29 de junio de 2010

Una aventura en el desierto, un héroe olvidado y un destino cruel.



En octubre del año 1924 dos pilotos militares españoles propusieron al gobierno del general Miguel Primo de Rivera un proyecto para volar a las islas Filipinas. Pero las operaciones bélicas de la guerra de Marruecos del año 1925 pospusieron toda iniciativa de la Aviación española. En aquellos años proliferaron en casi todos los países occidentales las gestas aéreas, unas rutas de aviación pioneras para llegar más lejos, más rápido y antes. Los capitanes del Servicio de la Aviación militar española, pilotos Joaquín Loriga Taboada (1895-1927) y Rafael Martínez Esteve (1894-1965), habían preparado un plan de vuelo a Filipinas con las rutas, los permisos y los aviones adecuados para realizarlo. Eligieron unos aviones franceses, los Breguet XIX -biplanos con gran capacidad de combustible-, para volar en esa gran aventura hacia el Oriente. Así se encargaron para la Aviación militar dos modelos a la compañía francesa Breguet, los modelos matriculados con los números 29 y 30, para tenerlos listos en la primavera del año 1926. En varias etapas se pretendía sobrevolar todo el norte de África, Oriente Medio, la costa del Golfo Pérsico y llegar hasta la India británica en Karachi. Desde ahí, por todo el subcontinente indio, proseguir hasta Calcuta para bajar a Bangkok, subir luego a Indochina y más tarde llegar a la colonia portuguesa de Macao. Así hasta terminar después el raid definitivamente en la ciudad de Manila, capital de las islas Filipinas. Sin embargo, el capitán Martínez Esteve enfermaría fastidiosamente al poco de saberse la fecha de salida.

El gobierno español lo sustituye entonces por otro piloto capitán, Eduardo González Gallarza (1898-1986). Pero en marzo del año 1926 el capitán Martínez Esteve se recupera y solicita reincorporarse a la aventura. Sin embargo, no había más aviones disponibles, así que se localiza uno que había sido utilizado en la campaña de Marruecos, se lleva a Madrid y es revisado de urgencia para su utilización en el Raid Madrid-Manila. Este avión, el número 4, fue el que pilotaría el capitán Martínez Esteve en el famoso Raid a Filipinas. El día 5 de abril del año 1926 despegan los tres biplanos del aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid. Al sobrepasar más tarde el desierto de Arabia (hoy Jordania) el avión Breguet nº 4 del capitán Martínez Esteve, bautizado Juan Sebastián Elcano y llevando a bordo al mecánico Pedro Calvo, tiene forzosamente que aterrizar en el desolado desierto jordano. Al parecer, el depósito de combustible del avión se había vaciado por una rotura accidental. En situación tan desesperada, sin comunicación de ningún tipo, ni señales ni medios para sobrevivir, los héroes perdidos sólo pudieron confiar en que sobrevolasen la zona algunos aviones ingleses que atravesaban esa ruta del desierto. Gracias al agua del radiador del avión consiguieron mantenerse vivos. Al cabo de cinco terribles días, después de varios aviones británicos que no los divisaron, una avioneta de la Real Fuerza Aérea inglesa lograría por fin rescatarlos.

De aquella aventura, el capitán Martínez Esteve escribiría un libro que se editaría en Madrid en el año 1926: Una aventura en el desierto. Fue entonces una obra precursora de los aviadores románticos perdidos en un desierto, algo como les sucediera años después en el Sahara al escritor Antoine de Saint-Exupèry, autor del famoso relato El Principito, o al húngaro Làzlo Almàsy, famoso conde Almàsy por ser El Paciente inglés. Los otros dos aviones de aquel Raid Madrid-Manila habían continuado su recorrido hasta Indochina. Pero en Hanoi al avión del capitán Loriga, el Fernando de Magallanes, le sobreviene un fallo en el circuito del agua y además su mecánico de vuelo no puede continuar por una infección bucal. Desde Macao los dos capitanes, Loriga y Gallarza, vuelan juntos en la aeronave del último, el López de Legazpi, con la que consiguen llegar a Manila el día 11 de mayo del año 1926. Así fue como la llamada Patrulla o Escuadrilla Elcano lograría, por primera vez en años, unir a dos países hermanos, España y Filipinas, países que habían dejado de ser tan solo uno veintiocho años antes. Al capitán Martínez Esteve le obligaron a regresar antes a España, frustrando el deseo del héroe por conseguir llegar a Manila con su avión Breguet. En los años siguientes otros proyectos aeronáuticos del capitán Esteve le fueron negados por el mando de la Aviacion militar. Hasta la caída del general Primo de Rivera, el ahora comandante Esteve no conseguiría reanudar su prometedora carrera de aviador.

