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9 de junio de 2010

Una historia y una batalla, un impostor, un poeta, un rey y un destino frustrado.



En la plaza mayor de Madrigal de las Altas Torres, provincia de Ávila, fue ajusticiado el 1 de agosto del año 1595 en la horca Gabriel de Espinosa, vecino de esa población y de profesión pastelero de carnes. El motivo de la sentencia a muerte fue una conspiración contra la Corona española, por entonces en poder de Felipe II. El caso fue que Espinosa, junto a oportunistas personajes portugueses de cierta alcurnia, pretendió suplantar la identidad del desaparecido soberano de Portugal, el rey Sebastián I (1554-1578), que su vez era sobrino carnal del rey español. Todo empezaría en el año 1578, cuando el monarca portugués Sebastián I decidiese conquistar el noroeste africano, entonces en manos del sultán proturco Abd el Malik. Le consultaría dos años antes la empresa conquistadora a su tío, el rey español Felipe II, y este monarca prudente le enviaría al capitán español Francisco de Aldana (1540-1578) para que, en servicio de espionaje -disfrazado de marroquí-, fuese a investigar a la corte del sultán en Marrakech sobre los inconvenientes o no de dicha aventura. Las informaciones que el afamado capitán le pasara al rey español eran contrarias a una intervención bélica en la zona. Aun así, el joven rey portugués se empeñaría en ir a la guerra morisca. Felipe II, que se negó a participar, no obstante apoyaría al monarca luso enviando al mismo capitán Aldana, a medio millar de hombres, varios caballos, y algún que otro material militar.

El capitán Aldana había nacido en Italia en 1540, y su educación y aficiones se dirigían mejor hacia la contemplación o la poesía que hacia la guerra o la aventura. A pesar de eso, había intervenido con los Tercios españoles -un cuerpo famoso del ejército hispano- en Flandes y en Francia victoriosamente. No pudo Francisco de Aldana por entonces más que desaconsejar a Don Sebastián de Portugal la intervención bélica africana. Pero éste acabaría convenciendo a aquél con su joven pasión ardorosa, su decisión visionaria y su gran arrojo militar. La batalla se llevaría a cabo el 4 de agosto del año 1578 en el enclave marroquí de Alcazarquivir. La mayoría de fuerzas enemigas y la sangría del enfrentamiento hicieron que las huestes portuguesas se dispersaran. Tanto el rey Sebastián I como el capitán español Francisco de Aldana cayeron y desaparecieron para siempre. Nunca, realmente, fueron hallados ni identificados sus restos. Dos años después, las dos coronas, la portuguesa y la española, acabaron uniéndose por falta de descendientes legítimos. Felipe II de España se convirtió así, gracias a su madre portuguesa, en el año 1580 en Felipe I de Portugal.

Los magníficos versos líricos de Francisco de Aldana sólo fueron valorados entonces por los pocos conocedores de su obra poética, y un grandísimo poeta español desaparecería para siempre entre las colinas norteafricanas de un desconocido y malogrado alarde militar. Los enemigos de la unión peninsular ibérica, la aristocracia avariciosa lusitana y las potencias enemigas de España por entonces (Inglaterra, Holanda y Francia), contribuyeron a desestabilizar aún más la gran potencia ibérica que llegaría a ser durante casi sesenta años. Por otro lado, el caso del pastelero de Madrigal tan sólo fue una anécdota curiosa en el desarrollo posterior de los acontecimientos ibéricos. El sebastianismo que se originaría entonces, esa idea mesiánica de un gran personaje que vendría a salvar al pueblo luso, unido a los sucesos funestos políticos y bélicos hispanos del detestable siglo XVII, posibilitaron finalmente que la gran unión ibérica acabase para siempre en el año 1640. De ese modo, acabaría también la inmensa gran obra que todo un pueblo, una gran cultura y unos hombres valerosos, habrían contribuido a crear una vez en la historia de Europa y del mundo.

