se precisaba que la placa fuese guardada bajo cristal para que el oxígeno del aire no deteriorara el proceso químico del daguerrotipo. Sólo tenía un inconveniente: cada imagen era única, sólo existía el positivo cada vez. Si se quería una copia había que obtenerla de nuevo con todo ese procedimiento tedioso. Esto acabaría con el invento del daguerrotipo para siempre.

(Imagen de daguerrotipo de la fachada principal del Museo del Prado, Madrid, año 1851, del autor español Albiñana. Fotografía actual del Museo del Prado.)

29 de septiembre de 2009

Un mismo tema y su variación en el tiempo: Arte y leyenda.



Salomé se cita en el Nuevo Testamento como la hijastra de Herodes Antipas (20 a.C.-39 d.C.), tetrarca -gobernante- de la antigua Galilea en tiempos de Jesucristo. Fue famosa ella porque su belleza y su danza azoraban a Herodes, y éste no pudo resistirse a nada de lo que ella le pidiese entonces, ¡incluso hasta la cabeza de Juan el Bautista!, profeta judío y posterior santo, encarcelado por denunciar a Herodes de su concubinato con Herodías, la madre de Salomé. El tema iconográfico se ha representado a lo largo de toda la historia del Arte. En esta muestra quiero visualizar cómo los autores se dirigen ahora por su tendencia y estilo, muy parejados además con su época y sus propias convicciones ideológicas. La expresión es diversa, la idea la misma, ¿o no...? 

De arriba a abajo, de izquierda a derecha: La danza de Salomé, de Benozzo Gozzoli (1421-1497); Salomé con cabeza del Bautista, de Lucas Cranach el Viejo (1472-1553); Salomé de Tiziano (1477-1576); Salomé de Gustave Moreau (1826-1898); Danza de Salomé, de Franz von Stuck (1863-1928); Salomé, de Julio Romero de Torres (1874-1930); Salomé, de Lovis Corinth (1858-1925); Salomé, de Wilhelm Trübner (1851-1917); Salomé, de Julius Klinger (1876-1942); Salomé, dibujo de Picasso (1881-1973); Queen Salomé, de Dalí (1904-1989); Salomé, de Francis Picabia (1879-1953); Salomé, del pintor barcelonés Iago Pericot, nacido en 1929.)

27 de septiembre de 2009

Un monasterio, un sueño, un terremoto y una historia.



El primero de noviembre del año 1755 se produjo uno de los terremotos más fuertes de toda la historia europea. Sus efectos en Lisboa y Portugal fueron devastadores, pero el radio de acción llegaría incluso a muchas poblaciones españolas. Una de ellas fue la portuaria Palos de la Frontera en Huelva, desde donde salió en el año 1492 la famosa expedición que España patrocinaría y un gran marino pilotaría en la historia. Cerca de esa población onubense se encontraba entonces un pequeño monasterio franciscano, un edificio que también sufriría el movimiento telúrico y quedaría prácticamente destruido a consecuencia del seísmo. Años después, entre 1835 y 1845, se decretaría en España la supresión de las órdenes religiosas y se obligaron a los franciscanos a abandonar lo que quedaba del monasterio onubense, dejando éste en el mayor de los desamparos posibles. A pesar de la poco fidedigna reconstrucción realizada años después por unos duques ilustrados así como por el respaldo de algunos políticos sensibles a la historia, sólo se pudo representar luego una falsa copia de lo que, realmente, llegaría a ser ese famoso monasterio colombino en su tiempo. Hoy sólo los arcos de estilo mudéjar y color arcilloso pueden recordar, si acaso, el antiguo edificio donde un hombre cargado de un gran sueño se refugiara una vez de la falta de comprensión de la corona y los entendidos. Sólo nos queda ya el símbolo arquitectónico, posiblemente no sea poco para el sueño tan enorme que albergara por entonces.

(Edificio del Monasterio de La Rábida, Huelva, España; Fotografía de un monumento a Cristóbal Colón; Murales, pintados recientemente, en homenaje al descubrimiento de América; Fotografía del claustro mudéjar; Fotografía del Refectorio, o comedor de frailes, donde también cenó Colón; Fotografía de la entrada y pequeña estancia en donde Colón deliberaba con el padre Marchena; Fotografía de la sala capitular o principal del monasterio.)