Proclamada la República española en el año 1931, es nombrado el comandante Martínez Esteve Jefe de las Fuerzas Aéreas de la Zona Oriental de Marruecos. Pero luego se haría cargo de la Jefatura de la Base Aérea de Tablada en Sevilla. En este puesto, en aquel fatídico verano del año 1936, le sorprendería el levantamiento del ejército de África del general Franco. El gobierno republicano había enviado ese mismo día aviones de Madrid para bombardear a los rebeldes alzados en la ciudad andaluza. Un joven teniente piloto de Tablada, Vara del Rey, conjurado con los rebeldes, trató de boicotear los aviones republicanos llegados desde Madrid. Los tripulantes de esos aviones acosarían violentamente al teniente en respuesta a su acto. El comandante Martínez Esteve interviene decidido para salvar la vida del teniente, y, luego, arrestarlo después como su responsabilidad de Jefe de la Base le obligara a hacer. El gobierno republicano insiste en querer bombardear los enclaves de Sevilla donde se refugian los militares rebeldes. Martínez Esteve duda, pero, al final, no autorizaría la salida de esos aviones para evitar así víctimas civiles innecesarias. Una llamada del general Queipo de Llano a Esteve amenazando con atacar la Base hace que se rinda finalmente el comandante. Más tarde sería acusado en un consejo de guerra y sentenciado a muerte.

Gracias a la intervención del teniente Vara del Rey, el oficial rebelde al que Esteve salvaría la vida, así como por su actuación al frente de la Base aérea, le sería conmutada la pena de muerte por treinta años de prisión mayor. Siete años después conseguiría del gobierno franquista la atenuación a veinte años de prisión menor, y, poco después, el expediente de libertad condicional. En el año 1945 la esposa del piloto Martínez Esteve fallece, luego de haber tenido el matrimonio que emigrar con sus hijos fuera de España. Un año después, el aviador se traslada a Madrid donde puede por fin reencontrarse con dos de sus cinco hijos. En abril del año 1965 moriría en Madrid, triste y olvidado, uno de los héroes aviadores más desconocidos de aquella Patrulla Elcano. Un héroe fallido que -como fue su caso- no conseguiría alcanzar aquella meta filipina pero que, a cambio, sí que lograría conseguir alcanzar otra hazaña: sobrevivir a un desierto inhóspito, desolado y salvaje. Aunque, sin embargo, no pudo llegar a sobrevivir del mismo modo a un cruel destino personal tan fatalmente contingente, uno tan injusto y desalmado como aquel que él viviera.

(Grabado de la portada del libro Una aventura en el desierto, escrito por Rafael Martínez Esteve, Madrid, 1926; Fotografía de un avión del tipo Bruguet XIX, 1926; Fotografía de los aviones Bruguet de la Patrulla Elcano, 1926; Imagen de la antigua pista y base de Tablada, Sevilla; Fotografía del capitán Rafael Martínez Esteve, 1926)

27 de junio de 2010

La mitología helénica, la lírica romántica, el arte simbolista y el vampirismo.