(Imagen del cuadro Batalla de Alcazarquivir y Mostrando el cadáver de Don Sebastián, obras del siglo XIX, autores desconocidos; Óleo Retrato del Rey Don Sebastián, del pintor Cristóbal de Morales, siglo XVI, Museo del Prado, Madrid; Grabado del poeta Francisco de Aldana; Grabado con imagen idealizada de Gabriel de Espinosa.)

Soneto de Francisco de Aldana, poeta español:

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto variar vida y destino,
tras tanto de uno en otro desatino
pensar todo apretar, nada cogiendo;
tras tanto acá y allá yendo y viniendo
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mí mal ministro siendo,
hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se esconde,
pues es la paga de él muerte y olvido,
y en un rincón vivir con la victoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.

3 de junio de 2010

Una leyenda mitológica, una lucha, un verso antiguo y otro actual.



Los antiguos pueblos germanos que acabaron cruzando la frontera romana en los siglos V y VI de nuestra era, habían mantenido su solar histórico en la primitiva Escandinavia (actual Dinamarca y Suecia) desde siglos antes. Estos pueblos germanos llegaron, en su desplazamiento hacia occidente, a alcanzar las islas británicas cruzando el mar del Norte. La lengua germánica que entonces surgió allí fue  un arcaico inglés con el que los pueblos anglosajones comenzaron a desarrollar su cultura. Y entonces un poema épico, Beowulf, compuesto entre los siglos X-XI en Inglaterra pero situada su acción en tierras de la antigua Escania y Selandia (sur escandinavo), llegaría a adquirir un significado muy importante para la lingüística inglesa medieval. Tan importante como lo sería El Cantar de los Nibelungos para la alemana o El Cantar del Mio Cid para la española. Beowulf es el héroe mitológico anglosajón por antonomasia. Fue descrito en el poema épico medieval por dos importantes hechos legendarios muy diferentes entre sí. El primero por dar muerte a Grendel, un ogro feroz y asesino; pero el segundo, siendo el héroe más anciano, por dar muerte al dragón, una victoria ahora, sin embargo, con la cual Beowulf acabaría hallando también su muerte.

Pero en cuanto a dragones abatidos, el Arte habría retratado más la mitología de la muerte de un dragón a manos de un solo héroe sobre todo, de Jorge de Capadocia, el mártir y santo cristiano del siglo IV retratado por el Arte hiriendo al monstruo ahora a lomos de su caballo. Las imágenes de San Jorge subido en su caballo han sido las pinturas que más se han representado mostrando a un héroe vencedor de dragones. El significado o simbolismo del dragón obstaculizado por la lanza sagrada fue el mismo siempre: la lucha contra el paganismo y la idolatría llevada a cabo por el triunfante Cristianismo. El simbolismo del dragón habría sido utilizado para representar ahora con él la maldad más oscura, la más feroz e inevitable maldad que asolaría, impenitente, el destino de los hombres. Un destino implacable al que sólo el genio y la decisión de un gran héroe podría vencer. Y así los poetas habrían querido transmitir también ese valor tan humano y mitológico, expresado además tanto en lenguas primitivas como en modernas. Porque la poetisa española Amalia Bautista (Madrid, 1962) ha compuesto un maravilloso verso que describe, con la magia y belleza de su lírica moderna, la sempiterna metáfora dragoniana de la vida.  Es ahora, por ejemplo, la lucha interior que todos debemos hacer en algún momento de nuestra azarosa existencia. Sea este un homenaje antiguo y moderno a un mismo sentido existencial y metafórico: la fuerza que nos impulsa a vencernos y vencer así a nuestros dragones malditos.