Según la mitología griega el gran dios Zeus -amante compulsivo- tuvo varios hijos con una ninfa llamada Lamia. Antes de ser ninfa de los bosques, Lamia era una bella y decidida mujer, además de ser hija del rey legendario Belo. Pero entonces la diosa Hera, esposa oficial de Zeus, celosa y ofendida por tal afrenta, mandaría destruir a los hijos de Lamia fulminantemente. Sin embargo Lamia, tiempo después, enfurecida de dolor y de rabia por tal crimen, tramaría su venganza transformándose en un vil monstruo seductor y asesino. De este modo acabaría Lamia por alimentarse, según cuenta la leyenda, de todos los recién nacidos en venganza. Tenía Lamia cuerpo de serpiente y pechos y cabeza de una bella mujer, lo que la convertía en una seductora terrible y en una precursora de lo que se daría a llamar, tiempo después, vampiresa. Este término moderno acabaría haciendo referencia a un concepto utilizado en época romántica, según los escritos líricos del famoso poeta romántico John Keats (1775-1821). Acabaría inspirándose el poeta en esa tragedia mítica para componer los versos mitológicos incluidos en su poema Lamia. Esta obra poética del año 1819 relata cómo otro dios mitológico, Hermes, se sintió atraído por otra hermosa ninfa. El dios la busca sin parar por todas partes, sin éxito. Pero, en su insistente búsqueda, Hermes acaba encontrando una lamia, es decir, una hermosa mujer atrapada en el cuerpo de una serpiente.

La seductora lamia le promete al dios Hermes revelarle dónde se encuentra la hermosa ninfa deseada por él. Pero, a cambio, debe él convertirla en una hermosa y bella mujer normal. El dios griego acepta y consigue con ello, al fin, poder ver a su bella ninfa adorada. Lamia luego, transformada en mujer, seduce al bello Licio, un atractivo joven de Corinto al que acaba enamorando irremediablemente. En la feliz boda que celebran Licio y Lamia hay un invitado muy especial, Apolonio de Tiana (sabio, filósofo y místico pitagórico que realmente existió en el siglo I en Capadocia), un personaje inteligente y sutil que terminará por descubrir la auténtica identidad oculta detrás de la bella apariencia de Lamia. Como consecuencia de este desvelamiento ella regresa a su antigua forma de serpiente y Licio muere desolado sin remedio por la pena y el dolor. Como otros poetas románticos después de él, Keats retrata en su obra lírica los efectos devastadores de la fría e imparcial filosofía racionalista, de la ciencia más reveladora, insensible y brutal.

El poeta británico John Keats se había inspirado en un relato barroco, La novia de Corinto, un escrito recogido dentro de la famosa obra literaria Anatomía de la Melancolía publicada en el año 1621 por Robert Burton (1577-1640). En este relato se cuenta cómo un joven aprendiz de filósofo, caminando entonces por las afueras de Corinto, se deja seducir por una bella, misteriosa y extranjera mujer. La hermosa joven insiste pronto en que se unan en matrimonio. A la boda acude también el filósofo y sabio Apolonio, quien ahora, tras observar al joven aprendiz, le dice tajante a su cara:, al que las mujeres persiguen, abrazas a una serpiente y ella te abraza a ti.  Y así, de ese cruel modo tan abrupto, descubre el sabio griego, sin tapujos, a la joven Lamia oculta tras su belleza fascinante. La novia, efectivamente, era una lamia -una mujer serpiente-, y, aunque al principio ella lo negase, acabaría confesando que lo había seducido para devorar y beber su sangre, pues ésta es del todo pura y rebosa de todo su vigor.


Fragmento del poema Lamia, del poeta romántico ingles John Keats, 1819:

Tú, serpiente de suaves labios, ¡seguramente de gran inspiración!,
tú, hermosa corona de flores, de ojos tristes,
poseerás cualquier dicha en la que puedas pensar,
con sólo decirme adónde ha huido mi ninfa,
¡dónde respira!

Brillante planeta, así has hablado, respondió la serpiente,
¡pero haz ya un juramento, mi tierno dios!

¡Lo juro, dijo Hermes, por mi báculo de serpiente,
y por tus ojos, y por tu corona tachonada de estrellas!

Rápidas volaron sus cándidas palabras, sopladas entre los pétalos.
Y, una vez más, la femenina brillantez:

¡Muy débil de corazón!, pues esta pobre ninfa tuya
deambula libre como el aire, invisible,
en estas praderas sin espinas; sus placenteros días
disfruta sin ser vista; invisibles son sus ligeros pies,
dejan rastros sobre la hierba y las tiernas flores,
de los agotados zarcillos y las verdes ramas torcidas.
Invisible recoge los frutos, invisible se baña.

Y gracias a mis poderes su belleza se oculta
para que no sea ultrajada, atacada
por las miradas amorosas de los ojos poco amables
de los Sátiros, los Faunos, y los oscuros suspiros de Sileno.

Descolorida su inmortalidad, por su aflicción
ante estos amantes se lamentaba;
entonces de ella tuve piedad,
con su cabello etéreo, que mantendría
oculto su encanto, pero libre
para andar como desee, ahora en libertad.

Tú la contemplarás, Hermes, tan sólo tú,
¡si concedes, como has jurado, mi dádiva!



(Obras de John William Waterhouse (1849-1917), pintor británico adscrito al Prerrafaelismo y posteriormente al Simbolismo: dos obras de Lamia, la versión 1, 1905; y la versión 2, 1909; Óleo La bella dama sin piedad (o sin gracia), fecha desconocida; Óleo La Sirena, 1901; Boceto de Lady Claire, fecha desconocida; Fotografía del pintor John W. Waterhouse; Óleo del pintor Joseph Severn, Retrato de John Keats, fecha desconocida.)

19 de junio de 2010

Una pintora extravagante, un poeta decadentista y una época creativa única.



El escritor, político y aventurero italiano Gabriele D'Annunzio (1863-1938) fue un excéntrico y original intelectual de principios del siglo XX. Según una leyenda que se contaba en los círculos de la pintora Tamara de Lempicka (1898-1980), en el año 1926 el poeta italiano invitaría a su mansión del lago Garda a la extravagante pintora para que le hiciese un retrato. El escritor, que se había separado de su esposa en el año 1891 y de su amante en 1910, tenía fama de un aventurero incorregible. Según esa leyenda D'Annunzio tenía intenciones no confesables con la joven pintora cuando la invitó a su mansión. Sin embargo ella contaría años después, convencida: Nunca tuve relaciones íntimas con él, mi estancia en la suntuosa mansión del Lago Garda fue muy corta. Le dije que no quería coger una sífilis o gonorrea, pues él era muy promiscuo. Puse la condición de que me enviase un certificado médico para acceder a su invitación. En el camino a Italia me hospedé en una pequeña población antes de llegar al lago. Cuando pedí el desayuno a la mañana siguiente me lo trajo un camarero de unos veinte años, guapo como sólo pueden serlo los italianos, y, con ese joven, ¡claro que hubo algo!, pero con Gabriele nada en absoluto. Gabriele D'Annunzio había participado en la Primera Guerra Mundial como un gran héroe italiano. Sus ideas políticas estaban llenas de un patriotismo exacerbado y de una visión profética o providencial de la sociedad.

Estas ideas se basaban en los principios corporativos, teorías que posteriormente se hicieron realidad en el fascismo italiano. Consiguió Gabriele D'Annunzio incluso llegar a conquistar una ciudad en la Croacia de finales de la guerra europea, donde trataría de plasmar sus idílicas ideas sociales y políticas. Frustrado el proyecto innovador se refugiaría en la Literatura, donde conseguiría algunos éxitos en el estilo decadentista propio de principios del siglo XX. El extravagante escritor italiano acabaría sus días en su tranquila mansión transalpina del lago Garda. Tamara de Lempicka, que fue una promotora del estilo Art Decó en la pintura del siglo XX, continuaría su vida en México donde crearía y viviría en la paradisíaca e idílica ciudad de Cuernavaca. Hasta el final de su vida mantuvo siempre una especial extravagancia con todas sus maneras de vivir y crear.  Por ejemplo, dejó en su testamento escrito que deseaba que sus cenizas fuesen llevadas en helicóptero y luego aventadas en lo alto de uno de los cráteres más grandiosos de México, justo en el centro del enorme y activo volcán Popocatépetl!


Versos (fragmentos) del poeta italiano Gabriele D'Annunzio:

Han existido mujeres tan leves
que una sola palabra, una sola,
las convirtió en esclavas. Y existieron otras
de manos rojizas, que al tocar una frente
suavemente disiparon ideas terribles.

Mujeres pálidas, marchitas, desvastadas,
ardidas en el fuego amoroso,
hasta en lo más profundo de sí mismas
consumido el rostro ardiente,
con la nariz agitada en el impulso
de inquietas aletas, con los labios abiertos
como yendo hacia las palabras pronunciadas;

con los párpados lívidos
como las corolas de las violetas.
Y todavía han existido otras,
y, maravillosamente, yo las he conocido.