Por la sierpe no iría con hierro y con armas
si sólo supiese
de qué otra manera podría yo vencer,
como hice con Grendel, al hosco dragón;
pero ahora me aguardan sus cálidas llamas
y su pútrido aliento,
y por ello me cubro con cota y escudo.
No he de dar ante el monstruo
ni un paso hacia atrás. Nuestra lucha decida
en lo alto del risco el destino que rige
y gobierna a los hombres.
Me incita la furia: demorarme no quiero anunciando su fin.
Mirad desde el monte, oh mis bravos guerreros
con cotas de malla, cuál de nosotros
soporta mejor sus mortales heridas
tras este combate.
En él poco podríais hacer:
no hay otro varón, sino yo solamente,
que pueda enfrentarse al maligno reptil.

(Extracto adaptado de Beowulf, poema épico anónimo anglosajón del siglo XI.)


Ha llegado la hora de matar al dragón,
de acabar para siempre con el monstruo
de las fauces terribles y los ojos de fuego.
Hay que matar a este dragón y a todos
los que a su alrededor se reproducen.
Al dragón de la culpa y al dragón del espanto,
al del remordimiento estéril, al del odio,
al que devora siempre la esperanza,
al del miedo, al del frío, al de la angustia.
Hay que matar también al que nos tiene
aplastados de bruces contra el suelo,
inmóviles, cobardes, desarraigados, rotos.
Que la sangre de todos
inunde cada parte de esta casa
hasta que nos alcance la cintura.
Y cuando ese montón de monstruos sea
sólo un montón de vísceras y ojos
abiertos al vacío, al fin podremos
trepar y encaramarnos sobre ellos,
llegar a las ventanas, abrirlas o romperlas,
dejar que entren la luz, la lluvia, el viento
y todo lo que estaba retenido
detrás de los cristales.

(Poema Matar al dragón, de la poetisa española Amalia Bautista)


(Cuadro del pintor renacentista italiano Rafael Sanzio (1483-1520) San Jorge y el Dragón, 1504, Museo del Louvre, París; Óleo del pintor simbolista francés Gustave Moreau (1826-1898), San Jorge matando al dragón, 1890, National Gallery, Londres.)

12 de abril de 2010

La imitación de la vida, el arte como modelo y dos creadores.



Cuando en el año 1891 el escritor británico Oscar Wilde (Irlanda, 1854 - París, 1900) publicase La decadencia de la mentira, dejaría claramente plasmado en su ensayo su lucha contra el movimiento Realista, una tendencia artística que desarrollaría una fuerte influencia en toda la segunda mitad del siglo XIX. En ese ensayo literario Wilde expuso sus principios artísticos, si esto es posible en Oscar Wilde, con una dialéctica maravillosamente escrita. De uno de aquellos principios, nos dijo el escritor británico: "El Arte no es imitación de la realidad sino una creación; el Arte no imita a la vida sino al revés, la vida imita al Arte. En el Arte no interesa la simple verdad, tan sólo la compleja belleza." Benvenuto Cellini (Florencia, 1500-1571) fue un escultor y orfebre del Renacimiento italiano. Fue discípulo incluso del gran Miguel Ángel, y, con los años, un artista muy contratado por los grandes personajes de la época. El rey Francisco I de Francia le invitaría una vez a su corte y crearía allí Cellini para él un maravilloso salero de oro y esmalte, el reconocido y valioso objeto artístico denominado como Saliero.

Era un extraordinario objeto de arte de gran maestría decorativa y escultórica, modelado y fundido en oro y que representaba al dios Neptuno y a la diosa Ceres (el Mar y la Tierra en el mito griego), toda una metáfora mitológica de la producción de la preciada especia alimenticia. La vida de Cellini fue además toda una gran aventura existencial, experiencias que él mismo redactaría en unas memorias célebres. Una autobiografía que el propio Oscar Wilde calificaría como de los pocos libros que merecían la pena leerse. En aquella obra de Wilde, uno de sus personajes expresaría lo siguiente: Dicen las gentes que el arte nos hace amar aún más la naturaleza... A mi juicio cuanto más estudiamos el arte menos nos preocupa la naturaleza. Realmente lo que el arte nos revela es la falta de plan de la naturaleza, su extraña tosquedad, su monotonía, su carácter inacabado. Cuando contemplo un paisaje natural me es imposible dejar de ver todos sus defectos. A pesar de lo cual, es una suerte para nosotros que la naturaleza sea tan imperfecta, ya que en otro caso no existiría el arte... El arte encuentra su perfección en sí mismo y no fuera de él. No hay que juzgarlo conforme a un modelo interior. Es velo más bien que espejo. Suyas son las formas más reales de un ser viviente, suyos son los grandes arquetipos de que son copias imperfectas las cosas existentes. La revelación final es que la mentira, es decir, relato de bellas cosas falsas, es el fin mismo del Arte.