(Imágenes de algunos cuadros de la pintora Tamara de Lempicka, Art Decó, siglo XX; Fotografía de Tamara de Lempicka; Fotografía de Gabriele D'Annunzio.)

16 de junio de 2010

La batalla que no verán más los siglos, un marqués invicto y unos fanales vencidos.



La más grande y alta ocasión que vieron los pasados siglos y no esperan ver los venideros..., así escribiría el escritor español Miguel de Cervantes la grandiosa Batalla de Lepanto, una gesta heroica en la que él mismo participara. En Grecia, entre el golfo de Patrás y el de Corinto, se encuentra la ciudad de Naupacto, una ciudad griega que, italianizado entonces su nombre, se transformaría luego en la historia con el sugestivo nombre de Lepanto. El día 7 de octubre del año 1571 se llevaría a cabo el encuentro marítimo más feroz conocido hasta entonces: el enfrentamiento entre la muy poderosa flota turca del gran califa de Estambul y la más grande escuadra de la Santa Alianza que organizaran España, Venecia y el Papado, también conocida como Liga santa. El gran estratega español Don Juan de Austria (1545-1578) dirigió todas las operaciones de la Alianza occidental, pero, sin embargo, hubo un almirante español que participaría, destacadamente, ahora en la escuadra de reserva, Don Alvaro de Bazán y Guzmán (1526-1588), también conocido como marqués de Santa Cruz. Procedía el marqués de una familia de marinos y grandes hombres al servicio de la corona española. Fue uno de los que aconsejaría, durante el conflicto en Lepanto, permanecer en el golfo de Corinto cuando otros capitanes españoles decidieron entonces abandonar por desavenencias con los venecianos.

Al final de la batalla se consiguió la victoria, después de muchos y muy fuertes combates navales. Cuando el marqués de Santa Cruz regresó a España de Lepanto, consiguió recuperar y llevarse a Madrid dos fanales (grandes faroles) de uno de los grandiosos galeones turcos hundidos en Corinto. Once años después de aquel conflicto, en el año 1582, dirigió el marqués ahora una gran operación anfibia para entonces: la toma de la isla Terceira en las islas Azores. Allí demostraría el marqués sus cualidades de gran estratega en desembarcos, algo muy complejo de realizar en aquellos años. Con sus decisiones acertadas, consiguió vencer a corsarios franceses y a mercenarios que apoyaban a los rebeldes portugueses de don Antonio, el Prior de Crato. Este personaje luso, heredero bastardo de la antigua corona portuguesa, reclamaba así su derecho ahora al trono portugués, una corona real, sin embargo, en poder del rey Felipe II de España desde el año 1580. El marqués de Santa Cruz fue un caballero renacentista muy cultivado, alguien que demostraría su pericia militar en todos y cada uno de los actos bélicos en los que participase.

Cuenta la historia que cuando el rey español Felipe II se decidiera a crear la gran Armada Invencible para conquistar Inglaterra en el año 1588, ordenaría entonces que fuese el marqués de Santa Cruz el almirante que dirigiese toda aquella gran flota marítima. Pero, justo antes de que la Gran Armada española desplegase sus velas hacia el canal de la Mancha, el marqués de Santa Cruz fallecería fatídicamente. Con el mando de la Armada Invencible ahora en un nuevo e inexperto marino y estratega, el sustituto entonces del marqués, el duque de Medina-Sidonia, casi toda la extraordinaria Armada española acabaría vencida, desaparecida, maltrecha y hundida para siempre.

Oda que el gran poeta español Lope de Vega dedicase al gran marqués de Santa Cruz:

El fiero turco en Lepanto,
y en la Tercera el francés,
y en todo el mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada.

(Imagen del cuadro del pintor italiano Giorgio Vasari (1511-1574), Batalla Naval de Lepanto, Sala Regia, El Vaticano; Retrato del Marqués de Santa Cruz, 1584, del pintor español Felipe de Liaño (1558 ?-1625), Museo Naval de Madrid; Palacio del Marqués de Santa Cruz en la localidad del Viso del Marqués, Ciudad Real; Grabado de la Nave Capitana Galeón San Martín, navío al frente de la flota que tomó las Azores; Ilustración de un Galeón Turco, donde se aprecian sus fanales; Escalinata en el Palacio del Marqués de Santa Cruz, Madrid, donde se encuentran aquellos fanales (faroles) que el marqués recuperase del hundimiento de un galeón enemigo en Lepanto; Imagen fotográfica actual del Golfo de Corinto, donde se celebró la famosa Batalla de Lepanto, Grecia.)

15 de junio de 2010

El Raid Nueva York-París de 1908, sus automóviles, sus vencedores y un ilustrador americano.



El día 12 de febrero del año 1908 salieron de Times Square, pleno centro de Nueva York, seis automóviles de entonces para dar por primera vez la vuelta al mundo. Francia y su periódico Le Matin patrocinarían el Raid automovilístico, pero los norteamericanos tomarían pronto el protagonismo comunicativo y técnico, consiguiendo incluso ganar la carrera, a pesar de haber llegado a París cuatro días después de haberlo hecho el equipo alemán. Los países que participaron fueron cuatro, Estados Unidos, Francia, Alemania e Italia. De ellos, sólo llegaron a París tres de los equipos, los alemanes, los americanos y el italiano; los franceses, que llevaban tres automóviles, abandonarían dos vehículos en los EEUU y el tercero en Japón. Recorrieron aproximadamente unos 23.000 kilómetros atravesando los EEUU de costa a costa, luego el océano Pacífico en barco hasta a Japón, vuelta al mar para llegar a la ciudad rusa de Vladivostok, y de aquí toda Asia, incluida Siberia entera, hasta alcanzar Moscú para, por fin, conseguir la triunfal llegada a la meta en París.

El día 30 de julio de 1908, casi seis meses después de partir, acabarían llegando los norteamericanos a la capital de Francia. Ganaron ellos porque el equipo alemán, que sin embargo llegó cuatro días antes, fue penalizado por haber recorrido parte del viaje en tren. El vehículo italiano consiguió, finalmente, llegar en septiembre en un honroso tercer lugar. Fue aquella toda una hazaña que marcaría el desarrollo del automovilismo. La aventura vivida por esos hombres sería incluso plasmada luego en un libro que escribiría el propio piloto del equipo italiano -que a la vez era periodista- Antonio Scarfoglio. Él mismo llegaría a decir años después: Se podrá ir a la Luna, se podrá utilizar toda la tecnología avanzada y poderosa, ¡pero yo llegué a dar la vuelta al mundo al volante de un automóvil en 1908!

(Imágenes de dos obras del pintor norteamericano Peter Helck (1893-1988), Champion Johnny Walker y Speed Demons de 1904, con el recurso pictórico curioso de un cuadro dentro de otro; Fotografías del Raid Nueva York-París de 1908: Salida en Nueva York, primer plano del automóvil Thomas Flyer, del equipo estadounidense; Fotografía del automóvil del equipo alemán Protos; Fotografía del vehículo italiano Zust; Fotografía del automóvil francés De Dion en una calle de Utica, cerca de Nueva York; Fotografía del vehículo norteamericano cruzando una vía férrea; Fotografía de la carrera a su paso por el estado norteamericano de Nebraska; Imagen fotográfica del vencedor y piloto norteamericano George Schuster (1873-1972); Fotografía del equipo alemán, donde el militar prusiano Hans Koeppen (1876-1948) se aprecia sentado en la derecha; Imagen del periodista y piloto italiano Antonio Scarfoglio (1886-1969); Fotografía del automóvil vencedor, el modelo americano Thomas Flyer; Fotografía del pintor e ilustrador norteamericano Peter Helck.)

12 de junio de 2010

El ojo humano, el más real de los megapíxeles que existen.