En esta nueva y discontinua entrada en el tiempo he querido homenajear la creación artística como el único verdadero sentido de la vida... Lo único que la hace interesante propiamente, ya que el resto de cosas que pudieran también hacerla fenecerán muy pronto después de ejecutarlas, justo luego apenas de crearse, para algún deleite vano que en algo nos acucie en el mundo... El Arte, a cambio, es lo único que permanecerá, magnífico y eterno, siempre así para nosotros. Algo que uno puede siempre repetir en su ejecución personal, releer,  re-visualizar o revivir de nuevo, tantas veces como su ánimo ofuscado le permita valorarlo o admirarlo de nuevo y para siempre. Cualquier otra cosa de la vida se agotará rápidamente una vez que se haya descubierto o se haya elaborado o se haya consumido deseosa. Salvo que sea Arte, lo cual nos trasciende y eleva, verdaderamente, de nuestra propia e incomprensible futilidad.

(Imagen de la obra El Saliero, siglo XVI, del artista italiano Benvenuto Cellini, Museo de Arte de Viena, robada en el año 2003 de este museo por un ladrón amateur que lo organizó, sin embargo, para solicitar un rescate a la compañía de seguros; la policía vienesa logró detenerlo y recuperar la pieza de arte, valorada en 50 millones de euros, tres años después; Imagen de un salero real y convencional, con el mismo uso que aquella obra creada, pero sin su exquisita mentira...; Busto de Benvenuto Cellini en Florencia; Grabado con la imagen de Oscar Wilde).

19 de diciembre de 2009

Orfeo: un deseo y una tentación fatídica.



Orfeo fue un curioso personaje de la mitología griega al que el dios Apolo le ofreció unos dones. Entre ellos la música, para que, con su lira, pudiera componer los cantos más poderosos. Tan poderosos que hasta las fieras, las rocas, las aguas, las tormentas o lo más terrible de la naturaleza se tranquilizaran al oírlos. Orfeo se enamoró de la bella ninfa Eurídice, la cual en una ocasión fue sorprendida por un personaje siniestro que quiso forzarla vilmente. En su huida, Eurídice es atacada por una serpiente que la mata rápidamente. Orfeo, ahora enloquecido, solicita a Zeus -el dios más importante del Olimpo- la posibilidad de bajar a los infiernos a buscarla. Hades, el dios del inframundo, accedería a que Orfeo finalmente pudiera entrar en el infierno y sacar a su mujer del Hades.

A cambio, sólo pondría Hades una condición a Orfeo: que no la mirase a ella hasta llegar al exterior del infierno, que esperase así hasta que Eurídice estuviese fuera de sus puertas. Pero, para cuando ellos están llegando por fin a la salida, no pudo resistir él la tentación y giraría levemente entonces la cabeza. Así lo hizo para ver si su mujer lo seguía. En ese momento Eurídice desaparecería para siempre. Esta célebre leyenda mítica es una alegoría del hombre que no puede resistir la tentación. A pesar de que se nos avisen incluso, siempre creeremos que habrá otra nueva oportunidad. ¡Que, finalmente, no se nos va a condenar por ello! Pero la vida y la muerte obedecen a leyes inapelables e irreversibles. A pesar de esto seguiremos, como Orfeo, creyendo que podemos mirar atrás y no nos pasará nada, que sólo se nos reprochará, levemente si acaso, nuestra infantil temeridad tan ingenua. Pero eso es sólo una ilusión, una muestra más de nuestra absoluta, completa y frágil debilidad.