El cerebro humano consigue representar la realidad con una creatividad artística sólo igualable en la actualidad a la cámara fotográfica más sofisticada. El Hiperrealismo como tendencia realista en la pintura comenzaría en los Estados Unidos hace más de cuarenta años. El valor de estas imágenes está ahora en la capacidad del pintor de conseguir plasmar una realidad fidedigna sólo a través de su pintura. Es decir, de transmitir así, sólo con su Arte, la misma emoción que un enfoque fotográfico digitalizado pueda llegar a conseguir con un objeto representable. Las dos primeras obras son del pintor británico Rob Heferran (Manchester, 1968), donde ahora la primera de ellas expresará, tal vez, más esperanza que la segunda, en la que la desesperanza, probablemente, sea la emoción más apreciada ahí. La siguiente obra es del francés Gilles Paul Esnault (1949), Taxis de París, que simboliza con su obra ahí la ciudad ahora como frontera...

Se continúa aquí, en la entrada, con la obra ahora del pintor chileno Guillermo Muñoz Vera (1956), Karem en el Mogambo, donde la soledad y la tristeza son dos de las emociones que poseen ahí la fuerza más dominante del conjunto, unidas también a un cierto erotismo salvaje y desgarrador. Por último, una obra del norteamericano Jon Kassan (1977), En el metro, donde la obra pictórica simboliza ahora, quizás, una cierta disconformidad rebelde con todo lo existente en una ciudad. Cuatro imágenes de mujer que se enfrentarán aquí, en sus iconografías hiperrealistas, dos a dos. Por ejemplo, el conjunto de las dos primeras, imágenes más convencionales y céntricas, contrastarán aquí con el conjunto de las dos últimas, más extravagantes y periféricas. Y, entre ambos conjuntos de imágenes, la ciudad ahora..., como frontera, como enlace y como medio de todo.

11 de junio de 2010

Un pintor divino, un astrólogo y un horóscopo sacrílego.



El pintor manierista español Luis de Morales (1510-1586), conocido por el divino gracias a su prolífica y casi única temática religiosa, ha sido uno de los mejores y más excelentes pintores manieristas hispanos de la segunda mitad del siglo XVI, sólo por debajo del insigne pintor El Greco. Como suele suceder con algunos artistas, no es muy conocido por el público general por esa suerte de fama que, a veces, no rodearán a ciertos grandes pintores de la historia. Fue, sin embargo, un gran representante del Manierismo en España y en el mundo. A pesar del carácter místico y sagrado de toda su obra, llegaría a pintar Luis de Morales un cuadro con un extraño simbolismo muy poco ortodoxo para una época tan sacralizada. La pintura, titulada Sagrada Familia (1568) -actualmente en la Hispanic Society de Nueva York-, incluye, en su parte superior derecha, una imagen esquemática del horóscopo de Jesucristo.

Esa sagrada representación astral fue una adaptación del horóscopo que realizara el matemático y astrólogo italiano Gerolamo Cardano (1501-1576) del nacimiento de Jesús. Este astrólogo describe la carta astral de Jesús en su obra Comentario a Claudio Ptolomeo (1554, Basilea). Por ese hecho Cardano sería procesado por la Inquisición y pasaría algún tiempo en prisión. Poco después abjuraría, y sólo se le prohibiría publicar nada parecido, dedicándose por entonces a la medicina en Roma, donde incluso llegaría a conseguir los favores del Papa. El pintor Luis de Morales, admirado por el rey Felipe II, se permitió la libertad de dibujar el Horóscopo de Cardano en su cuadro Sagrada Familia, insinuando así la naturaleza humana de Cristo, alguien que, como todos los demás mortales, estaría también bajo la influencia de los astros. Ciertamente, desafiante en una época donde se debatían por entonces dos formas de renovar la Iglesia y su doctrina. Donde el erasmismo además (la filosofía humanista y muy atrevida de Erasmo de Rotterdam, 1466-1536) contribuiría, no poco, a influir en algunos artistas y creadores de ese fascinante siglo.

(Imagen del cuadro Sagrada Familia, del pintor Luis de Morales, Hispanic Society; Fragmento del mismo cuadro con la imagen del Horóscopo de Cristo; Cuadros -varios producidos por él- de Luis de Morales: La Virgen y el Niño, el mismo tema representado en diferentes obras, National Gallery, Londres; Prado, Madrid; y Museo de Arte Antiga, Lisboa; Imagen de un grabado del astrólogo Gerolamo Cardano)