(Imagen del cuadro El mito de Orfeo, del pintor Marc Chagall; Cuadro Lamento de Orfeo, de Alexandre Séon; Lienzo Orfeo y Eurídice, de Rubens.)

29 de octubre de 2009

¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?



En el año 1897 el pintor Paul Gauguin (1848-1903) compuso en las islas Marquesas de la Polinesia francesa, donde él creyó encontrar por entonces el Paraíso perdido, este magnífico cuadro que bautizaría como el título de la entrada: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?...  ¿Qué quiso realmente expresar el pintor con esta obra?:  ¿la búsqueda del motivo último de todo, o la desesperación por no entender nada de nada? Muchos autores a lo largo de la historia, sin embargo, han plasmado en sus obras de Arte ese mismo o parecido sentimiento. Thomas Stearns Eliot (1888-1965) fue un profundo y complejo poeta norteamericano que terminaría por vivir en Inglaterra. De gran formación clásica y literaria, concibió uno de los poemas más enigmáticos y desalentadores... a la vez que extraordinarios de la Literatura Universal. Es el desgarro, como su propia vida personal le enseñaría, pero, también, es la esperanza, el anhelo o la última exhalación de vida que se desgranará en cada verso oscuro de su obra... Todo eso y mucho más esbozaría Eliot en su inmensa obra poética denominada Tierra Baldía, y de la que extraigo aquí estos pocos versos enigmáticos:

Aquí no hay agua, sólo roca,
roca y no agua, y el camino arenoso.
El camino sube serpenteando las montañas,
que son montañas de agua sin roca.
Si hubiese agua nos detendríamos a beber.
Entre las rocas no puede uno pararse ni
pensar.]
El sudor es seco y los pies sobre la arena,
si sólo hubiera agua entre las rocas.
Muerta montaña, boca de cariosos dientes
que no pueden escupir.]
Aquí no puede uno ni pararse, ni acostarse,
ni sentarse.]
No hay silencio siquiera en las montañas,
sino el seco estéril trueno sin lluvia.
No hay soledad siquiera en las
montañas,]
sino ceñudos rostros rojos que gruñen
entre dientes,]
desde los umbrales de casas de tierra
apisonada.]
Si hubiese agua,
y no roca.
Si hubiese roca
y tambien agua,
y agua,
un manantial,
un pozo entre las rocas.
Si sólo se oyera rumor de agua,
no la cigarra
ni la hierba seca cantando,
sino rumor de agua sobre roca
allí donde canta el zorzal entre los pinos,
pero no hay agua.


(Imagen del cuadro ¿De dónde venimos? ¿Quienes somos? ¿Adónde vamos?, 1897, de Paul Gauguin, Museo de Bellas Artes de Boston, USA; Fragmento de la obra poética Tierra Baldía, 1922, de T. S. Eliot.)

14 de octubre de 2009

Un poeta, una oda y un gran pintor.



En el noroeste de Inglaterra se encuentra el condado de Cumbria, uno de los más hermosos del país. Fue conocido antiguamente por la región de los lagos, aunque también es una de las zonas más montañosas de Inglaterra. Aquí se situaron a principios del siglo XIX un pequeño grupo de poetas ingleses, unos escritores que iniciaron su corriente romántica algo más tarde que en Europa. Fueron denominados los poetas lakistas. Uno de ellos, William Wordsworth (1770-1850), sostuvo en su vida una inquietud casi mística por la inmortalidad, pero que sobre todo supo plasmarla bellamente en sus emotivos versos románticos. En uno de esos versos, utilizado en un célebre guión cinematográfico (Esplendor en la Hierba, 1961), el poeta inglés expresaría brillantemente, y con la mejor justificación, evocación y esperanza romántica, toda aquella emoción que su pasional tendencia exigía y glosaba muy orgullosa:

Aunque el resplandor que en otro tiempo fue brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas,
aunque ya nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos, pues, por siempre,
la belleza subsiste en el recuerdo.

(Oda X, Los Signos de la Inmortalidad, fragmento, del poeta inglés W. Wordsworth.)

(Imágenes del gran pintor romántico inglés Joseph Mallord William Turner, 1775-1851, precursor ya de los impresionistas posteriores. Cuadros: Julieta y su nodriza, colección privada; La bahía de Baia, con Apolo y la Sibila, The Tate Gallery, Londres; Dido constituye Cartago, National Gallery, Londres.)

26 de septiembre de 2009

La inspiración y la vida.



Nicolás Poussin (1594-1665) fue un pintor francés de vida y obra misteriosa. Casi toda su vida la pasaría en Italia. Allí pintaría grandes cuadros cargados de mitología, leyenda y misterio. En el Museo Nacional del Prado se encuentra la obra de Arte El Parnaso, un lienzo pintado en el año 1630. Y en el parisino museo del Louvre está el otro cuadro que vemos aquí, La inspiración del poeta, pintado alrededor del año 1629.

Gustavo Adolfo Bécquer, poeta español nacido en Sevilla en 1836 y fallecido en Madrid en el año 1870, tuvo una corta, inspirada y triste vida romántica. Él escribiría una de las odas o rimas más elocuentes sobre esa musa incolora y arrebatadora que es la inspiración, algo misterioso y absurdo, vertiginoso o efímero... Como la vida.

Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como huracán que empuja
las olas en tropel;
murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo,
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;
deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como a través de un tul;
colores que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris
que nadan en la luz;
ideas sin palabras,
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;
memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría,
impulsos de llorar;
actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin rienda que la guíe,
caballo volador;
locura que el espíritu
exalta y enardece;
embriaguez divina
del genio creador...
¡Tal es la inspiración!

(Fragmento de la Rima III, del eximio y gran poeta español Gustavo A. Bécquer)

(Pinturas de artista barroco francés Nicolás Poussin, Museo del Prado y Museo del Louvre.)

11 de septiembre de 2009

Arte en el desnudo: el azar en los naipes del Arte.




Rubens, David, Botticelli, Delacroix, cuatro grandes pintores de la Historia Universal que pintaron el desnudo en sus obras. La primera obra, El rapto de las hijas de Leucipo, fue una leyenda mitológica de la hermandad, el amor desesperado, la determinación y el arrojo. La segunda, Las sabinas, fue otra historia mítica de un pueblo de hombres que necesitan procrear y buscan mujeres sin reparar en arrebatarlas violentamente a otros. La tercera obra, Alegoría de la Primavera, es una inspiración del equilibrio, de la belleza y de la pureza previa al destino inevitable. La cuarta, La muerte de Sardanápalo, es la tragedia, la muerte, el sacrificio involuntario y la posesión egoísta y asesina. Todos temas que los grandes pintores siempre han escogido para plasmar sus desnudos en el Arte. Esos temas representarán la vida, sus pasiones más inconfesables o los anhelos más deseados por los hombres.

(Pinturas o fragmentos de: Pedro Pablo Rubens, 1577-1649; Jaques Louis David, 1748-1825; Sandro Botticelli, 1444-1510; Eugene Delacroix, 1798-1863.)

10 de septiembre de 2009

Poetas españoles de una generación...

Tengo miedo a este brazo que en la tierra navega,
tengo miedo a los topos de mis distritos subterráneos.
Tengo miedo a estas aves que mi carne circundan;
en sus temibles horcas permanezco.
Permanezco sin célula estrangulado por mi sangre
en las horas nocturnas en que galopan los desiertos,
en las horas nocturnas en que lloran los pozos
y se mueren los niños como flautas ajenas.
Cuando la Tierra aúlla como un enorme perro
ante las multitudes devoradoras que la acompañan,
he pedido mi ingreso en esas muchedumbres silenciosas
que se acercan sin rostro por las orillas de las tumbas.
Tengo miedo a mis ojos. Tengo miedo.
Tengo miedo a la aurora y a esta luz que la irrita.
Tengo miedo a las sombras que me levantan.
¡Oh noche dolorosa encallada en el aire a un pez
bajo los ojos!
Como blancas hormigas, como estrellas que mueren,
he pedido mi ingreso bajo tus diminutos ejércitos
caminantes.

Fragmento de Tengo miedo, del poeta español Emilio Prados (1899-1962).


Los maestros enseñan a los niños
una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes
cúpulas sahumadas;
por debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes
del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las
almohadas.
Pero el viejo de las manos translúcidas
dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.
Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de
los directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor del aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la
Tierra
que dé sus frutos para todos.

Fragmento de Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca (1899-1936).



(Imagen de García Lorca, tercero por la izquierda, y de Emilio Prados, segundo por la derecha.)

22 de agosto de 2009

Versos de un gran poeta: Antonio Machado.



Y no es verdad, dolor: yo te conozco,
tu eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.

Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena;

así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.


Fragmento de la obra poética Galerías del gran poeta español Antonio Machado (1875-1939).

(Fotografía del autor: Mañana de niebla sobre Ronda, Málaga, España, 1997.)

15 de agosto de 2009

Antología lírica: del poeta sevillano Rafael Montesinos.



- ¿Y si al final resulta que no somos,
ay Fabio, qué dolor,
más que ruinas, última locura,
memoria insoportable, sólo un grito
en el momento de caer rendida
la última pared, entre el adobe,
la ceniza y el polvo?

- No preguntes. Yo fui pared un día,
sostenida ruina de la nada,
mustio collado de mí mismo.
Escúchate y dispónte a sentir cómo te caes,
campo de soledad, sobre tus años.

Diálogo con un viejo poeta sevillano, del poeta sevillano Rafael Montesinos (1944-1995).


¿La felicidad, dices? Quizá sea
simplemente vivir, sentirse vivo
en medio de las cosas destinadas
a durar más que uno, o frente al amplio
ventanal del verano y su lentísimo
atardecer, oír las golondrinas,
que en sus rápidos gritos nos recuerdan
el chirriar del eje del estío.

Alguien me pregunta por la felicidad, versos de Rafael Montesinos, poeta español (1944-1995).

(Fotografía de las ruina romana de Itálica, Sevilla, España.)

21 de julio de 2009

¿Qué significa para ti mi nombre?



¿Qué significa para ti mi nombre?
Morirá como muere el triste ruido
de ola que rompe en la lejana orilla,
cual son nocturno en el bosque tupido.

Como único recuerdo, en un papel
dejó su muerte rastro, semejante
a un epitafio en raros caracteres
en una lengua que no entiende nadie.

¿Qué fue de él? Olvidado está hace tiempo
entre emociones agitadas, nuevas,
porque no dejará a tu alma mi nombre
memoria alguna que sea pura o tierna.

Pero en las horas tristes, en silencio,
pronuncia con angustia el nombre mío:
Di: ¿hay corazón en el que yo esté vivo?

Alexandr Pushkin, poeta ruso (1799-1837).

(Imagen de la Estatua de Pushkin, San Petersburgo, Rusia.)

25 de enero de 2009

Antología Lírica - Alexandr Pushkin



Si te engañase la vida no te aflijas,
no protestes,
aguanta los días tristes,
llegarán días alegres.
Nuestra alma en el futuro vive;
la oprime el presente;
todo es fugaz, todo pasa,
bien vendrá lo que viniere.

Alexandr Pushkin, poeta ruso (1799-1837).

(Óleo de Vasily Tropinin, 1827, Retrato del poeta ruso)